Usagi y Minako tienen vidas totalmente distintas pero tienen algo en común: ambas tienen el corazón roto, y quieren huir para olvidar. Así que durante las fiestas navideñas intercambian lugares sin saber que el verdadero amor también podría estar ag...
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—¡Vaya! ¿Y tú qué haces acá, papá?
Con una lentitud amenazadora, Minako se giró y arqueó ambas cejas. Yaten estaba estoico y desorientado, como si alguien hubiera jalado la alfombra debajo de sus pies.
—Sí, papá... ¿por qué no nos lo explicas? —preguntó Minako con un falso tono meloso. Sus ojos traslucían contrariamente querer picarlo en cachitos con un cuchillo.
Yaten carraspeó discretamente y salió de la casita a pasos apurados.
—Shen, ¿qué haces? Deberías estar con tus abuelos.
El niño hizo un mohín caprichoso y frunció el ceño.
—La abuela quería ir de compras por los regalos y eso me aburre. Quería saludar a Usagi y me regalara uno de sus donuts.
—Usagi está de viaje, no volverá hasta enero. Minako se está quedando en su casa —agregó con una combinación de sutileza e incomodidad por nombarla.
Shen dirigió su curiosidad otra vez hacia la rubia, que mantenía los brazos cruzados y miraba a Yaten con cierta hostilidad.
—¿Eres hermana de Usagi?
Minako le miró parpadeando.
—No.
—¿Su prima?
—Er... no.
—¿Su tía?
Ella se puso las manos en las caderas.
—¿Te parezco de la edad para ser su tía? —preguntó irritada.
Un hombre alto y de pelo castaño venía corriendo apresurado hacia ellos.
—¡Perdón! —jadeó alcanzando a Shen y hablándole a Yaten—. Traté de detenerle, pero ya sabes cómo es...
—Sí, es imposible —le sonrió Yaten mirando significativamente al niño con regaño. Este sólo se encogió de hombros y se puso a jugar con la nieve que había debajo de sus zapatos.
El desconocido reparó en la presencia de Minako y tras pestañear sorprendido, extendió su mano hacia ella.
—Encantado, soy Taiki —se presentó amablemente. Ella accedió a saludarlo, aunque lo hizo con algo de retraso.
—Minako. Mucho gusto.
Durante unos segundos todos parecieron quedarse en pausa. Yaten se aclaró otra vez la garganta y se dirigió al pequeño, agachándose y poniendo una mano en su hombro:
