Capítulo extra-Una familia

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Natalia había despertado esa mañana con una sensación de frío que invadía su cuerpo, pues a su lado, no estaba el cálido cuerpo de su novia. Algo que le pareció extremadamente extraño, considerando que ese día ambas estarían descansando. Intentó fijar su mirada por los alrededores, pero le resultaba algo inútil, ya que el cansancio al que había estado expuesta la última semana, le hacía algo de mella e imposibilitaba abrir sus párpados correctamente. Por lo que se giró y se cubrió con la manta una vez más, estaba algo perezosa y no era su culpa, su socia le había pedido que revisara los libros de contabilidad de los últimos tres meses, pues notaba que había un vacío enorme en cuanto a los ingresos que recibía el bar.

Pese a que estuvo enfrascada revisando cada activo, cada pasivo y el capital contable, no pudo averiguar cómo es que faltaba un dinero extremadamente alto que desequilibraba el balance general del negocio. Llevándola a sospechar de las personas que trabajan en su negocio, pues alguien se estaba quedando con un dinero que no le correspondía y aunque no estuvo de acuerdo con aquella investigación que abrió Camila para descubrir el culpable, la apoyo como debía ser. Después de todo, aquel bar era el negocio de ambas y ninguna permitiría que terceros dañaran aquello que les costó sacar adelante.

—Despierta dormilona—escuchó a lo lejos, tal como si fuese un eco que se producía en su subconsciente—Cariño, abre los ojitos, no quiero irme sin despedirme de ti —sintió un leve beso en sus labios.

—No quiero, estoy cansada —resopló.

—Lo sé, pero no quiero irme sin despedirme de ti —escuchó de nuevo.

—Irte, ¿A dónde iras? —dijo Natalia, en un bostezó.

—Recuerda que debo llevar a Aarón para la casa de un compañerito —expresó.

—Cierto, se me había olvidado —se levantó perezosa.

—Te hice un café descafeinado, tal como te gusta —le regaló una sonrisa.

—Gracias cariño, justo lo que necesito para terminar de despabilarme —besó sus labios tiernamente.

—¿Crees que estés despierta cuando venga de regreso? —le preguntó.

—Tal vez, ¿Por qué?, ¿Tienes algo en mente? —elevó su ceja, de manera divertida.

—Solo quiero estar a solar contigo, como en los viejos tiempos —comentó.

Pero antes de que Natalia pudiera responder a esa proposición, se dio cuenta de que su pequeñajo había ingresado a la habitación con una sonrisa. Aarón, era un niño muy entusiasta, de cabello rubio y ojos azules, que, a sus cuatro años, era todo un caballerito que usaba las palabras "por favor" y "gracias" tal como le habían enseñado sus madres para inculcarle hábitos saludables. De hecho, tenía la manía de disfrutar haciendo cosas nuevas, ya sea con sus compañeros de clase o sus madres y adoraba jugar al escondite como cualquier niño de su edad.

—Mamá, ¿Hoy me puedo quedar en la casa de Mateo? Es que su madre nos hará donas caseras —hizo pucheros.

—Bueno, déjame ver—lo cogió entre sus brazos—¿Prometes que te portaras bien? ¿Y qué la semana que viene harás todas tus tareas sin estar de malcriado? —le dedicó una mirada seria.

—Sí, lo prometo —junto sus manitos.

—¿Y ya le pediste permiso a tu mami? —le dio un leve golpecito en su nariz con su dedo índice.

—Sí, pero también quiero tu aprobación—sostuvo su rostro—¿Me dejas ir? —insistió.

—Claro, mi pequeñajo—lo despeinó—Anda, ponte un abrigo que afuera está haciendo mucho frío —le indicó y el pequeño asintió.

Adicta a tus labiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora