Capítulo 07: Soulless Creatures

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Park Jimin supo desde muy temprana edad que era homosexual. Él siempre fue distinto a sus amigos, en el sentido de que era más delicado y no le gustaba lo que a los chicos de su edad normalmente les gustaba -o se suponía que tenía que gustarle-, teniendo cierta tendencia por las cosas que son catalogadas como femeninas.

A la edad de doce años, fue la primera vez que se abrió a alguien asumiendo en voz alta su gusto por los chicos. Fue con Kim Seokjin, su mejor amigo y a su vez, amigo de sus padres. Recuerda que fue en el jardín de su casa, estaba sentado con miles de pensamientos atormentándolo porque sus compañeros lo molestaban y lo dejaban solo en los recreos y al momento de tener que hacer grupos de trabajo.

Él sabía que, si les decía que a él gustaban de los chicos y no de las chicas, aquella situación empeoraría.

Abrirse con Seokjin fue un alivio para su alma y con el tiempo, tuvo la valentía de hacerlo con su madre, quien también lo aceptó y le confesó que, dentro de ella, ya lo sabía. Sin embargo, respecto a su padre, fue todo lo contrario.

Los recuerdos con su padre eran algo similar a una pesadilla. Nueve de diez recuerdos que tiene con él, corresponden a golpes, insultos y gritos respecto a su forma de ser y expresarse. Su padre detestaba que Jimin fuera tan distinto a como se suponía que tenía que ser un chico común y corriente y, a medida que crecía, la situación solamente empeoraba.

El primer golpe llegó a los nueve años cuando le dijo que se había inscrito al club de baile en vez de básquetbol. El siguiente fue cuando llegó a casa con las uñas pintadas a la edad de trece años. Sin embargo, ninguna golpiza fue peor a como cuando su padre lo encontró besándose con un chico en su habitación a los catorce. Cada golpe dolía, pero su corazón y su alma ardían como el infierno, pues no se podía explicar cómo es que la persona que se suponía que debía de amarlo y protegerlo más que nadie en el mundo, podía de hacerle eso.

Y cuando creyó que nada podía ser peor, todas sus pesadillas tomaron se ensamblaron cuando su madre decidió intervenir con el fin de protegerlo. Las peleas aumentaron y la violencia que se suponía que debía de recibir él, se enfocó en ella. El dolor físico era significativamente menor, pero el daño que recibía al ver a su madre ser golpeada dolía bajo sus antiguas heridas cicatrizantes. A veces deseaba ser él en las manos de su padre recibiendo aquel dolor al que ya estaba familiarizado. Estaba seguro de que dolería menos, pero era joven y cobarde.

Recuerda que la psicóloga le pidió que relacionara lo que había vivido con un color o una cosa, y la respuesta fue simple: rojo. Un vívido y furioso rojo.

Nunca le gustó el color rojo. Cada vez que lo veía, lo relacionaba a los ojos furiosos de su padre al verlo hacer algo que, según él, no era masculino o de su agrado. También, rojo era el color de sus uñas cuando lo golpeó por segunda vez. Sin embargo, lo que más daño le hacía, era asociarlo a la sangre. Le daban nauseas el solo recordar la sangre saliendo de las heridas de su madre y de él mismo. Podía recordarla manchando el piso de su casa, su ropa, el agua al lavar sus heridas o bañarse y cayendo por su piel.

Hasta el día de hoy tiene cierto rechazo por aquel color, aunque no tan fuerte como hace un par de años atrás.

Se podría decir que el tiempo provocaba que se estuviera reconciliando con su pasado.

—Me teñí el cabello rojo —Jimin sonrió y se tiró a su cama viendo el techo, sosteniendo con su mano derecha el teléfono—. Sé que no te gusta mucho ese color, pero quería un cambio. ¿Tu sigues con tu cabello rosa?

—Sí, pero creo que me lo teñiré negro —contestó frunciendo sus labios.

—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! Pero si adoras tu cabello rubio.

Éxtasis // VMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora