Mientras sus manos se deslizaban por la piel de Martha, percibió la tensión acumulada sobre la parte media de la espalda, y pudo ver otras pequeñas cicatrices que tenía en su costado derecho. Por más que intentó imaginar cómo se hizo aquellas lesiones, no pudo crear una idea concreta y cuándo tuvo el valor para preguntarle, Martha decidió evadir la respuesta. Sin embargo, una parte de ella se sentía atraída por esa mujer, no sabía si era por sus ojos verdes o por esas cicatrices que la hacían ver sexy. El masaje duró más o menos dos horas, pero Karla dejó que Martha descansara unas horas más. Cuando terminó con su labor, regresó al cubículo donde estaba Martha, pero se tocó con el dorso desnudo de la mujer.
—Disculpa, pensé que aún dormías —se dio media vuelta.
—Recién me acabo de despertar—terminó de vestirse y sonrió por el gesto de la chica—Ya puedes voltearte —le sugirió, mientras se colocaba sus zapatos.
—Te pido disculpas nuevamente, para la próxima tocaré antes de ingresar —le explicó.
—Gracias por haberme dejado descansar, realmente lo necesitaba —le regaló una sonrisa.
—No hay de qué —sonrió, pero el tenerla tan cerca, no pudo controlar sus impulsos y decidió darle un beso corto.
Martha se quedó inmóvil, no esperaba aquella acción y antes de que pudiese decir algo, Karla se encontraba disculpándose.
—Me siento muy halagada por tu reciente interés hacia mí, pero no puedo corresponderte de la misma manera —le aclaró.
—Entiendo—dijo por lo bajo—Espero que eso no cambie nada entre nosotras y que sigas viniendo al spa por tus masajes —le regaló una sonrisa sincera.
—No te preocupes, eso no va a pasar—acarició su mejilla—Nos vemos la próxima semana —expuso, antes de marcharse.
Pensó en regresar a su departamento, pero había descansado tan plácidamente en aquel spa que tenía ánimos de ir a rumbear, subió a su vehículo y decidió ir al bar gay que solía visitar. El lugar estaba a reventar, la música era a todo dar y las chicas que estaban a su alrededor, eran hermosas. Se acercó a la barra y pidió un Martini seco.
—Espero lo disfrute —dijo, la chica de la barra.
Martha tomó aquella copa e ingirió un sorbo, mientras sus ojos detallaron a la chica que estaba de barman. Era casi inevitable que no se fijara en ella, su rostro era ovalado, con un pequeño lunar en su mejilla izquierda, sus ojos eran de un color miel y su cabello estaba a la altura de los hombros al estilo bronde, que era un color intermedio entre el rubio y el castaño.
—¿Eres nueva en el sitio? —no tardó en preguntar.
La chica de ojos miel la miró divertida, claro que no era nueva, solo que justo ese día, le tocó atender la barra para cubrir a una de sus empleadas. Ya que normalmente estaba tras bastidores, vigilando que todos los hicieran su trabajo cómo se debe.
—No realmente, ¿Por qué? —frunció el ceño.
—He venido con frecuencia y nunca te había visto —ingirió un poco de su Martini.
—Suele pasar —respondió, al mismo tiempo que atendía a otro cliente.
Martha le dedicó una mirada inquisitiva, podía jurar que nunca la había visto en ese lugar, pero cuando estuvo a punto de formular otra pregunta, alguien se le acercó para invitarla a bailar. No lo pensó dos veces y accedió a esa invitación, después de todo a eso había venido. Estuvo bailando por un par de horas, hasta que se disculpó con la chica para ir a la barra, donde se encontró de nuevo con la misma mujer de ojos miel, pero antes que pudiese ordenar algo, aquella chica le preguntó su nombre.
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Adicta a tus labios
RomanceLuego de la muerte de su madre, Martha deberá hacerse cargo del negocio familiar, por lo que se verá obligada a dejar sus estudios por un tiempo. Sin embargo, en una noche de baile, conocerá a una hermosa mujer que la llevara a replantearse la idea...