Catalina

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La reina Catalina por su parte, se conservaba bella por mas años que pasaban, con esos ojos grandes que heredó a Britania, así como los suaves rasgos; había sabido atraer cierto número de damas de compañía, amigas de la corte y obviamente buenas doncellas. Disponía de todas las que se dignaba mirar; pero muy pocas le resultaban agradables o de confianza, y a otras que soportaba por la igualdad de gustos y pensamientos. Era a veces severa, pero no dejaba de tener un buen corazón. Magnifica en toda la extensión de la palabra, con una prudencia infalible. Y tal como le había enseñado a sus hijas, y después solamente a Britania, su dulzura, el cuidado que ponía en complacer a todo el mundo y el particular amor que demostraba a su esposo, el rey, la hacían una mujer digna de admirar. Tanto se había preocupado por educar a su hija con anhelo a la más estrecha virtud, pues la princesa tenía que ser tierna y firme a la vez. No dejó de adoptar precauciones inspiradas en el sentido y que juzgaba necesarias allí donde tan peligrosos ejemplos se ofrecían para su unigénita.  

CORONA DE ROSAS- La princesa blancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora