Capítulo 20: Unos celos de muerte

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          Le había perdido, ¿para siempre? ¿Por cuánto tiempo? No podía ni quería pensar en él,  era doloroso. Me había quedado hecha pedazos cuando me dejó, de piedra; mientras todo el mundo me miraba y cuchicheba sobre mí.

Todo había sido por culpa de un sentimiento que nunca había sentido antes, algo que me había hecho enloquecer hasta haber perdido a la persona más importante.

– Eran celos.– me réplica Jimena mientras la abrazo fuertemente y las lágrimas se me escapan de los ojos.

– Nunca los había sentido. ¿Por qué es tan doloroso?

– Porque le quieres y él te quiere a ti. – contesta en voz baja.

– No,  ya no me quiere. – Suspiro y delicadamente sin mover las gafas, me quito las lágrimas que se desenvuelven en mis mejillas hasta llegar a mi cuello. – Podemos cambiar de tema, no quiero pensar en él. – Aunque por dentro solo quiero hablar sobre este tema.

– Vale.– contesta afligida. – ¿Has visto a Bayron estos días?– pregunta cambiado la voz.

– No, ¿qué le pasa?

– Yo creo que le gusta Támara.

– ¿¡La hermana de Pau!?– Exclamo sorprendida. Es imposible,  él nunca le ha gustado alguien; eran solo ligues pasajeros.

– Él no lo quiere aceptar,  pero ha cambiado ; ya no mira o liga con otras chicas y siempre intenta hablar con ella.– Vale, eso es muy raro en él. – Además el otro día que te llamé y no me contestaste; quería decirte que Bayron la pidió salir.–

– ¿De verdad? – y sonrío. – Solo nos faltas tú y Pau, y ya tenemos todos una pareja.– Al instante me quedo en silencio. No, ya no tengo pareja,  no tengo novio.

– Melanie... – dice en voz baja Jimena. Sé lo que me quiere decir; me quiere apoyar, pero lo he estropeado todo.

– No pasa nada,  estoy bien. – la digo,  intentado ocultar mi tristeza.

Entonces le veo,  al fondo del pasillo y mi corazón cruje al verlo. Solo lo puedo mirar con ojos de esperanza, unos ojos que nunca me va a ver. Quiero salir corriendo hacia él como en las películas y que cuando me abrace, giremos a cámara lenta; hasta que nuestros labios se junten en un beso apasionado que nos haga ir hacia las estrellas. ¿Es mucho pedir?

– ¿Melanie? – me mece Jimena por el hombro, haciendo que vuelva a la realidad. Soy tan soñadora desde que le he conocido. Pero esa pequeña anhelación por tenerle conmigo,  se pasa al ver lo que está haciendo y con quien está.

Pterseo, el que me había dicho que no había nada que entre Electra y él; está hablando justamente con ella en este momento.  ¿Tan poco valgo para él que a las pocas horas está con otra?

– Melanie, respira. – dice Jimena para tranquilizarme. ¡Qué me tranquilice!  Solo quiero ir donde está él y decirle unas cuatro cosas no muy agradables,  pero tengo que tranquilizarme y respirar.

¿Por qué me hace esto? Oigo que mis gafas crujen y me imagino por un momento sin ellas. En ese momento, siento una sensación de adrenalina que me recorre el cuerpo,  solamente al pensarlo. Al instante lo desecho, ¿qué me está pasando?

– Estoy bien. – contesto remarcando la última palabra con una pequeña sonrisa.

No puedo pensar con claridad,  sólo quiero que se fije en mí y deje de apoyar el brazo en la taquilla de Electra. Así que cuando pasa un chico por mi lado, voy hacia él.

– Hola – le digo con tono seductor,  aunque parecía más como una chica asustadiza.

– Hola... –medita el chico. – ¿Quieres algo Melanie? – Al principio me sorprende que sepa mi nombre,  pero luego me doy cuenta que soy uno de los temas más divertidos e interesantes de toda la escuela.

Hecho un fugaz vistazo a Pterseo,  pero me doy cuenta que él no se ha fijado en mí. Toso y vuelvo a mirar al chico, espero que funcione.

– Nada en particular.  Pero hace tiempo que estamos en la misma clase, no hemos hablado mucho y no nos conocemos. – intento acercarme a él pero no siento nada.

– Podemos decir que no tenemos los mismos amigos. – argumenta antes de hechar una mirada a Pterseo.

– Ya,  y eso está muy mal. ¿No te parece, Sebastian? – o creo que se llama así.

Algunas veces me encanta que no puedan mirarme los ojos, es mucho más fácil engañarles.

Después de un rato de hecharme unas miradas,  Sebastian se da cuenta que estoy  ligando con él o por lo menos intentándolo; aunque en verdad solo quiera que Pterseo se fije en mí.

– Bueno si es para conocernos, podemos quedar esta tarde y hablar...– dice antes de guiñarme el ojo. No sé porqué pero sus últimas palabras me dan un escalofrío.

En ese momento,  siento una mirada detrás de mi cabeza; y sé que es Pterseo. Plan completado. Ya no quiero seguir con este juego.

– Quizá otro día Sebastian,  ahora tengo que irme.– intento despedirme. Pero me tiene agarrada del brazo y antes de poder moverme, me acerca a él. No siento nada al estar cerca suyo, al contrario me siento incómoda.

– Ahora no puedes irte. No puedes calentarme la cabeza durante un rato y luego ser fría.– dice antes de acercar sigilosamente su mano hacia mi cadera. – Si quieres dar celos en serio a Pterseo,  tendrás que hacerlo mejor. Pero antes tendremos que quitarte las gafas de sol, para hacerlo bien. – comenta agarrándome fuerte la muñeca y acercándose lentamente hacia mi boca.

Ayuda.– grita mi subconsciente. Pero como siempre mi boca no articula ningún sonido y mis músculos son demasiado torpes que no le hacen ningún daño.

– ¡Aléjate de ella!– oigo gritar a Pterseo detrás de mi espalda.

Al instante Sebastian me suelta y tartamudea, diciendo: – Pensaba que no estabais juntos, ella me lo dijo.– qué mentiroso.  – Lo siento Pterseo. No volverá a ocurrir.–

– Eso espero.

¿Cómo tiene tanto poder y influencia Pterseo hacia los demás? Todo el mundo hace lo que él diga. A continuación pienso en lo que ha dicho y sonrío,  Pterseo no ha negado que no estuviéramos juntos. Igual esta tontería a servido para algo.

Entonces le miro y cuando Sebastian se va, empieza a hablar: –¿En qué estabas pensando, Melanie ? –

– En ponerte celoso.– O ponerte de piedra.

–¿ Por qué?

– Estaba enfadada que hubieras roto conmigo. – Además estabas hablando con Electra, no me mirabas...

– No habíamos roto.– ¿Qué? Eso no puede ser. –Solo quería que me dijeras una cosa y todo estaría olvidado. –

– ¿El qué?

– No te puedo obligar a decirlo, porque eso tiene que venir del corazón.

No entiendo nada, inspiro confusa y le pregunto: – ¿Entonces seguimos juntos?–

– Ya no.– argumenta. – ¡Eres una melodramática!–

– ¡Y tú un arrogante! – salto antes de arrepentirme.

– Tenemos muchos motivos para no estar juntos– y muchos más para estar unidos Pterseo, pienso. – Así que adiós, Mel.– dice.

Nos miramos por última vez y nos damos la vuelta, cada uno caminando en una dirección diferente del pasillo.

Eterno Poder ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora