Efímera danza

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El bullido de la pista de baile se escuchaba tanto que la música no hacía más que un dulce y tierno fondo donde era cada vez más notable que la gente la pasaba de maravilla. Bueno, los jóvenes, en realidad. Toda la escuela estaba ahí, o por lo menos una gran mayoría. Vestidos de todos los colores adornaban a las damas y algún que otro traje brillante destacaba entre los varones.

No bastó mucho hasta que, justamente, el unisonido de sorpresa de todos los presentes hiciera que detuvieran su baile y todos se giraran a ver por qué tanto escándalo de un momento a otro.

Ahí, delante de todos, un chico hermoso, alto, con el cabello bien peinado, limpio y brillante entrando por la puerta principal. Alya, quien portaba un vestido anaranjado brillante, se giró junto con sus amigas Juleka, Rose, y Mylène, haciendo todas la misma expresión de sorpresa cuando vieron que entraba Mortimer.

El muchacho se sintió cohibido de que todos lo miraran. Algunos con sorpresa, otros con impresión, pocos con celos y claro que una gran mayoría de las jovencitas lo miraron encantadas. 

Mortimer se quedó quieto ante lo intimidante que era el momento. Se quedó frío al ver como todos los presentes lo veían de diferentes formas. Su primer instinto fue sonreír con timidez, antes de buscar con la mirada desesperada la más mínima muestra de vida de alguien que conociera, y si fuera Alya, sería lo mejor. Sin embargo, llegó por su espalda otra joven para tocarle el hombro y hablar con él.

—Disculpa— dijo Sabrina, una pelirroja que tenía un hermoso vestido plano a media pierna en color verde azulado —Tu mesa está allá... ah...—

—Mortimer— dijo el chico, alzando la vista para ver que Sabrina tenía un leve sonrojo en sus mejillas, cosa que lo desconcertó, pero no quiso darle mucha importancia.

—Sí, lo siento. No había muchos lugares ya, así que te sentarás con Alya, Juleka, Rose y Mylène, si no es problema...—

—No, tranquila— Dijo sonriendo, yendo hacia la mesa asignada, donde admiró a Alya y Mylène mirándolo con asombro, mientras que Rose y Juleka solo podían observarlo con impresión.

Se sentó, notablemente tembloroso de la situación. 

—¡Dios, Mortimer! ¡No te veías así en clase!— dijo Alya, rompiendo el incómodo silecio que rodeaba la mesa

—¿Ah? Me veo igual...— dijo él, sonriendo

—No, te ves increíble — interrumpió Mylène, mirando a otro lado para no seguir hostigándolo —De hecho, creo que mi novio no estará contento de que yo esté aquí, así que creo que iré a bailar con él —y dicho eso, se levantó, dejando ver su bonito vestido de dos piezas en color beige.

—Creo que alguien se dio un buen baño— bromeó Juleka, haciendo que su novia, Rose, soltara una delicada risilla digna de un chiste tan malo.

Mortimer puso los ojos en blanco, sonriendo.

—Llegaste tarde, Mortimer. La cena se sirvió hacia un rato— comentó Alya, cruzando los brazos

—Oh, no hay problema, cenaré regresando a casa—

—¿Dónde vives?—

—¿Ah? Bueno, en cuarto distrito — el chico alzó los hombros, sujetando sus manos a sus rodillas.

—Bien, no está tan lejos — comentó la morena, acercándose — ¿Con quién vives?

—Ah... con... con mi abuelo —

—Qué interesante— Susurró ella nuevamente con notable intriga, pues ella sospechaba cosas. 

Fue en ese momento cuando las luces se atenuaron, dejando solo el centro de la pista con la luz principal, dejando ver que no había nadie en bailando en esa zona. 

Entonces todos empezaron a aplaudir. Ahí venía ella, con un hermoso vestido rojo ajustado de la cintura y del pecho en una especie de corsete, con la falda abombada llena de brillantida, unos enormes tacones negros y el cabello suelto.

Para Mortimer, verla así fue algo extremadamente nuevo. Nunca la había visto así, con tanta belleza y elegancia. La intrépida sensación de bienestar le invadió cada centímetro de su cuerpo, suspirando inevitablemente una vez Chloé se centró en la pista.

—Atención todos— decía el DJ por el micrófono — Hoy al señorita Bourgeois danzará la pista de media noche con el joven A...—

Y entonces, por alguna razón que no podía entender del todo, Mortimer dirigió sus ojos a la mesa de Adrien, quien aparentemente no sentía nada de emoción al ver que era el elegido para bailar con semejante belleza.

Frunció el ceño y antes de que Nino pudiera terminar de nombrar a Agreste, se levantó con tanta fuerza que la silla casi se cae de espaldas.

—Yo— dijo en voz alta, casi en un grito que claramente no debía ser callado.

Todos voltearon a verlo, nuevamente, esta vez con sorpresa. Sobretodo Adrien, quien esperaba todo menos al chico nuevo pedir reemplazarlo.

Silencio.

La vergüenza le llenó el rostro de colores y aunque tenía ciertos miedos, se alzó de valor y una vez visualizó a Chloé, alzó la mano tiernamente para mirarla con cierta esperanza.

—Yo... quiero bailar con usted, señorita Bourgeois

Chloé cruzó los brazos en notable negación, alzando una ceja con desagrado. Ella quería bailar con Adrien, ¿quién se creía el chico nuevo para impedir su noche de gala?

Los presentes rompieron el silencio con aplausos, a lo que Chloé entendió que era muy tarde para decir que no. Bueno, sí podía decir que no, y de hecho estaba a punto de hacerlo, pero entonces Mortimer se encaminó a ella, y las luces que alumbraban el centro se fueron hacia el guapísimo joven. 

Mortimer tomó por la cintura a Chloé, y sin más, empezó a guiarla. Chloé fruncía el ceño otra vez con obvia molestia, dejándose llevar por el ritmo.

—¿Acaso eres tonto? Iba a bailar con Adrien Agreste, el supermodelo más guapo de toda la historia— susurró Chloé entre vueltas

—¿Y quién dijo que él merece bailar con la caprichosa más hermosa de todos los tiempos?— mencionó Mortimer en un murmuro, sin darse cuenta de las palabras que acababan de salir de su boca

Chloé relajó su semblante, sin saber qué decir. Estaba tan acostumbrada a decirse ella misma cosas bonitas que cuando él dijo semejante poesía sin rima, quedó muda.

Mortimer la admiraba con detalle. Sus cejas medianamente pobladas, sus labios carnosos con brillos naturales, su mirada azulada llena de vida, su cabello rubio suelto dejando en ella una cortina dorada que ocultaba sus orejas. 

Chloé no sentía nada. Quizás un poco de curiosidad por él, no más. Sin embargo, el chico sentía un montón de cosas que no necesitaban una explicación. De hecho, le hacían sentido. Tecnicamente ya conocía a Chloé, sabía lo arrogante que era... pero nunca se fijó en qué tan hermosa cara tenía.

La melodía terminó, anunciando que había pasado la media noche y cual cenicienta, Mortimer la soltó con cuidado y regresó a la mesa, donde encontró a Mylène, Alya, Juleka y Rose hechas una confusión misma, mas todas concordaron en callar.

Chloé regresó a su mesa también, esa que solo compartía con Sabrina, dejando a todos regresar a bailar. 

Unos veinte minutos después, Mortimer se levantó, se despidió  salió del lugar. Era hora de cenar la sopa que había hecho el Maestro Fu en su nuevo hogar. 

À l'inverse ; Male!Marinette  {Chloenette} {MLB}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora