Sucio

Frío

¿Porque?...
Las preguntas se repiten incesante en su cabeza...
¿Cómo paso esto?...
Pregunta a la nada, quien no le contesta.
¿Porque nunca lo noto?
Se repite en un coro incesante de pánico, culpa y remordimiento.

¿Por cuánto tiempo había pasado esto?
¿¡Como mierda es que nunca lo noto!?
¡Qué clase de padre era sino noto el dolor en su hijo!
¡Se hacía llamar detective! ¡Se hacía llamar héroe!
Y nunca noto lo roto que se encontraba su pequeño niño.

Los archivos están ahí, las fotografías no son alteradas, la triste verdes es claras, los diagnósticos cuadran, las fechas de las notas solo aumentan, los vídeos de los callejones son su sentencia.

Todo pasaba bajo sus narices, todo en las calles de su ciudad. Se suponía que él era el vigilante de Gotham, el que cuidaba de sus ciudadanos, quien rescata a niños abandonados por la sociedad, niños pequeños que fueron arrebatados de sus hogares, niños que perdieron a sus padres en un abrir y cerrar de ojos.

Él era Bruce Wayne. Creador de orfanatos, hospitales infantiles, centros de ayuda. Una figura pública importante en Gotham.
Un alma bondadosa que adoptaba pequeños niños perdidos, dándoles un futuro con el que muchos podrían soñar.

¿Pero cuánto de esas palabras eran verdad? Cuantas veces había dañado a los niños bajo su ala, cuantas veces daño su felicidad solo por una ciudad. Ante la vista pública todos creían que su hijo Damián, su único niño de su propia sangre... era otro acto de caridad.
Nadie sabía que era su hijo o si tal vez todos lo sabían, pero era un secreto, un secreto gritado a voces.

Él era Batman.
Él era bruce Wayne.
Un vigilante, uno de los fundadores de la liga de la justicia, alguien que ha salvado el mundo en incontables ocasiones, un símbolo de esperanza que nace de la oscuridad, era un padre...

Un padre que volvía a fallar, que volvía a cometer un error con su pequeño hijo.
Descuido su única y verdadera responsabilidad, descuido al niño que realmente debía cuidar.

Nunca noto lo que pasaba con su hijo pequeño, nunca noto lo que sucedía con su hijo de 13 años, jamás observó las heridas que se cernían sobre su piel, nunca observó el trasfondo de sus dibujos, ignoro el dolor en su mirar, la soledad de su alrededor, no noto la confusión en su mente o la desesperación en su corazón.

Mentira...
le grita su subconsciente.
Lo noto, claro que lo noto.
A quien mierda quería engañar.
En más de una ocasión lo encontró solo en su habitación, con el óleo carmín pintando sus pequeños dedos. Sin brillo alguno en sus tristes ojos, su postura cansada, el suspiro que abandona sus labios, su constante agresividad al toque humano, su extrañeza al recibir afecto, las marcas de tortura dejadas sobre su piel de infante.

Pero creyó que todo eran secuelas de lo que sufrió en la liga, creyó que eran normal al ser criado en un ligar tan brutal, y desolado.

Nunca preguntó nada, cansado de las mismas anécdotas brutales, cansado de su hostilidad, de su lengua afilada y sus arrebatos de ira incontrolables.
Lo único que hizo fue darle un propósito, corregir cada que cometía un error, alzar la voz cada que sus acciones eran guiados por su sangre Al'ghul; intentando brindar un consuelo cada que tenía la oportunidad. Pero rápidamente las cosas dejaron de funcionar, no importa lo que hiciera parecía que el niño nunca entendía con palabras o acciones.

Entonces...
En medio de una guerra, en medio de su ciudad. Damián, fue arrebatado de su lado, asesinado sin siquiera un atisbo de piedad, en un frío suelo de baldosas rotas.

Flechas incrustados entre sus omóplatos y su columna, repartidas a lo largo de su espalda y brazos. Y una espada fría y afilada atravesaba su pequeño pecho ya sin movimiento. Sangre brotaba de la sus heridas, de su pequeña boca, nariz y oídos, su pequeño cuerpo sin vida, sin luz o futuro.
En ese momento se dio cuenta de lo diminuto que era en realidad Damián, de lo mucho que deseaba verlo crecer, de las cosas que no pudo hacer con él, consiente que el futuro se le fue negado.