Capítulo 3: Miedo a la verdad

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Miedo.

El miedo, es dolor, sufrimiento, angustia, es un síntoma de los humanos que te hace hace retroceder y no te deja pensar en nada más que en escapar.

Y el cerebro, un arma biológicamente perfecta para olvidar.

Los humanos son tan débiles, tan simples, no entienden el complejo del Universo que no sólo está a su alrededor. Cuando tienen o ocurre algo extraño, en vez de aceptar la inevitable verdad, lo ocultan, lo olvidan.

Yo soy casi igual que ellos, intento olvidar momentos que han pasado y que me gustaría que no hubieran ocurrido; porque me destruyen, me atormentan día y noche. Pero no puedo remediarlo, sólo puedo como una cobarde escapar.

Pterseo sigue mirándome sin decir nada ni expresar nada. En cambio sus amigos han retrocedido unos pasos y están nerviosos.

Este es mi momento, me agacho, cojo mis gafas que están debajo del chico pelirrojo que me mira con ojos aterrorizados y salgo del círculo. No se me han roto, así que me las pongo mientras me giro para ver por última vez al grupo.

Pterseo sigue mirando al horizonte, donde antes estaban mis ojos.

Pocas veces he visto los ojos de la gente mirándome directamente a mi. Y puedo decir que tiene los ojos más oscuros y cautivadores que haya visto, y haría a cualquier chica suspirar. Además tiene el pelo castaño y debajo de esa chaqueta se puede ver unos definidos músculos.

Pero no me impresiona, he visto demasiadas peliculas en la televisión y leído demasiados libros para saber que estos hombres son insensibles, arrogantes y que sólo juegan con las mujeres para divertirse.

—¿Qué ha pasado? ¿Estás bien Pterseo?— oigo mientras camino por el pasillo, hacia mi siguiente clase.

Las siguientes horas son muy tranquilas y aburridas ya que me se todos los temarios de todas las asignaturas, pero eso me va a ocurrir todo el año; por lo que fingo algo de interés por ellas.

No obstante noto la constante mirada de Pterseo en mi persona cuando tiene la oportunidad de girarse. ¿Qué querrá? ¿Una justificación? ¿Un arrebato de furia por haberle dejado en ridículo delante de todo el colegio?

En cambio sus amigos me esquivan, me tienen miedo aunque no saben porque; ¿por qué no será como ellos?.

Después de unas horas tocan el timbre y todos los alumnos salen de la clase rápidamente. Nos podemos ir a casa.

Como siempre, salgo la última y por el rabillo del ojo veo a Pterseo recoger sus cosas de la mesa. Me da la corazonada de que está haciendo tiempo porque está metiendo y sacando libros, ordenando y desordenando apuntes; así que cojo mi mochila y salgo de la clase lo antes posible.

El pasillo esta lleno, alumnos que te empujan e incluso pisan para salir antes. Nunca me había sentido tan apretada, pero aun así sigo a la masa.

Durante un instante me giro y atisbo que no me sigue; le he perdido.

En la entrada, mientras espero al bus me pongo los cascos de música y escucho disimuladamente lo que dice la gente.

—¿Qué hay de tarea?

—¿Sabes lo que ha dicho mi madre, que no salga con Diego porque es una mala influencia?

—¿Habéis visto a la chica nueva?— oigo decir a uno. Y escucho atentamente esa conversación. —No os parece un poco rara.—

—Yo he estado con ella todo el día al lado suyo y no se a movido ni un milímetro. No se si estaba dormida o escuchando..

Este chico sería el de mi derecha que no paraba de mandarse notitas con la chica de delante y coquetear con ella.

— Ha estado todo el día con las gafas.

— A mi me da un poco de miedo, igual es una psicópata que nos va matando uno a uno.— dice el chico más bajito del grupo.

—¡Tú ves demasiadas películas de miedo!— exclama el chico pelirrojo.

—Bayron me da miedo cuando miro sus gafas, eso no es normal.

—Entonces no las mires.

—Bayron tiene razón, además no tiene nada en especial, es una vulgar niña fea y aburrida que sólo quiere llamar la atención.— salta la chica morena del grupo. Parece que está celosa, se nota que le gusta ser el centro de atención y no quiere que nadie se lo quite.

—Tranquila Electra.

Esa voz es imposible de olvidar, fuerte, segura, arrogante. Pterseo ha llegado, está al lado de Electra y después de echarme una ojeada, la rodea con los brazos. No sabe que le estoy oyendo.

— No hay que tener miedo a nada, porque no hay nada que temer. Esta chica no es nadie, y por lo tanto no nos acercaremos a ella; no por miedo, sino para demostrarla que en nuestra escuela no queremos raros.

Todos están riendo y chocando la mano, lo cual me provoca dos sentimientos contradictorios. Por una parte me siento feliz de que no se vayan a fijar más en mí y me olviden, pero por la otra quiero sentirme aceptada por una vez.

No debería querer estar con alguien pero lo hago.

Después de unos minutos llega el autobús, cojo mi mochila y entro. No quiero oírles. Cuando me siento, empiezo a contar los números hacia atrás y con el dedo índice me toco la mejilla al compás; necesito pensar en otra cosa.

—Veinte, diecinueve, dieciocho, diecisiete...

—¿Qué haces? — Me interrumpe una voz.

Cuando me giro, veo a Pterseo sentado al lado mio. No me había dado cuenta de su presencia.

—¿Estás bien?— me pregunta. —Tienes mala cara.—

¡Y como quieres que esté, si la gente me ha declarado chica ingrata!. Eso es lo que me hubiera gustado decirle, pero no pude.

—Estoy cansada.

—Lo siento por lo de antes, me refiero a lo del pasillo. No quería asustarte.— dice Pterseo mientras se rasca la cabeza. No tiene sentido, me está pidiendo perdón y hace nada había jurado no hablarme.

Qué espera de esto, ¿reírse de mí? — Solo teníamos curiosidad.— dice.

—La curiosidad mató al gato.— susurro

De repente el autobús se para, es mi parada, esquivo su asiento y salgo lo más rápido posible de él. Veo mi casa al fondo de la calle pero también oigo pisadas detrás mio.

—¿Qué eres un acosador? ¿Por qué me sigues?

—No, a las dos preguntas. Yo vivo a tres casas de la tuya, y además quiero saber si me perdonas.

—¡No!

—¿Pero es un no rotundo o un tal vez?

Mi silencio lo dice todo y durante unos segundos se queda en silencio mirando la acera.

—¿Desde cuando llevas gafas?— intenta continuar la conversación.

— No te entiendo. ¡¿Por qué me hablas o fingues interesarte por mí cuando tú mismo has dicho a la gente que me aislen y no me hablen?!— estallo.

—Porque quiero conocerte.— responde Pterseo.

Eterno Poder ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora