Capítulo 16: Diagnóstico

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—Su madre ha sido diagnosticada con Alzheimer.

Nuevamente mi mundo se estaba desmoronando. Parecía que el destino no había quedado conforme con la muerte de mi padre y necesitaba destrozar la de mi madre y, de paso, la mía.

—Está recién comenzado la etapa leve. Está en la edad en la que se presentan los primeros síntomas.

—¿Puedo saber cómo lo supo?

—Los enfermeros me dijeron que la había visto en navidad y la había golpeado. Después de año nuevo le pregunté acerca del evento y no recordaba haberla visto y menos golpeado, dijo que no tenía razones para hacerle eso a su hija —explicó—. No quise hablarle hasta tener un diagnóstico seguro... y ahora lo tengo.

Estaba aguantando lo más posible el descompensarme ahí mismo.

—Comenzaremos el tratamiento lo antes posible para evitar que sus células mueran rápidamente, pero debo decirle que es una enfermedad difícil. Llegará a un punto donde no la recordará y ella no podrá hacer cosas cotidianas sin ayuda.

—¿Cuánto vivirá?

—Normalmente, los pacientes con Alzheimer viven entre tres y ocho años después del diagnóstico. Aunque hay excepciones. Conozco personas que han vivido hasta veinte años más.

Asentí. Esperaba que mi madre no fuera una de esas.

—Una última cosa —me dijo—. Será de suma importancia que usted se cuide y lo haga con las generaciones futuras de su familia, ya que es más probable que puedan tener la enfermedad.

—Entiendo.

—Hay ejercicios simples que pueden ayudar a evitar la enfermedad, incluso algunos cotidianos —informó—. La veré para hablar sobre el progreso de su madre y como se va desarrollando la enfermedad.

Sacó un tríptico del cajón de su escritorio y me lo entregó.

—Ahí están explicadas las etapas de esta enfermedad, el tratamiento y otros datos que son importantes. Sería bueno que lo leyera.

—Lo haré. Gracias, doctor.

Estrechamos nuestras manos y me acompañó a la puerta de su oficina.

Cuando llegué a la salida del hospital, mi guardaespaldas estaba junto a la puerta esperando.

—¿A dónde vamos, señorita?

—A la casa.

—Entendido.

Mi abuelo me había convencido de andar con un guardaespaldas de un lado para el otro después de lo que había pasado con el secuestro. No le había discutido demasiado, ya que, comprendía su preocupación y yo tampoco quería volver a pasar una situación como esa nuevamente, en tan poco tiempo.

En el viaje de vuelta a casa me dediqué a darle vueltas al asunto, no ganaría nada con eso, pero era imposible no pensar en ello. En el fondo de mi ser, aún no lograba asimilarlo.

Leí la información del tríptico y con cada cosa que leía me sentía más deprimida.

Alzheimer...

¿Qué acaso mi mamá ya no tenía suficiente con su depresión?

Cuando entré a la mansión, fui directo a mi cuarto y me encerré hasta que en la tarde alguien tocó mi puerta.

Allison, ¿estás bien?

Debía contarle a mi abuelo lo que sucedía, después de todo, mi madre también era su familia.

¿Matrimonio? [Compromisos #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora