Capítulo 4

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Las últimas semanas, habían sido algo duras para Martha, quién aún no encontraba un equilibrio entre el negocio y su vida personal. Por muy extraño que parezca, ella decidió retomar sus estudios, al ver que todos sus esfuerzos por evitar que el negocio familiar se viniese abajo tuvieron sus frutos. No solo había incrementado los ingresos del local, sino que tenía más clientela y por supuesto, había encontrado una joven que atendiera el mostrador. Todo parecía ir bien, pero su mente no había dejado de pensar en Natalia y era algo que comenzaba a preocuparla.

Aquella noche que se encerró con ella en el baño para tener más privacidad, las cosas no pasaron a mayores, solo fueron algunos besos y caricias por parte de ambas, pero al día siguiente, logró percibir un pequeño moretón en su cuello. Le resultaba absurdo pensar en alguien constantemente, aun sin conocerla y eso la frustraba. Estuvo tentada a pasearse de nuevo por aquel bar, pero no tuvo el valor de hacerlo, sentía temor a involucrarse con alguien y le resultaba estúpido pretender que una mujer de su edad se fijara en ella. Dentro de sus planes, nunca estuvo la posibilidad de besar a una desconocida y mucho menos encerrarse en un lugar pequeño. No obstante, le resultaba divertido todo lo que sucedió esa noche, desde cómo se conocieron, la conversación que sostuvieron y esa forma descontrolada de besarse.

—Buenas tardes—expuso Luisa, al ingresar al despacho—¿Por qué tengo la extraña sensación de que conociste a alguien? —inquirió.

—¿Disculpa? —dijo Martha, haciéndose la desentendida.

—Conozco esa mirada pensativa—se ubicó al otro lado de la mesa—Es la misma mirada que tenías cuando comenzaste a salir con Alis, pero esta vez, se te ve más risueña—le dedicó una mirada suave—No creas que no me di cuenta de ese moretón que tenías en tu cuello hace un par de semanas —expresó.

Martha se sonrojó, había sido descubierta, por lo que no dudo en responder con un quizás. No quería mentirle a esa mujer que consideraba como su madre, pero ni ella misma sabía lo que comenzaba a sentir por esa mujer. Solo se habían besado y ya, no era algo de otro mundo que no pudiera solucionar.

—Dime una cosa—dijo, entrecerró los ojos—¿Por qué terminaste con Alis? Estoy al tanto del incidente que hubo en tu departamento, pero no conozco los detalles —expuso.

Martha desvió su mirada, después de todo este tiempo, no se había animado a contarle lo que sucedió aquella noche, ni del porqué terminó su noviazgo. Suspiró con fuerza como queriendo tomar algo de valor para decirle la verdad y cuando estuvo dispuesta, comenzó a hablar.

—Bueno, ya conoces como nos hicimos novias y que estuvimos saliendo un par de meses, pero nunca te confesé que era una ninfómana y aunque en un principio lo disfruté, con el tiempo, comencé a aburrirme—bajo su tono de voz—Después comenzó a celarme por cualquier tontería y a querer manipularme por todo. Por ese motivo decidí ponerle fin a esa relación enfermiza —mencionó.

—¡Vaya! Ahora entiendo que no hay que dejarse llevar por las apariencias—expresó Luisa—Entonces, ¿Por qué te agredió aquella noche? —investigó.

—Ella se obsesionó conmigo o más bien con mi cuerpo—Martha se tensó un poco, al recordar esa noche—Aquella tarde que llegué del funeral de mi madre, me había tomado unas pastillas para dormir. Sin embargo, al despertar me di cuenta de que Alis, me estaba desvistiendo —se le congeló la voz.

—No tienes que continuar, puedo imaginarme lo que sucedió —manifestó Luisa, al intuir por dónde venía esa conversación.

—En algún momento debo hablar sobre el tema, ¿no?—se encogió de hombros—Esa noche, Alis me ato a la cama para hacerme suya a la fuerza y aunque logré desatarme para salir huyendo, ella se dio cuenta y decidió apuñalarme con un cuchillo en repetidas ocasiones—una lágrima recorrió su mejilla—Forcejee con ella y terminé golpeándola con un sartén. Luego te llamé y en menos de veinte minutos, llegaste con la policía —limpió su mejilla.

—¿Por qué ese día no me comentaste nada? —se quejó. Para ella le resultaba muy duro que Martha hubiese cargado con todo ese dolor.

—Lo siento —dijo Martha.

—¿Qué pasó con esa muchacha? —preguntó Luisa.

—El día del juicio, su abogado testificó que Alis, padecía de una enfermedad mental y el juez decidió enviarla a un psiquiátrico —respondió.

—Espero que nunca salga de ese sitio —expresó.

—Cambiando de tema, ¿Hoy te puedo acompañar al colegio? —preguntó. Pues deseaba ver a sus hermanitos como solía decirle de cariño.

—Vamos —le extendió su mano.

Ambas salieron del despacho y le expresaron a Andrea, que tenía la tarde libre para que no se quedara sola en la tienda. Mientras conducía, su mente recordó la imagen de Natalia, por alguna razón, no había podido sacarla de su cabeza desde que la besó.

—¿Algún día podré conocer esa mujer que te tiene pensativa? —expuso Luisa, antes de que Martha doblara la esquina.

—No lo sé—redujo la velocidad, al ver el semáforo en rojo—No me he vuelto a encontrar con ella y tal vez, nunca lo haga —se encogió de hombros.

—Tuviste sexo con esa mujer y no tienes su número —le cuestionó.

—¿Por qué crees que tuve sexo con ella? No todo se reduce a eso—le dio una mirada de pocos amigos—Además, ya deberías conocerme. No soy como las chicas de mi edad que se acuestan con la primera chica que le pase al frente —le explicó. Al mismo tiempo que le hizo saber, que no siempre los encuentros deben terminar en sexo, pues un beso o una mirada son más gratificantes que el sexo en sí.

—De acuerdo, tal vez me apresure en sacar una conclusión, pero eso no me dice como terminaste con un moretón en tu cuello —manifestó.

—Ese fue el resultado de varios besos —sonrió, al estacionar su auto.

—Cuando los niños te vean, se pondrán tan alegres que se olvidarán de su madre —confesó Luisa, al bajar del vehículo.

—Probablemente —sonrió.

—¡Martha! —exclamaron los niños, al mismo tiempo que se acercaron para abrazarla.

—Cuánto han crecido, ya casi están de mi estatura—expresó con alegría—Kate, estás muy hermosa, tal como tu madre—besó su mejilla—Y tu Julián, estás muy guapo, pronto las chicas se enloquecerán por ti —lo despeinó.

—¿Ya es hora? —preguntó Julián y Martha asintió.

—¿Qué se traen entre manos? —Luisa los miró desconfiada.

—Todo a su debido tiempo —dijo Martha.

Todos abordaron el vehículo y en cuestión de minutos, estaban en ese restaurante que Martha, escogió para darle los cuatro tiquetes con rumbo a Italia, allí pasarían unos quince días con todos los gastos pagos.


Publicado: Wattpad, agosto 15 del 2018

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Los personajes, eventos y sucesos presentados en esta obra son ficticios. Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.

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