Capítulo 2

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-¿Que...? ¿Qué? ¿Qué pasa?

Me despejé del todo cuando Jeffrey empezó a zarandearme violentamente.

-¡Andrew! ¿Estás bien?

Su cabellera rubia y rizada oscilaba cada vez que movía la cabeza.

-Sí, sí, estoy bien.

-¿Seguro?

-Sí, de verdad.

Sentí algo frío y duro debajo de mí, y me di cuenta de que estaba tendido sobre el suelo. Seguramente me había caído mientras tenía otra de mis pesadillas.

Entonces Primrose apareció por la puerta y vino corriendo hacia mí.

-¡Andrew! ¿Te encuentras bien?

Sus ojos azules me miraban con preocupación.

-Que sí que sí, de verdad.

-Deja que te ayude a levantarte -dijo ella, extendiendo la mano para que la agarrara.

Me levanté sin problemas.

-Has gritado un montón esta vez, casi me has dejado sordo -dijo Jeffrey, hurgándose la oreja.- Has sonado incluso más que cuando mamá tiene pesadillas.

-Mamá a tenido muchos problemas a lo largo de su vida -dijo Prim, lanzándole una mirada amenazante a su hermano.- Por cierto, podrías ir a avisarla de que todo va bien y que no ha pasado nada.

-¿Y por qué no vas tú? -dijo Jeffrey, resoplando.- Además, este no es tu cuarto, es el de Andrew y el mío, así que no se que haces aquí.

-¿Qué pasa aquí? ¿Ya estáis discutiendo otra vez?

La inminente aparición de Peeta hizo que los tres nos sobresaltáramos. Éste se acercó a nosotros, haciendo que su pierna de metal chirriara cada vez que apoyaba el peso de su cuerpo en ella.

Por fin alguien que puede poner orden.

-¿Qué ha pasado?

-Andrew se ha caído porque ha tenido una pesadilla -dijo Jeffrey, poniendo sus ojos grises en blanco-, ¿es que no lo has escuchado gritar?

-Por supuesto que lo he escuchado, si no no habría preguntado- dijo, con peligrosa tranquilidad, como si le estuviera diciendo a su hijo que no le hablara así a su padre.

Normalmente, Peeta no es así, solo cuando está muy enfadado o muy cansado y no quiere que le molesten.

La tensión en el ambiente era palpable.

Su expresión se fue relajando poco a poco, hasta recuperar su amabilidad de siempre.

-Venga, todos a la cama.

Prim salió de la habitación y volvió a su cuarto. Jeffrey, lentamente, se dirigió a su cama y se acostó, pasándose las sábanas por encima y yo lo imité. Me arropé y me puse de lado, mirando a la pared y dándole la espalda a Peeta y a la puerta.

En cuanto se escuchó el chasquido de la puerta, Jeffrey se dio la vuelta para mirarme, pero al ver que estaba vuelto de espaldas, dijo:

-¿Por qué tienes tantas pesadillas?

Parece que la discusión que acababa de tener con su padre se había olvidado y había dado paso a una curiosidad propia de sus 12 años.

-No lo sé, porque no me acuerdo.

Y era verdad, porque lo único que recordaba cuando salí de la Caja era mi nombre.

-Aunque puede que sea porque yo también he pasado por mucho -continué.

El Final de las HistoriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora