El ligero cuerpo de Damian se cierne sobre el suyo, empujando sus caderas en un compás repetitivo, buscando mayor fricción con cada movimiento. Sus labios se juntan en un beso desesperado, rápido. Un beso que busca con anhelo el cariño en cada succión, robándole oxígeno con cada suspiro.
Puede sentir el cosquilleo en su piel cuando las pequeñas manos se cuelan bajo su playera. Damian siempre ha tenido esa obsesión por sentir el contacto piel con piel, una necesidad de la que es consiente, una necesidad que el chico necesita apaciguar.
Le permite tener el control del juego, dejando que Damian marque el camino a seguir, facilita el acceso en cada uno de sus movimientos, permitiendo que Damian arrebate las prendas que le impiden tomar su objetivo. Deja que Damian tome lo que necesite, los besos que quiera, las caricias que pida, el calor que desee, brindándole todo el amor que aún piensa que debe de ganar.
Damian poco a poco detiene sus movimientos, dejando que sus pulmones puedan volver a respirar. No sigue con su arrebato, o sus movimientos desesperados. Lo observa a los ojos, aquellas joyas jade que nunca ha tenido el placer de observar brillar, y ahora se pregunta.
¿Cómo es que alguna vez lo pudo odiar?
Recordando al niño de diez años que rechazó, marcándolo como asesino, señalándolo como un monstruo, tachándolo de un demonio que solo buscaba la muerte en cada paso.
Empuja el cuerpo de su compañero contra la cama, dejando a Damian recostado sobre las sabanas. Un pequeño grito de sorpresa escapa de sus labios ante el cambio de posiciones inesperado. Antes de que pueda protestar ante el intercambio, roza superficialmente sus dedos en su pecho desnudo, percibe rápidamente el escalofrió que recorre la piel desnuda de inmediato, el carmín sube por su redondo rostro.
Sus caricias viajan a las marcas pintadas en su tierna piel, las manchas violetas que invaden la suave piel y las odia con todo su ser. Los chupetones que se remarcan, como una burla a su incompetencia, recordándole que falló protegiendo a Damian.
Acaricia las manchas sin ceremonia, acercando sus labios al mal chiste, y las besa, besa cada una de ellas. Tomando la piel que le pertenece, encargándose de borrarlas con sus propias marcas. Los pequeños arrullos no tardan en escapar de los labios de su amado, permitiéndole apreciar con total claridad los espasmos en su pequeño cuerpo, prometiendo en un susurro sobre su piel maltratada que nunca volverá a pasar.
Damian es un niño exigente, impaciente, ansioso, un pequeño príncipe sin reino. Puede saberlo, aprendió a escucharlo, entenderlo sin palabras, comprender sus sentimientos con solo su mirada, y hoy, por primera vez, cederá ante sus deseos.
—Damian, ¿Estás seguro de esto? —Pregunta sin estar seguro de cuál es la respuesta que quiere escuchar.
—Sí —responde sin duda en su voz—. Demuéstrame que eres digno. Muéstrame el amor que me proclamas.
Es todo lo que dice y es todo lo que necesita escuchar. Vuelven a juntarse, besando los labios ajenos sin reglas, sabiendo que lo que harán ya no podrá cambiarse jamás. Sus cuerpos vuelven a juntarse, puede sentir el miembro de Damian pegado en su costado, pero no puede objetar no se encuentra en mejores condiciones.
Aun se siente confuso, desorientado. Su cerebro le hace saber que esto está mal, su conciencia le arremete sin piedad. Damian es un menor de edad, es su hermano pequeño, es un niño que ya ha sufrido suficiente maltrato, negligencia, abandono, y lo peor de todo, el abuso sexual. Siente que es un bastardo, que se beneficia de la situación, sacando provecho de un niño que solo busca amor.
¿Qué lo diferencia de Jason?
¿Qué le hacía diferente a Slade?
¿De los bastardos de los callejones?
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Sucio
RandomTim empieza a notar comportamientos extraños de parte de su hermano menor Damián, nadie parece tomarle la debida atención después de todo el menor siempre a sido alguien extraño. Sin darse cuenta entra a un terreno desconocido donde intentará ayudar...