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Era el mediodía del viernes, habían pasado poco más de tres semanas desde año nuevo, en las cuales TaeHyung tuvo el suficiente tiempo de reemplazar sus pensamientos vacíos por unos que de verdad le fueron ayudando de a poco.

Mantenía sus tareas organizadas y hacía las revisiones detalladas de cada uno de sus bares. Visitó y se reunió con varios proveedores, hizo mínimos cambios en los lugares, y por simple que parezca, cada detalle le ayudó. Era como si se hubiese convertido en otro hombre.

-No hagan espectáculos en frente de mi bar.- Exclamó TaeHyung bajando de su auto al ver como YoonGi y JiMin se besaban mientras esperaban afuera para que él abriera.

-Estás celoso de nosotros.- Dijo YoonGi cuando ya iban entrando.

-Tonterías.- TaeHyung chasqueó su lengua y rodó los ojos.- Iré a trabajar... No me interrumpan o los hago venir más temprano.

-Que malhumorado.- Dijo JiMin en un puchero.

-Déjalo, solo le falta sexo.- Habló YoonGi mientras se ataba su delantal a la cadera y recibiendo un golpe de su novio.

TaeHyung soltó una carcajada y se encerró en su oficina para revisar cosas pendientes.

...

JungKook estaba nervioso, se supone que ya no debía haber nadie en el bar. Se armó de valor y tocó la puerta, rogaba que YoonGi no le estuviera haciendo alguna broma pesada porque lo mataría.

-Pasa.

Al escuchar la voz del otro lado, se tranquilizó, pero le extrañaba a la vez.

Abrió la puerta y pudo observar a TaeHyung concentrado en una computadora mientras usaba unos lentes.

Vaya, sí que es apuesto.

El pelinegro salió de sus pensamientos algo inquieto.

-¿Qué sucede?- Preguntó.

-Ya cerramos.

-Espera, ¿por qué?- Habló frunciendo su ceño.

-Son las once de la noche.- Respondió con diversión.- Fíjese si no me cree.

TaeHyung miró la hora en la pantalla frente él y abrió sus ojos por la sorpresa.- Dios... ¿YoonGi y JiMin ya se fueron?

-Sí, solo estoy yo.

-¿Por qué?

-Bueno... Perdí una apuesta con YoonGi hyung así que tuve que quedarme a limpiar.

El contrario negó con una sonrisa divertida por la situación.- Entiendo, ¿ya cenaste?

JungKook negó con un gesto.

-Vamos a comer, ¿quieres?

El pelinegro mordió su labio con vergüenza y un leve sonrojo apareció en sus mejillas.

TaeHyung dejó todo a un lado, tomó sus cosas y se acercó a él.- Alístate, te espero afuera.

JungKook asintió con timidez y salió en busca de sus pertenencias.

Aquel chico que siempre vestía de negro le intrigaba en demasía a TaeHyung, no lo iba a negar, era atractivo ante sus ojos.

JungKook terminó de cerrar el bar y se aproximó al castaño, quien lo esperaba junto a su auto.

TaeHyung le abrió la puerta del copiloto con una sonrisa gentil y caminó hasta su asiento.

En el solitario camino, el pelinegro tarareaba las canciones de la radio mientras era escuchado atentamente hasta que se estacionaron en frente de una cafetería.

Los dos entraron y fueron atendidos inmediatamente.

-¿Por qué se queda tanto tiempo en el bar?- Preguntó JungKook tratando de ocultar el nerviosismo que sentía, luego de unos minutos en silencio.

-De los tres, es mi favorito.

-¿Qué tiene de especial?

TaeHyung sonrió con pesar y lo miró a los ojos por unos segundos para después desviar su mirada.- Ese lugar pertenecía a mis padres... Papá era un gran degustador de licores antiguos, coleccionaba muchas botellas antiguas de distintos tipos; cuando él se enteró que iban a tener un hijo, estaba tan feliz que convenció a mamá de comprar ese lugar y lo volvieron en lo que es para antes de mi nacimiento... Me lo obsequiaron en mi cumpleaños número veinte y nunca he quitado absolutamente nada de lo que tiene cuando pasó a ser mío.

-Sus padres, ¿dónde están? Nunca los he visto con usted.

Una presión se hizo presente en el pecho del castaño.- Ya no están aquí.

Y ahí fue cuando JungKook hubiera preferido no ser tan entrometido. Se avergonzó en demasía por su imprudencia.- Y-yo, lo lamento.

-No es tu culpa, son cosas que pasan al fin y al cabo... Mejor cuéntame de ti, ¿tienes familia?

El pelinegro se tensó de inmediato.- Solo mi hermano.-

TaeHyung ladeó su cabeza con curiosidad.- ¿Vive contigo?

Debería...

JungKook se elevó en sus pensamientos y recordó que su vida no es del color de las rosas. Desesperación era la palabra que lo describía. Trató de no caer de nuevo en su realidad, pero le fue imposible. Se sumergió de nuevo en las turbulentas aguas de su vida que habían estado calmadas anteriormente. Tenía tanto temor encima y todo por la responsabilidad que se autoimponía con su hermano mayor, pero no lo veía como una carga, más bien era un agradecimiento desde que sus padres los abandonaron.

Una lágrima se derramó de su rostro perdido.

-¿JungKook?, ¿estás bien?

-Sí.- Sacudió su cabeza y suspiró con pesar.

-Aquí está la orden.- Interrumpió la camarera.

Los dos se relajaron y empezaron a hablar de cosas triviales, cada vez más adentrándose en el otro y conociéndose más. Cuando TaeHyung pagó la cuenta volvieron al auto.

-¿Dónde vives?- Preguntó el castaño mientras empezaba a conducir.

JungKook le dio las indicaciones. TaeHyung se estacionó frente a unos edificios.

-Gracias por todo.

-No fue nada. Ten buenas noches.

El menor salió del auto y caminó nervioso adentrándose un poco en una de las torres y apenas vio que TaeHyung se alejó lo suficiente, empezó a caminar hasta su casa.

JungKook estaba cansado de que siempre tuviera que vivir así, quería gritarle a mundo todo lo que guardaba, pero no podía. No quería más ataduras, pero era como si cada vez ganara una más, se perdía a él mismo y no se hallaba de ninguna forma, prácticamente algo en su interior dolía pero simplemente cerraba sus ojos, respiraba y seguía. No podía dejar de hacer aquellas cosas que lo ponían en riesgo aunque lo deseara. Simplemente se hundió. Se iba matando poco a poco solo por darle sus pequeños toques de energía a alguien más.

Abrió la puerta torpemente por los leves temblores de sus manos, cerró de golpe y se dejó caer en el suelo frío entre la oscuridad de la pequeña casa, escondió su rostro entre sus manos, suspiró tan fuerte que sintió como si el cielo se le viniera encima y dejó sus lágrimas salir.

Su desesperación lo consumió, enredó sus dedos en su cabello dejando salir gritos de miedo, como un bebé cuando su mamá no está cerca de él, y de dolor, de su alma. Lastimó su garganta por sus fuertes quejidos. Sentía tanta soledad, tal como si caminara en un callejón sin salida del que solo se alcanza a ver una pequeña luz, esa que veía porque aún había vida en él, pero sin saber cuándo se pueda tropezar y no levantarse nuevamente. Sin saber nada y esperando de todo en un camino tan corto y estrecho. 

𝙳𝚎𝚜𝚝𝚎𝚕𝚕𝚘 | 𝕋𝕂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora