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- ¿Por qué cambiarse de nombre? – preguntó Leo 

- no puedo saberlo – Katerina se limpiaba las pocas lágrimas que se escapaban de sus ojos con el dorso de la manga del vestido. La única razón real por la que le había mentido el chico era que no esperaba que el pudiese entenderlo, por siempre miedo a ello

- si esa chica su fue ¿Por qué quedarse aquí? – Leo había notado que Katerina lloraba, como había notado que ella no querría admitirlo, mucho menos hablar de ello.

- ¿te crees que si tuviera opción me hubiese quedado aquí? simplemente no puedo –

Leo ya se había dado cuenta de que preguntar a que se refería sería una pérdida de tiempo, que ella no respondería; extrañando a la chica.

- ¿no preguntas por que no? –

- ¿me lo explicarías? –

- chico listo; veo que aprendes rápido Newton – se levantó ocultando su cara, dirigiéndose a la cuerda por la que habían subido – sería una pena desperdiciar una capacidad tan grade de aprendizaje ¿no crees? –

Leo se levantó para seguirla como si fuese un patito recién nacido.

- ¿adonde? –

- a mi limite –

Los dos amigos caminaban en un silencio cómodo por el bosque hasta llegar a una zona sin árboles

- me gustaría pedir a los espectadores que reserven las preguntas hasta el final de la presentación – dijo la morena con tono sarcástico mientras Leo asentía

Katerina andaba lentamente con las manos extendidas. No parecía pasar nada, hasta que la chica chocó con su límite; algo parecido a lo que Leo llamaría campo de fuerza apareció, tiñendo la zona que limitaba de colores lilas; en cuestión de segundos brotaron unas margaritas negras del suelo. Pasado el primer minuto, la punta de los dedos de Katerina parecían fundirse hasta quedar solo el hueso. La más mayor no parecía experimentar más que un leve dolor, casi como si fuese una simple molestia en vez de verdadero dolor. Leo estaba paralizado ante la escena intentando mirar a cualquier sitio menos a los sufridos dedos de su amiga; quedó hipnotizado por los colores violetas que rondaban por el ambiente, hasta que tan rápido como habían surgido, se evaporaron cuando la chica se apartó.

- ¿Qué es todo esto? –

- me encantaría saberlo – dijo la pelinegra con un suspiró - otro misterio de la muerte supongo –

- ¿no te da rabia? no saber todas estas cosas –

- claro que me da rabia; pero aprendes a acostumbrarte – Katerina se sentó mirando a sus dedos haciendo una mueca

- te traigo algo – dijo el chico mientras corría hacia la caseta dejando a su acompañante sin oportunidad de negarse acompañada con una sensación algo dulce.

Leo llegó al hogar de la chica y buscó entre papeles, inventos y platos aun con comida. Lo único que encontró fue una petaca que parecía extrañamente nueva, como no pudo abrirla; la agitó para saber si tenía algo dentro. Un sonido de agua le confirmó que así era. El chico salió escopetado para llevársela a su amiga.

Cuando llegó al claro la peli negra estaba recostada en un árbol, mirando sus dedos completamente ida.

El chico extendió el brazo ofreciendo a la chica la pequeña petaca. Esta al ver lo que su amigo le ofrecía se rio.

El castaño extrañado preguntó con inocencia a su amiga - ¿Qué pasa? –

- nada mejor para unos dedos derretidos que un poco de vodka – dijo aun riéndose, haciendo como si brindase con el aire.

El chico apartó la mirada sonrojado, mientras la mayor abría sin problemas la petaca y daba un trago largo

- ¿te duele? - dijo Leo cambiando de tema

- nah, al estar muerta duele menos – mintió para no preocuparle

Espero que os halla gustado uwu


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