Capítulo 32: Odio a la felicidad

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           Dar vueltas alrededor de una silla giratoria todos los días casi sin parar, ese a sido mi propósito cada vez que me levantaba. Mirar hacia la ventana era doloroso, porque no le veía y más mirarme a la cara porque no podía besarle en sus labios. Si contaba que estaba ansiosa porque mi graduación personal se había adelantado por mis excelentes notas y todo el barrio me miraba con envidia, giraba y giraba más rápido. Los días se me hacían eternos pero Pterseo no daba signos de vida. Su familia se había esfumado y nadie sabía adónde había ido. Mis padres me decían que saliera a la calle con Matthew, mis amigos como Jimena; pero no tengo fuerzas.

Mi relación con Pterseo la consideraría intermitente, no sé en qué parte estamos; juntos o separados. Le quiero dejar tiempo, el suficiente para dejarle pensar pero que no me olvide.

De repente alguien me grita desde la ventana, al instante paro la silla.

— ¡Mel, sal a fuera! —me desequilibrio cuando me intento levantar al estar mareada, pero consido abrir la ventana.

Mis ojos se abren de par en par iluminados por miles de estrellas mientras fijan la vista a cada segundo en él. Ha cambiado un poco, tiene el pelo un poco más largo y está más musculoso. Sonríe de oreja a oreja pero antes de que pueda decir otra palabra, salgo corriendo escaleras abajo. Me tropiezo, me caigo en la última escalera; pero no me importa, está aquí. Pterseo ha vuelto. Llego a la esquina de la casa sofocada, con los pelos alborotados y una ropa vieja de casa, pero cuando corro hacia él las lágrimas me recorren los ojos de alegría. Me quito las gafas con una mano y cierro los ojos. Salto y a la vez que me agarro de su nuca con las manos, le beso con pasión. Pterseo me sujeta de la cadera y me hace girar mientras nos besamos hasta quedarnos sin respiración. Las películas de cine no se pueden comparar a esto.

— Te quiero, Mel, te quiero. No te voy a volver a dejar, lo prometo. —Me dice entre besos como si fueran nuestras primeras palabras en años.

— Yo también.

Me acaricia la mejilla de arriba a abajo intentando aprender cada rasgo de mi cara como si en un segundo me fuera a perder. Yo también siento lo mismo por eso me acerco más a él, para respirar su aliento a miel.

— Lo siento estoy hecha un trapo, pero no me ha dado tiempo. — intento taparme la ropa con las manos, imposible.

— Todo te queda bien.— y me acerca más a él.

Nuestras respiraciones se entrelazan y nuestros labios están casi pegados. Le he hechado tanto de menos.

— Chicos, lo siento por molestaros pero va a llover. Entrad dentro.

Mi madre y sus interrupciones tan fortuitas.

— No pasa nada Mel.— Me tranquiliza Pterseo mientras me da un pequeño beso en los labios y me coge de la mano mientras entramos dentro.

Estar al lado de él otra vez, es perfecto, aunque por una extraña sensación dirijo la conversación hacia nuestro futuro. Un futuro que me da miedo descubrir sino es junto a él.

— ¿A dónde has ido estas vacaciones? — le pregunto mientras pone la película.

— A muchos sitios, Francia, Londres, Egipto... Algún día te llevaré conmigo.

Esa idea me gusta y sonrío.

—Tal vez me meta en tu maleta sino lo haces.

— Estaré encantado de llevarla.

Me imagino a mí viajando con él en un avión, que por las imágenes que he visto son gigantes. Comiendo y haciéndonos fotos en sitios inimaginables. Se me encoge el estómago de la emoción.

— Me encanta esta película, acción, aventura, amor. — comenta muy interesado Pterseo, mirando mi colección de películas de la estantería.

Al instante pienso dentro de mí, siempre con la frase vivieron felices y comieron perdidos. Me asquea solo de pensarlo.

— No creo en finales felices.

— ¿Por qué?

— Son irreales.

Pterseo se queda paralizado pero no dice nada. Se acerca a mí y me susurra con dulzura: —Juntos siempre. — y me besa.

No puedo negarlo, estando con él; puede que lo acepte. Final feliz. Es raro incluso solo decirlo, pero no reniego del todo. Una vida para siempre con él es muy tentativa como una manzana roja, lo malo es que ya he mordido.

La película no tiene mucho encanto, es lo de siempre; el chico salva a la chica y bla bla bla. Pero lo que me gusta es la forma que ellos se miran, hay profundo amor. Una enigmática espiral que te introduce dentro. Me abrazo más a él cada vez que ocurre algo misterioso o horroroso, así se siente mejor él y yo puedo acercarme más.

Al final de la película, Pterseo coge una caja de su bolsillo, me pongo nerviosa. Espero que no se arrodilla, me moriría al instante del infarto. Me coge las dos manos y me dice nervioso: —Mel, ¿quieres venir a la graduación conmigo? Bueno tu graduación, digo.... que si me dejas ser tu pareja en tu graduación. —

Le tapo los labios con un dedo y exclamo con satisfacción: —Esas cosas no se preguntan, siempre ha sido un sí.—

—¡Genial! Hay que preparar tu vestido, los zapatos, el maquillaje... ¡Cuántas cosas!— oigo decir a mi madre en la otra parte del salón.

— ¡Mamá!— mascullo enojada.

Mi madre se encoge de brazos mientras Pterseo se ríe y nos mira burlonamente.

— Eres mi única hija, tendré que dar todo lo que tengo por ti.

Me tapo la cara avergonzada posando mi cabeza en el pecho de Pterseo. Lo que hacen las madres, para quitar el ambiente romántico con el novio de su hija. Solo se preocupa por ella.

Eterno Poder ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora