Lo que siempre quise
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Manhattan, NY, EU
Minako, Seiya y Haruka estaban sentados en una pequeña mesa circular, charlando en el Peet's Coffee. A pesar de que sabía que le quedaba un largo recorrido, ya estaba nerviosa. No dejaba de mirar la pantalla de su celular para asegurarse una y mil veces no llegar tarde a la sala de abordaje. Tanto Haruka como Seiya creían que se le había ido la olla cuando anunció repentinamente sus planes. No solamente iba a irse a Inglaterra a probar suerte en la moda —además de lo obvio—, si no que había decidido vender el apartamento. Aunque sólo Haruka se trepó de las paredes. No podía creer que la tontuela esa fuera a deshacerse de una propiedad en Park Avenue por la que había una lista de espera de diez años para alquilar o comprar. Pero Minako ya estaba muy decidida. Además, dejó instrucciones claras a su abogado que cada dólar fuera donado al albergue de animales y la caridad. No quería nada de Kunzite, ni siquiera simbólico y además no le hacía falta. Y como él siempre había sido un avaro que farfullaba que los pobres eran desdichados por haraganes, no pensó en mejor manera de vengarse secretamente de él que ésa. Ni siquiera cuando vio en la página seis del New York News que acababa de comprometerse con la mocosa rusa se le movió un pelo. Tenía cosas más importantes ahora en qué pensar.
Antes de deshacerse de la mayoría de sus cosas, también telefoneó inesperadamente a sus padres. Resultó tan bien como podría resultar una plática incómoda, esperanzada y algo rara entre un padre o madre y una hija que casi no se hablaban, pero no fue malo del todo. Minako recibió mejores resultados de los que esperaba. Incluso su madre la invitó a pasar algún verano en los Hamptons si es que quería, y ella aceptó muy contenta. Todo parecía estarse acomodando en la dirección correcta, y rogaba porque aquella racha de buena suerte no se le fuera antes de pisar Castleton.
La pantalla de destinos y sus horarios más cercana cambió entonces, y se puso de pie de un salto. No veía la hora de estar en volando a Europa.
—Bueno, es momento... —anunció sonriente echándose una maleta mediana al hombro. Nada qué ver con el montón de cosas que había llevado la última vez. Si todo marchaba bien, ya las mandaría enviar.
Los tres se dirigieron al acceso de la sala de abordaje. Haruka seguía notándose media reticente a la idea, pero Seiya estaba muy ufano. No dejaba de silbar y bromear al respecto.
—Parece que aquí nos despedimos, preciosa —dijo Haruka.
A Minako le empezaron a picar los ojos, pese a que se había prometido no llorar.
—Sí... muchas gracias por todo a ambos. No sé que hice para merecer a tan geniales amigos —gimió sentimental, y les dio un fuerte abrazo a cada uno por separado.
—¿Quién dijo que nos merecieras? Sólo te hablamos porque nadie más te aguanta —picó Seiya. Minako le dio un pequeño golpe en el hombro.
—Lo mismo digo, desgraciado. Y gracias por darle trabajo a la señora Walsh con tus amigos.
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Un amor de intercambio
FanfictionUsagi y Minako tienen vidas totalmente distintas pero tienen algo en común: ambas tienen el corazón roto, y quieren huir para olvidar. Así que durante las fiestas navideñas intercambian lugares sin saber que el verdadero amor también podría estar ag...