Verdad

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Alguna vez... en algún lugar... en algún momento.
¿Deseaste la muerte de una persona?

Él por segunda vez en su vida deseaba asesinar con sus manos. Quería cobrar venganza. Venganza por un niño que no pudo defenderse, un niño que con voz entrecortada pidió ayuda, salvación...

Pero nadie vino.

Un niño al que no le enseñaron a sonreír, a jugar, a compartir, amar y soñar, nunca supo que era ser feliz. Un niño que jamás en su vida había surcado el cielo, nunca había navegado en el mar de la curiosidad, nunca observó el cielo estrellado intentando contar cuántas estrellas había en el cielo.

En cambio, a ese niño se le enseñó que la oscuridad era el mejor escondite, que un arma era su protector, la soledad era su mayor confidente, y el dolor su mejor amigo.

Un niño que solo deseaba amar y ser amado con la misma intensidad.

Decidió confiar en el caballero de brillante armadura sin pensar en quién podía estar detrás.

Un niño que con inocencia confió en aquel que le prometió cuidado y amor. Solo para ser lastimado de la peor forma posible.

Damian era un niño tan pequeño, que no pensó que aquel toque sobre su tierna piel era anormal, sin notar lo que realmente significaba. Nunca conoció nada más que maltrato, abuso, insultos y llanto. Llegando a un punto en el que pensó que era normal.

Pero aún con aquella latente batalla, aun cuando descubrió lo que realmente pasaba, soportó cada golpe, resistió las derrotas y humillaciones. Damian seguía de pie, de pie ante un mundo que lo quería de rodillas.

Y él vio lo que realmente sufría el niño que llamó un monstruo, insensible, bastardo, demonio, asesino.

Dejándose llevar por las apariencias dictadas, juzgando las acciones contrarias. Pero ahora, hoy, y siempre, decidió proteger al niño abandonado por la luz, al niño que convirtió la oscuridad en su manto, el niño que llora en silencio y grita en soledad.

Por ese niño, que ha crecido en las llamas de guerra, está dispuesto a mancharse las manos, de cruzar una barrera impuesta por aquel que les dio cobijo. Con pesar, remordimiento y un sabor amargo en sus papilas, se descubrió amando al niño de ojos color jade y sonrisa apagada.

Se descubrió amando todo de él, los trazos pintados en lienzos blancos, descubrió el anhelo de los versos clamados a la luna, deseando que sean dedicados a él, descubrió con ternura la calidez en el cuerpo ajeno a la hora de dormir.

Esclavo del chico que lo proclamó idiota.

Deseoso de que nadie más lo pueda lastimar.

Sí, es estúpido enamorarse de su peor enemigo, del hijo de quien le proporcionó cobijo, de un chico heredero de tierras lejanas.

Sí, se convirtió en un pobre idiota. Cuántas veces puso primero el cerebro al corazón.
Y aquí, en medio de la soledad de la noche con su fiel amiga que ilumina el cielo nocturno, mandó a la mierda todo lo que un día creyó.

Arma en mano, implorando a un dios impotente que todo sea mentira.

Que el llanto del niño fuera causado por alguien que no conociera, que el nombre manchado no fuera el de él, que aquellas palabras dictadas por Slade fueran dichas con veneno para romper la poca familia que les quedaba.

Que Jasón fuera inocente de los actos que se le imponían.

El sonido de los pasos ajenos llegó a sus oídos.

SucioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora