Capítulo 5

79 5 2
                                    

La mujer de mediana edad y vestida de rosa estaba sentada frente al escritorio del despacho de su gran casa, que estaba decorado con delicada porcelana y tapices rosas. Siempre rosa. También tenía imágenes de gatos en las paredes, que maullaban de vez en cuando.

La mujer miraba con soslayo una carta que estaba encima de la mesa, y que tenía un aire importante. Dos grandes emes estaban en el reverso de ella y en el que también ponían el destinatario y la dirección "segunda planta a la derecha, en el despacho".

Ella agarró un abrecartas y rajó el sobre con las manos temblorosas, temiéndose lo peor.

Lentamente, cogió el documento y cerró los ojos suspirando. Intentaba tranquilizarse.

Finalmente, lo leyó.

MINISTERIO DE MAGIA DE REINO UNIDO E IRLANDA

Carta de despido.

Yo, Hermione Jean Granger, actual ministra de magia, ceso a Dolores Jane Umbridge por no haber cumplido las expectativas que todo buen mago o bruja trabajador en el Ministerio necesita. A continuación se nombran las faltas leves y graves con su determinada fecha para justificar el despido: Lunes, 3 de Septiembre de...

La mujer arrugó la carta y la tiró al otro lado de la habitación, encolerizada. No quería seguir leyendo. Pero la ira dio lugar a la tristeza; le empezó a temblar la barbilla y se le humedecieron los ojos.

-Asquerosa Granger... Arpía... Siempre teniendo que entrometerse en todo... Lo supe desde que le di clase por primera vez... Odiosa... Seguro que es una venganza... Pero esto no va a quedar así...

Se levantó y se puso a dar vueltas alrededor del escritorio, sin dejar de especular. Estaba tan triste y enfadada que no se dio cuenta de la sombra que se levantaba, amenazante, en el rincón donde se había arrojado la bola de papel.

-¿Enfadada...? -susurró una voz al oído de la mujer, haciendo que se sobresaltara.

-¿Qu-quién anda ahí? -dijo ella, con voz temblorosa. Rápidamente sacó su varita, la alzó, y giró sobre sí misma, apuntando a todas direcciones.

Como no volvió a escucharse, la fue bajando lentamente.

-Me lo habré imaginado... La presión del despido me está volviendo loca... He de tranquilizarme...

-No reprimas tu dolor -volvió la voz-, aliméntate de él, hazlo más fuerte, y jura venganza.

Esta vez sabía que no se lo había imaginado.

-¿Quién eres? ¿Eres el que me lleva vigilando todo este tiempo?

-Tal vez...

-Pensaba que era algo del Ministerio, porque me pusieron en periodo de prueba... Espera... ¿Trabajas para el Ministerio?

-Lucho contra él... Me hicieron algo horrible, de lo que no pude recuperarme... Por eso ahora soy una sombra, un espejismo, etéreo, sin un cuerpo en el que alojarme... Y por lo que veo tu estás en el mismo bando que yo...

-¿Qué quieres decir con que estamos en el mismo bando?

-¿No los odias tú también?

-Al Ministerio, no -dijo ella con voz chillona e infantil-. Hasta hace poco trabajaba allí, y disfrutaba, porque era un buen empleo. De los más importantes. No, a quien odio es a la ministra, la asquerosa y sabelotodo Granger, miss perfecta, siempre queriendo ser la mejor en todo.

-O sí, es a la que más odio de todos -dijo la sombra con peligrosidad.

La mujer se sentó sobre la silla, resoplando. De repente, se sintió muy cansada, y derrotada, como notando de una vez lo mayor que le había vuelto el paso de los años.

La sombra se acercó a ella.

-¿Sabes? No tener cuerpo tiene sus ventajas, no muchas, pero tiene. Por ejemplo, puedo hacerle todo el daño que quiera a la ministra -la cara de la mujer se iluminó-. Si, suena genial, ¿verdad? Pero...

-Uff, odio los peros.

-...necesito ayuda -continuó, ignorándola-. No puedo hacerlo yo solo, ya que mi cuerpo me inpide hacer determinadas cosas... ¿Podrías... ayudarme a hacerlo?

La mujer pareció meditar la propuesta un poco. Finalmente habló.

-Suena demasiado bien y fácil... ¿Seguro que no te saltas nada? ¿Qué he de darte a cambio?

-Solo ayuda, y te soy completamente sincero, no hay nada que no te haya dicho sobre el plan.

Se calló, dejando que pensara sus posibilidades. Todo sonaba muy tentador, demasiado, a decir verdad. Una voz le decía que no debía fiarse de una sombra, sedienta de venganza por algo que ni siquiera le había contado, a la ligera. Pero por fin se le presentaba la oportunidad de hacer justicia y poner la situación de su parte. Sí, estaba decidido.

-Vale, te ayudaré, pero solo a la parte que concierne a la ministra.

-Haces bien -dijo la sombra, satisfecha. Poco a poco iba desapareciendo, cumplido su trabajo en ese lugar-. Te aseguro que no te arrepentirás. Además, si todo sale según lo previsto, podrías llegar a ser la nueva ministra, y todos trabajarían bajo tu poder.

- Eso espero -dijo ella, con una sonrisa malévola.

La sombra se evaporó definitivamente, dejando a la mujer sola con sus pensamientos.

Ya no había vuelta atrás.

El Final de las HistoriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora