E I G H T | 008

1.2K 177 32
                                    

先生

F L A S H B A C K

Sus pequeñas piernas habían dejado de moverse hacía ya varios minutos. Aún así, el comlumpio seguía meciéndose levemente con la suave brisa que también hacía que el pelo de la chica golpeara su rostro. La vista de la joven estaba clavada sobre el suelo arenoso del parque.

Sus sentidos se mantenían alerta. Sin necesidad de alzar la vista podía decir con claridad lo que había a su alrededor. Oía las risas de aquella pareja de hermanos de poco más de ocho años que jugaban en el tobogán, oía a esa pareja de enamorados que miraban el atardecer abrazándose. También había notado a la familia que reía bajo un árbol a unos metros de ella. En otra ocasión hubiera sonreído inconscientemente ante el conjunto de escenas que se habían dado en aquel lugar, pero precisamente en ese momento no podía simplemente sonreír con la energía con la que siempre lo hacía.

—Prohibido... —murmuró frunciendo el ceño con expresión triste.

Jamás se había planteado desobedecer a sus padres o a su abuela. Esa idea nunca había pasado por su mente. Sin embargo, la última mirada que había recibido de su parte antes de salir corriendo de casa estaba cargada de decepción. No lo entendía. Ellos nunca le habían dicho que no podía hacerlo, ¿Por qué estaban decepcionados por hacer algo que no le habían prohibido?

Por primera vez en su vida estaba pensando en desobedecerles y el simple hecho de pensarlo había acelerado su corazón.

—¿Porque papá me lo prohibió? —susurró para si misma agarrando con fuerza las cadenas del columpió con frustración.

—¿Por que un padre le prohibiría a su hija verse con un desconocido todos los días? —le respondió una voz grave y rasgada.

La sangre se le heló y todos los miembros de su cuerpo comenzaron a temblar provocando que la chica cayera del columpió arrastrándose hacia atrás. Su corazón se disparó y su respiración se volvió pesada mientras observaba a aquel hombre que estaba sentado tranquilamente en el columpio de al lado. No importaba que tan afinados se volvieran sus sentidos, nunca sería capaz de escucharle antes de tenerlo al lado. Ahí estaba él, mirándola con una mirada seria y calmada y con el cigarrillo en la mano derecha.

La pelinaranja conocía mejor su aspecto que el de sus propios padres. Tal vez se debía al miedo que el adulto había inculcado en ella o quizás al hecho de que había tenido que analizarlo por mucho tiempo para intentar derrotarle. Fuera como fuese, jamás olvidaría ni la más mínima arruga del rostro de aquel hombre, ni su forma de caminar, ni su voz.

—Si lo ves todos los días ya no puede ser un desconocido —respondió en voz baja la joven aún paralizada. El adulto soltó una carcajada sarcástica.

—Que tierno por tu parte —se burló—. Bueno, puede que tu padre no este de acuerdo con que te lastimes entrenando. O con el simple hecho de que entrenes.

—No lo entiendo —dijo angustiada la joven apretando los puños. Recordó aquella vez que salvó a un niño en la estación de metro, su madre había llorado amargamente a pesar de saber que su pierna se regeneraría y ella no lo entendía. ¿Por qué no podía lastimarse? Las heridas se curarían.

El adulto la observó de reojo dándole una calada al cigarrillo. Claro que no lo entendía, solo era una niña. No entendía lo que era querer a alguien tanto como para desear que jamás sufriera ni la más mínima herida. Incluso el adulto rubicundo prácticamente había olvidado aquél sentimiento.

—No lo entenderás hasta que lo sientas en tus propias carnes —le dijo sencillamente. Aquella respuesta no dejó satisfecha a la chica.

—Pero... —el mayor se giró dedicándole una fría mirada que congeló a la chica haciéndola cerrar la boca de nuevo.

𝐇𝐀𝐑𝐌𝐋𝐄𝐒𝐒  || BNHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora