—Mamá, mamá, ya estoy listo, ¿Podemos irnos ya? —preguntó el pequeñajo, muy emocionado.
Y no era para menos, él no era el único que había esperado nueve meses para conocer el nuevo integrante de la familia, ambos habían presenciado los antojos de Martha, habían sentido las pataditas de la pequeña e incluso, le habían cantado una que otra melodía para que esa personita que aún no conocían pudiera reconocer sus voces. Habían sido nueve largos meses, nueve meses en que Natalia tuvo que soportar los repentinos cambios de humor de su novia, lo adolorida que estaba a veces por la retención de líquido que tenía en sus piernas y esa loca manía que tenía de pasearse por las noches en busca de algún bocadillo.
—Mamá, ¿Por qué estás distraída? —sostuvo su rostro.
—Lo siento pequeñajo, estoy algo nerviosa —respondió, ocultando el mar de nervios que la invadía.
—¿Y por qué? —frunció el ceño.
—Porque al igual que tú, me encuentra muy emocionada por ver a la bebé, he soñado mucho con que venga a casa y tener a mis tres amores a mi lado —acarició su mejilla.
—¿Crees que pueda cargarla entre mis brazos? Así sea por un ratito —expresó, con un abismo de ilusión en sus ojos.
—Por supuesto y también te enseñaré a darle el biberón —acomodó el cuello de su camisa.
—Sí, sí, sí —exclamó el pequeñajo.
—Bueno campeón, es hora de irnos —dijo, al mismo tiempo que cogió su manito y salieron de la casa.
Era un día soleado, no había tráfico y las emisoras tenían buena música, signos de que sería una tarde provechosa para ambos, en especial para Natalia, quien no deseaba pasar una noche más sin sentir el cálido cuerpo de su amada. Cuando Natalia estacionó aquel Honda Civic Coupe de color plateado frente al hospital, suspiró para calmar sus emociones, no era la primera vez que vería a su bebé, pero estaba tan nerviosa, tan emocionada que estaba al borde del colapso, aunque no podía darse ese lujo, ella debía mantenerse serena para conducir de vuelta y salvaguardar la seguridad de todos.
—¿Ya llegamos? —preguntó el pequeño.
—Oh sí, ya llegamos —dijo, al ver a su hijo por el retrovisor.
Natalia bajó del auto y abrió la puerta trasera para quitarle el cinturón a su hijo, quien le regaló una sonrisa picarona. Aunque ese pequeño no entendía las emociones por la que estaba atravesando su madre, sabía que estaba nerviosa y quería hacerle sonreír, solo de esa manera, su madre le sonreiría de vuelta, tal como solía hacerlo y no quería que ese día fuese la excepción. Ambos caminaron a paso lento, cogieron el ascensor que los llevará al piso dos, habitación número 3 y cuando giraron la perilla, se encontraron con la silueta de Martha, quien estaba amamantando a la pequeña Celeste.
—¿Y Luisa? —preguntó su novia, algo preocupada.
Pues hasta donde tenía entendió, Luisa se encargaría de hacerle compañía a Martha mientras ella llegaba al hospital. Así como también sé encargaría de alistarla, de acomodar su ropa y demás cosas que pudiera necesitar.
—Se tuvo que ir, surgió un inconveniente en su casa—respondió Martha—¿Podemos irnos ya? —expresó, al mismo tiempo que se incorporó de la cama.
—Sí, es hora de regresar a casa —le regaló una sonrisa, al mismo tiempo que ocultaba su malestar por haberla encontrado sola.
—Mami, ven, te ayudo con la mochila de la bebé —dijo Aarón, al acercarse a la camilla.
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Adicta a tus labios
RomanceLuego de la muerte de su madre, Martha deberá hacerse cargo del negocio familiar, por lo que se verá obligada a dejar sus estudios por un tiempo. Sin embargo, en una noche de baile, conocerá a una hermosa mujer que la llevara a replantearse la idea...