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JungKook caminaba hacía aquel río que tantos recuerdos le generaba.

Vestía de negro, manteniendo sus manos en los bolsillos de su hoodie y su cara medio cubierta por una gorra.

Caminó hasta que logró visualizar un auto oscuro en donde se terminaba el camino justo detrás de unos árboles, suspiró profundamente y siguió.

Tomó las llaves que estaban entre el verdoso pasto y entró al auto, se relajó y se dió ánimos. Busco en la cajonera y encontró una nota con indicaciones.

No. No, no, no. No podía ser cierto.

-P-pero...- Soltó inconsciente en un aliento suelto.- Agh, maldición.

Encendió el auto y condujo hasta la carretera principal para luego tomar un atajo solitario para continuar.

Debía llegar a la salida de la ciudad, lugar que solo le daba pésimos recuerdos.

Condujo por casi media hora, solo pensando y pensando en ciertas escenas de su vida.

Cuando iba llegando, visualizó a lo lejos aquella granja gigante y desolada. No iba a negar que tenía nervios de acercarse allí, pero solo pensaba en NamJoon. Continuó hasta la gran reja que la separa de la carretera y entró lentamente. Pasó su mirada por el lugar rápidamente y a lo lejos vió a una mujer acercándose con una maleta de cuero negro en sus manos.

Era una chica hermosa, delgada y alta con perfecta curvas que se acentuaban cuando caminaba meciendo su largo cabello marrón.

Se acercó hasta el auto y JungKook bajó para abrir la puerta de atrás.

-Buenos días, soy Elizabeth.- Habló la chica con determinación.

JungKook asintió en forma de saludo.- Un gusto.

Jeon tomó la maleta y la puso en el auto cerrando después y subiendo de nuevo a su lugar para irse por fin.

-¿Es todo?- Preguntó con curiosidad.

-Sí, ten cuidado JungKook. Hay ojos en todo lugar y lo último que quiere tu hermano es que mueras, ¿entiendes?

El nombrado sintió miedo y su mirada se perdió en el ambiente.

-Escucha bien... Ahora debes llegar al cementerio y dejar el auto en frente del bosque, cierra el auto y deshazte de las llaves, otra persona irá por él y ya tiene unas.- Dijo la mujer.- Bueno, fue un placer.- Se dió vuelta para adentrarse de nuevo en ese inhóspito lugar.

JungKook se palmeó las mejillas y condujo hasta el cementerio, mientras maldecía porque la radio no encendía.

Condujo por cuarenta minutos, llegó al cementerio y como era de esperarse, se vió a él de diez años sosteniendo una margarita entre sus dedos con la cabeza baja para ir a visitar a su madre. Siempre tuvo claro que hiciera lo que hiciera su madre, ella lo amaba como él a ella.

Volvió su concentración a la estrecha calle y rodeó el cementerio quedando en una esquina frente al bosque tal como le habían indicado.

Miró por el espejo retrovisor a la maleta, no iba a negar que le daba curiosidad mirar pero sabía que no debía, así que para detener esa tentación creada por él mismo, bajó del auto y lo aseguró. Se estiró y recordó que debía desaparecer esas llaves. Cruzó la calle y empezó a caminar por un angosto sendero del bosque, tarareaba una canción y recordó instantáneamente que no había ido a trabajar por tres días gracias a las cosas que se le presentaron. Caminó rápido porque sí o sí, debía ir a hablar con TaeHyung.

-Oye, fíjate por dónde caminas.- Escuchó a alguien decir. Al hacérsele conocida esa voz, dejó de lado sus pensamientos y alzó su mirada.

Se sorprendió en demasía, no lo podía creer.

-Oh, Kookie.- Dijo el contrario poniéndose en pie.- Mírate, como has crecido.

-H-hyung... Vaya, es increíble verlo de nuevo.

JungKook miró que había una pala brillante caída, así que se agachó y se la dió al castaño.

-¿Cómo estás, pequeño?

-Bien... Todo está bien.- O bueno, eso quisiera.

-¿Y tu hermano? ¿Qué tal va su vida?

-Eh, pues no ha estado tan mal.- Dijo con su mirada baja mientras jugaba con sus dedos y recordó a sus hyungs.

~El pasto estaba muy alto, tanto así que el pequeño JungKook se podía esconder muy bien allí.

El lindo azabache se escabulló por todo el campo sintiendo su piel picar por las hojas secas con una sonrisa maliciosamente tierna, digna de un niño travieso de siete años.

-¡Bu!- Exclamó mientras alzaba sus manitos y sus ojos eran cerrados por sus redondas mejillas.

NamJoon y Jin se dejaron de besar y voltearon a mirar al pequeño junto a ellos.

-Ven aquí, Kookie.- Dijo Jin con una sonrisa maternal.

JungKook obedeció y se sentó en sus piernas mientras miraba a su hermano junto a ellos.

-¿Por qué juntan sus bocas? Se ve raro.- Preguntó JungKook curioso.- Hace que me den cosquillitas en mi pancita.

NamJoon y Jin rieron enternecidos.

-Es porque soy novio de Jin y lo amo.- Aclaró NamJoon haciendo sonrojar al mayor de los tres allí.

-¡Quiero uno para juntar nuestras bocas así!- Exclamó JungKook feliz y decidido a encontrar su propio novio.

-Algún día tendrás el tuyo, por ahora ve a jugar.- Habló Jin acomodando el cabello negro de JungKook~

JungKook sacudió su cabeza y sonrió.

-Bueno Koo, me tengo que ir. Fue todo un placer verte.- Dijo por último Jin.

-Lo fue para mí también, hyung, que le vaya muy bien.

Los dos sonrieron por última vez y se alejaron en sentidos contrarios.

Jin salió del bosque y vió a un NamJoon molesto subiendo a un auto solitario en frente de él.

-Lo siento mucho, cariño.- Dijo para sus adentros, tomando su celular.

-¿Papá? Ya tengo lo que buscabas.

-Perfecto, te veo en casa.

𝙳𝚎𝚜𝚝𝚎𝚕𝚕𝚘 | 𝕋𝕂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora