Capítulo 21: Defectos que te hacen persona

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          Pedir perdón no es difícil,  hacer a un lado el orgullo si que lo es. Me equivoqué,  lo admito. Hay que equivocarse de los errores para aprender de ellos,  aunque tal vez sea demasiado tarde para arreglar las cosas.

Pterseo, mi querido Pterseo. Tenías razón, no confiaba en ti; solo estaba asustada del nuevo sentimiento que tenía y no podía parar de pensar. Ahora se que los celos aparecen cuando de verdad te importa alguien y tienes miedo a perderle.

Te quiero,  aunque ya no estés conmigo.  Te quiero, aunque nos peleemos una y otra vez.

Te quiero, aunque seamos muy diferentes. Te quiero por todo y por nada; por esas cosas que me hacen una mejor persona y que me hacen sonreír en un día lluvioso.

O eso es lo que tengo pensado decirle cuando llegue a su casa. Tengo grabada cada una de sus últimas palabras. ¿Y si fuera cierto que estamos mejor separados? ¿Me estaré equivocando?

Pero ya es demasiado tarde,  ya estoy aquí. Así que cuando todo el timbre, intento ocultar mis pensamientos.

        

          Al principio me impaciento, nadie me abre y eso me produce más ansiedad. ¿Estará en casa? ¿Por qué no sale? Hasta que de repente abre Barry la puerta con una sonrisa y me pregunta curioso: – Hola Melanie. ¿Qué haces aquí?–

Esperaba que fuera Pterseo,  pero con una media sonrisa intentando ocultar mi desilusión,  respondo: – Quería hablar con Pterseo,  si es posible. –

Barry me mira con detenimiento, pero al final me deja entrar en la casa.

– Ahora mismo no está.  Si quieres puedes esperar aquí un rato.– comenta mientras entro por la puerta.

Antes de darme cuenta estoy dentro, en un gran recibidor con una pequeña mesilla llena de chocolates en medio de la sala. A su lado hay una gran escalera de caracol y en el techo una gran lámpara en forma de bola con adornos de naturaleza forjados. No se parece nada a mi casa.

– ¿Te gusta?– me pregunta Barry, haciendo que vuelva la vista a él.

– Está muy bien. – intento acortar la gran definición que tengo de ella, porque sería inmensa. Al instante le miro pensativa y le pregunto con curiosidad: – ¿Puedo hacerle una pregunta Sr. White? –

– Por supuesto.  Pero por favor tutéame Melanie,  somos casi como de la familia.– y me guiña el ojo.

Me sonrojo, pero me vuelvo a recomponer; no quiero pensar en el futuro. ¿Acaso podría tenerlo con Pterseo o con cualquier otro? No me imagino en una casa,  limpiando y cocinando como mi madre o trabajando todos los días en un mismo sitio, mientras mi marido o pareja trabaja también.

– Usted... ¿Tú no trabajas todo el día?

– No.– me dice. – Tengo descansos y cuando puedo, vengo a casa. ¿Tú padre no hace lo mismo? –

– ¡Sí! – exclamo ocultando la verdad.  Mi padre no aparece en casa hasta por la noche, no le veo en todo el día excepto en determinadas ocasiones. ¿Por que mi padre no será igual que Barry?

– Fred trabaja más en investigaciones virales así como crónicas en el laboratorio, yo prefiero estar con el papeleo y el trato con los clientes y empresas.– argumenta muy orgulloso. – Por eso está más ocupado.–

Poca gente llama a mi padre Fred, él prefiere que le llamen Frédéric porque dice que Fred es nombre de perro.

Me siento muy a gusto hablando con Barry,  pero no tengo que olvidarme del objetivo de mi visita.

– Ya lo sé.– admito. Tiene que investigar en su propia investigación,  una que nunca resolverá.

En ese momento aparece Pterseo por la puerta y mi corazón se detiene. Dejo de respirar y me dejo desenvolver por su dulce mirada que me mira con curiosidad, asombro y ¿tal vez una pizca de alegría?

– Hola Pterseo – le saluda Barry. –Ahora mismo le estaba enseñando la casa.–

Pterseo me mira con detenimiento y eso me hace estremecer de la vergüenza. Por un momento creo que me puede ver los ojos; porque siento que me atraviesa el alma. – Gracias. – le responde sin apartar su mirada de mí.

– Tenemos que hacer una cosa muy importante Barry, estaremos en mi habitación.– dice cortante antes de agarrarme de la muñeca y arrastrarme escaleras arriba, hacia su habitación.

Su habitación es simple, no tiene mucha decoración; solo una cama, una mesa y en las estanterías unas fotos y una peluca. Sonrío solo al recordarlo.

La habitación parece tan pequeña cuando estamos juntos y eso que Pterseo está alejado de mí. Pero mi cuerpo se enciende y mi corazón palpita tan rápido que creo que Barry lo va a oír.  Hace tanto tiempo que no estoy tan cerca de él.  Hechaba tanto de menos ese olor a miel de su boca y esos ojos marrones que me transportan a un mundo mejor.

– Tenemos que hablar.– intento decirlo sería pero salto con una voz aguda de niña pequeña asustada.

– Sigo con mi misma postura. No tenemos motivos para estar juntos.

– Te quiero, ¿eso no es suficiente?

– Ahora mismo no.– concluye mientras deja de mirarme, está cansado de pelear conmigo; igual que yo.

Así que cojo aire, intento recordar algo de mi discurso de antes y empiezo: – Lo siento Pterseo,  tenías razón. Tú lo has dado todo por mí aun cuando yo no te correspondía. Pero te equivocas. –

Pterseo vuelve la mirada hacia mí y continuo: – Te equivocas. Tenemos muchos motivos para estar juntos tanto buenos como malos.–

– Eres muy celosa.

– Eso es porque nunca había tenido que preocuparme de otra persona que me importara que no fuera mi familia.– contesto.

– Eres una dramática.

– Cuando estamos juntos el mundo se detiene. – intento dar motivos positivos mientras doy un paso hacia él.

– Tú familia odia a la mía.

– Cada beso que nos damos es único y magico.– le digo antes de acercarme otro paso.

– Somos muy diferentes, Mel.– dice antes de acercar su mano a mi mejilla y yo la poso sobre su palma.

Sonrío y me acerco más a él. Se siente tan bien, estar cerca suyo.

– Puede que tengas razón,  pero acaso no dice un dicho que el amor lo puede todo. Puede que me quiten todo, pero no me puedes obligar a decirte que no te quiero porque sería mentirme a mi misma.

Pterseo no habla solo me mira con detenimiento. Ojalá supiera lo que piensa.

– Es cierto que nos costará, pero podemos hacerlo, yo creo en un nosotros; ¿ y tú ?–

Durante unos segundos Pterseo medita mi propuesta y tengo miedo que diga que no. Pero después me sonríe,  una sonrisa que hechaba de menos; me agarra de la cintura.

– Yo también te hechaba de menos.– me dice casi susurrando antes de posar sus labios sobre los míos y fundirnos en un hermoso beso lleno de amor, desesperación, promesas y magia.

Eterno Poder ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora