Capítulo 1

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Era un día normal. Yo estaba en mi normal instituto del Distrito 12, sentado en mi normal silla, escuchando a una normal profesora dar una normal (y bastante aburrida) clase de historia de Panem.

-El Capitolio se construyó en un lugar llamado las Rocosas...

Entonces, miro a la pared y veo una deformación en la esquina superior derecha. Me asusto y miro hacia la profesora. Pero no era la misma. Tenía un remolino negro por cabeza.

Miro a mi alrededor pero ninguno de los alumnos parece haberse percatado de nada extraño.

De repente, desaparece la clase, convirtiéndose en un frondoso bosque.

Habían desaparecido los pupitres y la profesora.

Los alumnos se transformaron en enormes mutos parecidos a lobos y osos.

Y yo me había convertido en un sinsajo.

Mi plumaje era celeste, como el cielo, mi pico puntiagudo anaranjado y mis ojos verdes.

Me volví y vi a los mutos que hace unos momentos eran mis compañeros. Me miraban. Con deseo.

Me había convertido en la presa.

Y eché a volar.

Tras varios minutos en el cielo, con los mutos pisándome los talones, sentí que una flecha pasaba rozando mi cabeza. Me detengo en el aire y veo una nube de las mismas volando hacia mí. Volé en zig-zag esquivando todas las que podía, hasta que una me acertó de lleno en la ala derecha.

Caí como una avión averiado, y en cuanto toqué el suelo me volví a transformar en humano.

Escuché los aullidos y los gruñidos de los mutos, y eso me hizo reaccionar. Me levanté y salí corriendo por el bosque.

Llegué a un claro, con un pequeño bosque por el que había entrado y rodeado entero por unos altos muros.

Vi un gran espacio entre una pared y otra y fui corriendo hacia allí.

Cuando llegué a la abertura me paré en seco y miré hacia atrás. Por los lindes del bosque estaban apareciendo los primeros mutos. Decidí adentrarme en el lugar.

Tras los muros había muchos corredores que, al ir recorriéndolos, me di cuenta de que llevaban al mismo sitio o que no tenían salida. Y entonces lo entendí.

Era en un laberinto. Y yo estaba completamente perdido.

Después de horas intentando salir de él, escuché un aullido que me puso los pelos de punta. Eso significaba que no se había acabado la persecución y que seguían buscándome.

Pero también se oía una especie de sonido chirriante y mecánico. A veces se escuchaba más fuerte y otras más suaves.

Llevado por la curiosidad, fui adentrándome por varios pasillos y corredores, hasta que descubrí qué hacía esos sonidos.

Laceradores.

Estos se percataron de mi presencia, y fueron hacia mí.

Aunque nunca antes hubiera visto uno de verdad, sabía que no me podía reparar nada bueno. Así que eché a correr.

Genial. Ahora no solo me perseguía una manada de mutos, sino que también tenía que escapar de un puñado de laceradores.

Llegué a un callejón sin salida. Los laceradores estaban muy cerca, y estaban a punto de acorralarme. Me di cuenta entonces de que el muro que me cerraba la libertad tenía unas plantas, enredaderas y lianas, que trepaban hasta su superficie.

Y se me ocurrió una idea.

Empezé a escalar el muro agarrándome con fuerza a la vegetación, y poco a poco, subía hasta mi salvación. Lo importante era no mirar abajo.

Con mucho esfuerzo, conseguí llegar a la cima, y me quedé tirado en el suelo, exausto.

Después de unos instantes de recuperación, me levanté y miré a mi alrededor. El laberinto había desaparecido. En su lugar estaba una gran ciudad, cercada por unas enormes vallas.

Yo me encontraba en la azotea de un gran edificio, desde el que se divisaba todo el territorio.

Chicago.

Me asomé un poco por la cornisa. Vi una caída de unos 60 metros hasta el suelo, en el que había un agujero en el que no se podía ver el fondo.

Con lo que a mí me gustan las alturas.

Como no había otro sitio por el que podía escapar, me subí al borde del saliente. Dios. Qué miedo. Estaba temblando.

No pienses. Solo salta.

Y salté.

Después de unos segundos suspendidos en el aire, caí, sintiendo un vacío en el estómago.

Vi el suelo haciéndose más cerca, y justo cuando llegaba a entrar en el agujero... una escoba venida de la nada me recogió al vuelo.

Cuando me recuperé de la conmoción, me senté bien en ella, ya que estaba sentado de lado, pero la situé entre las piernas. Era una Saeta de Fuego, nada menos.

De repente, escuché un rugido que me puso la piel de gallina. Giré la cabeza, y vi un enorme reptil alado que me perseguía, echando fuego por la boca. Tenía las escamas doradas.

Era un dragón. Un Colacuerno Húngaro, para ser más exactos.

Divisé entonces unas torres con el tejado puntiagudo, y cuando me puse a sobrevolarlo, entendí que era un enorme castillo.

Hogwarts.

El dragón exaló una bocanada de aire y expulsó, lo que a mí me pareció, todo el fuego que un dragón puede echar.

Viendo la bola de fuego que se acercaba, hice un movimiento brusco con la escoba, haciendo que virara a la izquierda, dirigiéndome a un puente con muchos arcos y que conectaba la puerta del castillo con la entrada principal.

Y se me ocurrió una idea.

Con mucha precisión, apunté con la escoba hacia uno de los arcos para pasar por ahí y darle esquinazo al dragón, que perdería tiempo sobrevolando el puente y ganaría ventaja.

Pero el reptil, viendo mis intenciones, aceleró el vuelo y abrió sus fauces, y cuando estuvo justo detrás mía, las cerró entorno las cerdas de la escoba.

La escoba se volvió loca y se puso a agitarse intentando soltarse de los dientes del dragón, y con uno de sus zarandeos, inusualmente más fuerte que los demás, perdí el equilibrio y me caí de la escoba, pero en el último momento conseguí agarrarme con la punta de los dedos.

Pero no pude aguantar más agarrado a la escoba, y se me resbalaron los dedos. Y esta vez sí caí.

Me estrellé contra un suelo rocoso, y como llegué de lado, me hice daño en el brazo izquierdo.

Pero no podía reponerme, porque una manada de mutos, laceradores y un dragón se abalanzaban sobre mí. Así que me levanté como pude y empecé a correr.

-...Andrew...

Pero a los 10 segundos me tropecé con una piedra que sobresalía y volví a caer, y esta vez no pude levantarme...

-Andrew...

...se acercaban cada vez más...

-Andrew.

...estaban sobre mí...

-¡Andrew!

El Final de las HistoriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora