4.
¿Otra vez tú?
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Manhattan, New York, EU
Usagi abrió los ojos con pesadez. ¿Qué hora era? Miró la hora de su celular y eran las once de la mañana. Uf, había dormido casi doce horas continuas. Debía ser cosa del jetlag, y también que ésas pesadas y modernas persianas del ventanal hacían que la habitación pareciera siempre de noche. Era perfecto. Se desesperezó, se estiró y luego de estar remoloneando al menos media hora, se puso las pantuflas. Saludó a la hermosa Gran Manzana dejando que el aire fresco entrara y se dirigió a la cocina. Estaba muerta de hambre.
Una mujer de edad mediana, regordeta y vestida con una falda negra y una blusa blanca le miró desde la cocina. Usagi se llevó una mano al pecho sobresaltada.
—Buenos días, señorita Tsukino. ¿Le apetece desayunar ya? —le preguntó en tono amigable y profesional.
Usagi abrió la boca alucinada, pero no sabía si por no haber detectado la presencia de otra persona en el apartamento, o porque además la desconocida sabía su nombre o porque quería hacerle el desayuno. Se acomodó la pijama de franela, arrugada, pero como sus odangos eran un desastre, prefirió no hacer nada más por arreglar su apariencia.
—Perdón... yo no sé quien es usted —le dijo en voz bajita, incapaz de ocultar su cohibida timidez. La mujer sonrió y le puso sobre la flamante barra de mármol de la cocina un vaso de cristal con zumo de naranja recién hecho. De pronto, Usagi recordó lo sedienta que estaba, y lo tomó sin rechistar.
—Siento si la asusté. Soy la señora Walsh, el ama de llaves de la señorita Aino.
—Oh, gracias. Esto... ¿cómo le va?
La señora Walsh sonrió otra vez. Usagi se puso colorada y le dio otro largo trago al jugo fresco. No parecía muy conversadora.
—Bien, señorita. ¿Quiere ya el desayuno?
Usagi sacudió la cabeza mientras se sentaba en una de las sillas altas. Estaba demasiado dormida y aturdida para entender que tenía a una persona de servicio a su disposición. ¿Aquello estaba bien? Minako Aino no era su amiga, ni su pariente... sólo habían intercambiado casas unos días. A lo mejor no debería aceptar.
—Um... señora Walsh, si Minako... eh, si la señorita Aino no está no tiene que trabajar para mí. Yo me ocuparé de limpiar o cocinar lo que se necesite...
—Trabajo de planta y mis indicaciones fueron claras, no se preocupe por eso. ¿Panqueques?
Usagi suspiró, entre avergonzada y tentada. Bueno, ¿quién era ella para llevar la contraria de algo que ya estaba dicho y no permitir que la fortuna por una vez le sonriera y dejarse consentir? Nunca lo hacía. Era como encontrar un billete grande tirado en la acera. Lo recoges, no lo dejas ahí.
—Claro, gracias.
—¿Con tocino y huevos? —le volvió a sonreír —. Es una costumbre americana.
—Sí, suena delicioso.
Le tendió una canastilla con crossints pequeños recién hechos y Usagi se devoró dos en menos de un minuto. A decir verdad, la última comida caliente que había probado había sido ése hot dog gigante, y prefería no recordar el contexto que lo relacionaba. Comió y bebió el café espumoso, hecho con cafetera de primera, leyendo un ejemplar del New York Times del día; demasiado deleitada con las comodidades para poder decirle algo cortés a la mujer, que ahora estaba limpiando un estante de la cocina en silencio.
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Un amor de intercambio
FanfictionUsagi y Minako tienen vidas totalmente distintas pero tienen algo en común: ambas tienen el corazón roto, y quieren huir para olvidar. Así que durante las fiestas navideñas intercambian lugares sin saber que el verdadero amor también podría estar ag...