-Megan- Capítulo 1: El comienzo.

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Si una persona quisiera ir a un psiquiátrico porque quiere escapar de su vida le diría que definitivamente es imbécil.

Y lo digo porque me he encontrado gente así.

Gente tan retrasada que quiere verse en un estado mil veces peor de lo que es actualmente.

Porque la vida es una perra.

Y yo no quiero vivirla.

O eso es lo que pensaba unos meses atrás, cuando intenté suicidarme con un cuchillo de carnicero.

Pero fallé, como no.

Mi tía me vio a tiempo y consiguieron salvarme, lamentablemente.

Estuve un tiempo en rehabilitación, después a un psicólogo.

Y debo decir, los psicólogos son las personas más sádicas del mundo, presionan y presionan obligándote a ver lo que no quieres, indagando en tus más oscuros y profundos secretos.

Después de meses de tortura supuestamente “para mi bien” me diagnosticaron indicios de trastorno bipolar (lo cual explicaba bastantes cosas) y un TOC, yo, obviamente negué eso, yo creía que un TOC era simplemente aquello que tenían las personas con problemas de limpieza.

Pero nooooooo.

Es más, había varios tipos.

Aquellas imágenes que llevaban atormentandome tanto tiempo, que me quitaban el sueño, que volvían el mundo tan oscuro y frío… eran debidos a un TOC.

Pero no sólo eso, al parecer mi tendencia a relacionarlo todo con el número 7 también lo era, menuda sorpresa.

Lo que no fue una sorpresa fue que el psicólogo no ayudara una mierda.

Así que esta vez intenté hacerlo bien.

No, tampoco resultó, mi inutilidad era sorprendente.

Conociendo ya esa lista de enormes fallas de las que no podía presumir me internaron en un hospital psiquiátrico, un arranque de mis padres, vaya.

Eso si era un puto infierno.

Estabas todo el día drogado, con tranquilizantes, no podías comunicarte con nadie porque estaban tan o más drogados que tu, era como convivir con bebés creciditos… y más asquerosos.

Aún recuerdo a mi compañera de cuarto, su cuerpo rechazó los calmantes y vomitó en mi silla.

Hija de puta.

De la sorpresa patee su cara ¿mi regalo? Un hermoso pinchazo con calmantes ¡olé!

A lo largo de los días comprendí que no me iban a sacar de allí si no demostraba estar bien, pues bueno, yo lo intenté, pero mi queridísima familia no me quería en casa (no había contado con eso antes, lamentablemente) e insistían en que aún estaba mal.

Cuando estás loco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora