No eres tu

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Con el pasar de los días, Damian se proclamó amo y señor de su recamara. De intentar matarse con la cuchara del café empezaron a pasar las noches de oscuridad juntos, incluso él dejó de sentir aquella constante ansiedad que recorría su sistema, solo necesitaba acurrucarse en aquellas mantas de seda en completo silencio dejando que la respiración ajena marcara el compás a seguir.

Sentir el calor ajeno era relajante en aquellas noches solitarias, donde la desesperación constante visitaba a aquel pequeño niño de ojos jade; sentirlo aferrarse entre sueños a su camisa, buscando un refugio donde sentirse a salvo, era bello, tierno, pero a la vez triste y desgarrador.

Saber que todo lo que ha conocido es dolor, abandono y tristeza y más en aquella mansión fría que guardaba muchos secretos entre aquellas paredes.

Damián Bruce Wayne Al'gul.

¿Qué realmente representaba aquel nombre?

¿Un asesino? ¿Un héroe? ¿Un pequeño abandonado? ¿Un niño abusado? O simplemente, aquel nombre realmente no representaba nada.

Por ser Wayne era automáticamente representado como un niño que tendría el futuro resuelto. Un chico que viviría rodeado de lujos, excesos, dinero, fama y una vida resuelta donde el único problema existente sería escoger que tenis de marca debía usar en un día lluvioso.

Por otro lado el apellido Al'gul representaba a un joven destinado a la grandeza, destructor de imperios, líder nato, arma viviente, nieto del demonio, hijo de leviatán, asesino y monstruo.

¿Pero, realmente algo de eso era verdad?

Damian... Damian era un... Un niño, un niño no deseado, más bien un niño al que se le ordenó nacer. No fue una incógnita, un deseo o algún descuido. Damian nació por una orden dada. Una orden que lo condenó apenas tomó la primera bocanada para llorar.

Ahora que lo observa acurrucado en su cama con aquel gato que llena su cama de pelos, se pregunta, ¿Acaso todo lo que estaba pasando era real? ¿O todo aquello era producto de su imaginación?

Damian intentaría matarlo como todos los días con cualquier cosa que estuviera a su lado, y no buscando constantemente el alivio de su cuerpo.

Se empezaba a odiar y aborrecer constantemente. ¿Cómo podía hacer esas cosas con Damian? Cómo podía corresponder aquellas caricias nocturnas, aquellos besos largos, cómo seguir aquel par de ojos a donde quiera que ellos se encontrarán.

Se odia por recorrer esa piel morena, se repudia por escuchar aquellos suspiros pequeños, se aborrecía por empezar a amar a ese niño insufrible.

Ahora entendía aquellas palabras que hace tanto tiempo escucho de Dick. Damian no era un niño malo, era simplemente un pequeño que no conocía el amor, la paciencia, o la palabra perdón. Y ahora estaba de acuerdo con aquellas palabras y con aquella necesidad de mantenerlo seguro bajo su ala, protegido de todas aquellas personas que solo buscaban dañarlo.

Pero, aun así, manteniéndolo seguro en su habitación, aún seguía latente ese miedo constante a fallar. Sus temores e inseguridades le jugaban constantes tretas, sabía que no podía encerrar al niño en una burbuja para siempre, Damian nunca lo dejaría y él mismo no se lo perdonaría.

Con cuidado y aquella paciencia que le faltó el día en que lo conoció, le ayudaría a sanar aquellas heridas que no se presentaban en la piel, pero si hacían sangrar su corazón; enseñándole poco a poco a surcar aquel cielo que sólo se le permitía observar desde aquella jaula de cristal, sin más odio, sin más sufrimiento, sin más traiciones. Solo con lo que siempre se le negó, confianza, apoyo y amor.

SucioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora