La oscuridad de la noche.
Su respiración agitada era todo lo que retumbaba en esos infinitos pasillos, sus cortas piernas cansadas, fatigadas de tanto correr. Tenía que encontrar un escondite, tenía que huir, había fallado y sería castigado, pero no fue su culpa, él no quería fallar, él no quería hacerlo, simplemente fue un accidente, nunca quiso hacerlo enojar.
Entro en la primera habitación que encontró, escondiéndose bajo la cama en lo más profundo casi pareciendo uno con la pared. Sus diminutas manos intentando callar el sollozo que quería nacer en su garganta junto a la agitada respiración causada por la carrera.
El crujido de la puerta casi le hace soltar un grito, pero logró retenerlo en el último segundo. Los pies grandes, puede verlos a la perfección desde su posición, su nombre es pronunciado en un tono juguetón que lo hace temblar de pies a cabeza, junto a las ganas que lo inundan de llorar.—Vamos Damián, fuiste un niño malo y sabes que tienes que ser castigado —Sus manos son apretadas con más fuerza intentando hacerse lo más pequeño posible.
— ¡SAL PEQUEÑA MIERDA! —la puerta es azotada, y varios muebles son volteados por la furia del hombre, sus ojos se inundan de lágrimas y no puede controlar el temblor de sus extremidades. Los pasos se hacen cercanos provocando que su corazón palpita como loco, pero en el último momento cambian su dirección alejándose de él, un alivio lo inunda y deja que sus pulmones se llenen del vital oxígeno que estaba reteniendo.
—¡AQUÍ ESTÁS! —su pierna es apretada bajo una mano áspera, sus uñas se entierran en el piso de su refugió, intenta patear a su agresor pero lo único que consigue es una mano apretando y retorciendo la piel de su estómago. Las uñas abriendo su pequeño torso dejando un tono morado junto algunas finas líneas de sangre.
Las manos callosas y sudorosas toman bruscamente su playera destrozándola con un solo movimiento, el aliento a alcohol llena sus fosas nasales y la lengua pasa bruscamente por su pecho lamiendo los residuos de su de sangre, en una succión de lo más obscena y por último besando el lugar donde la piel empezaba a tornarse de un color amoratado verdoso.
- Lo siento Dami. No quería lastimarte amor, mejor juguemos un juego-
Sus ojos se abren, mostrando ante el un cuadro completamente nuevo. Oscuridad, tan bella, tan vacía y fría.
Su rostro es inexpresivo, pero sus ojos sueltan lágrimas imposibles de controlar. Se odia por eso.El dolor en su estómago se hace palpable, alza ligeramente las cobijas para observar el causante del ardor, su torso rojo he irritado, piel viva se muestra y algo de sangre brota.
Otra vez se lastimó mientras dormía, sus labios sueltan un suspiro de cansancio, solo quiere volver a cerrar los ojos y solo tal vez, nunca volverlos abrir.Sus pies descalzos contra la fría madera le causan un escalofrío, avanza despacio hasta la cocina donde sabe que se encuentra uno de los botiquines que esconde Alfred por toda la mansión.
El alcohol contra su piel quema y arde, algo que con el tiempo se ha convertido en algo placentero, después de todo está tan familiarizado con la sensación que simplemente su mente lo relaciona con algo bueno, después de todo si duele significa que aún vive.
El cuarto que antes se mostraba oscuro es abruptamente iluminado, rápidamente baja su playera ocultando la herida.
—Damián, ¿Qué haces aquí? —Drake tiene su típica cara de estúpido y una taza de café vacía entre sus manos.
—Es mi casa, aquí vivo.—
—Sí, pero qué haces específicamente en la cocina y a estas horas.—
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Sucio
RandomTim empieza a notar comportamientos extraños de parte de su hermano menor Damián, nadie parece tomarle la debida atención después de todo el menor siempre a sido alguien extraño. Sin darse cuenta entra a un terreno desconocido donde intentará ayudar...