- ¡Seamos amigos!
- Mi-mirio, deberías... presentarte primero...
- Oh ¡Cierto!
~~~
-Relajaos chicos, seguro que el examen saldrá bien y entraremos los tres juntos a la UA.
Aunque ellos no sabían que ella no haría el examen junto a ellos.
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- ¡Vaya...
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Adara se encontraba frente a Tamaki y Mirio, con la cabeza agachada, sin saber muy bien que decir.
No sabía por dónde comenzar a disculparse, pero el rubio rompió el silencio que, para ella, había sido incómodo.
— ¡Enhorabuena! Has estado increíble. A Tamaki y a mí no nos ha ido muy bien— comentó lo último mientras se rascaba la nuca con una sonrisa avergonzada.
— Lo siento— se disculpó aún con la cabeza agachada—. Entiendo que estéis cabreados, tenía que contároslo, pero no sabía cómo... No os dije que mi padre me recomendó porque no quería aumentar la presión sobre vosotros— ambos amigos se miraron, para luego llevar de nuevo su mirada a la Todoroki—. Tal vez, si os lo hubiera dicho, el examen no os habría salido de la misma forma... Y...— una mano en su hombro hizo que dejase de hablar.
— No estamos cabreados— habló con voz suave Tamaki, regalándole una nerviosa sonrisa, provocando que Adara subiera la cabeza dubitativa.
— Tal vez... ¿Sorprendidos?— añadió Mirio con una gran sonrisa, manteniendo su mano sobre el hombro de la de cabellos albinos—. Es normal que no quisieras decírnoslo, querías ayudarnos. Y, probablemente fuese más difícil para ti, nunca te ha gustado mentir, siempre lo has dicho— continuó Mirio con su sonrisa aún en su rostro—. Y lo de tu padre también es normal. Nadie iría contando a todo el mundo que es el hijo del héroe número 2. Tiene que ser impresionante que tu padre sea el número 2.
— Solo de pensar en la atención que llamaría, se me revuelve el estómago...— murmuró Tamaki mientras se llevaba las manos a esa zona y temblaba.
Adara no entendía como era posible que no estuvieran cabreados.
Todo ese tiempo ella les había escondido todo y, pensaba que cuando ellos se enterasen, se cabrearían con ella.
Sin embargo, no les importó, les daba igual. Les importaba quien era ella, no quien era su padre ni de dónde venía.
Ambos jóvenes se sorprendieron de lo que estaban viendo.
— P-perdón... ¿Hemos dicho algo malo?— preguntó Mirio preocupado al ver el rostro de Adara, mientras movía las manos de una manera extraña.
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