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-¿Qué quieres?

TaeHyung estaba inquieto. Sabía que en cualquier circunstancia, haría que JungKook saliera intacto de cualquier acto en su contra; pero Elizabeth únicamente venía a fastidiar, cosa que no le extrañaba, pero le causaba curiosidad.

-Solo vengo a dar una visita amistosa.- Respondió entrando como si nada y acomodándose en el sofá.

TaeHyung la mató en su cabeza. ¿Era tan difícil que lo dejaran ir a dormir con su Koo?

Sabía que tenía que llevarle la corriente a esa mujer, o nadie la sacaría de su casa.
Cerró la puerta y se sentó enfrente de su prima, dándole una mirada juzgadora para que hablara.

-Sabes que la muerte de tus padres no fue un accidente, ¿verdad?

TaeHyung no sintió nada. Fue como si su interior se hubiera cerrado. Su corazón latió rápido y con pesadez, sintió un frío subir desde sus pies hasta su cabeza. Apretó su mandíbula y clavó su mirada en Elizabeth.

-¿Qué quieres?- Dijo de nuevo con un tono seco.

-TaeHyung, te daré la oportunidad de que encuentres las respuestas antes de que lamentes haber sido el espermatozoide más rápido que salió de los testículos de... de t-tu... de tu padre.

Elizabeth hizo una pausa. Se alteró pero lo supo manejar.

-Sé que eres un hombre muy inteligente, TaeTae. Cuida lo que quieres.

JungKook, ¿eso es?

TaeHyung solo tenía la imagen apacible de JungKook durmiendo en su mente.

¿Pero qué tiene que ver él con sus padres?

Unas cuantas preguntas sin ninguna pista.

-Tae, ven ya.- Un JungKook adormilado llegó caminando a la sala, cubierto con una cobija desde su cabeza hasta sus pies.- No puedo dormir bien... Me duele la cabeza.

TaeHyung no sabía si sentirse nervioso porque el azabache saliera, complementamente enamorado de esos pucheros involuntarios del menor o agradecido de que no se haya dado cuenta de la presencia de la mujer.

-Ve a la cama, bebé. Dame un minuto y voy contigo.

JungKook asintió y se dirigió de nuevo a dormir.

-Veo que lo consientes mucho... ¿Quién diría que tienes sentimientos?- Habló Elizabeth con intención de molestar a su primo.

Cosa que no consiguió.

-Él recibe de mí, lo que a ti nadie te da.- Habló con una sonrisa leve. -Ahora, levanta tu cuerpo de perra barata de mi sillón y sal por donde entraste. No quiero que el olor a sarna inunde mi casa.

La ira llegó a Elizabeth. Rodó sus ojos y se dirigió a la puerta.

-Cuídate, hermanito.

TaeHyung bufó ya cansado de la situación y empujó a Elizabeth cerrando después.

Tronó su cuello para relajarse y fue a la cocina para llevarle un vaso de agua con una pastilla a JungKook.

-¿Estás bien?- Preguntó con voz ronca el azabache mientras se tomaba lo que TaeHyung le llevó.

-Sí. No te preocupes, Koo. Descansa.- Habló acostándose junto a él, mientras lo cubría con las sábanas y lo abrazaba para disponerse a dormir finalmente.

Era consciente de que en sus manos, sostenía su mundo. Pero tenía miedo de no saber cómo manejar la situación. Tenía miedo de dejar perder a JungKook. Temía intentarlo y fallar.

¿Cuidarlo de qué? Exactamente, no sabía.

_

A la mierda todo. NamJoon debía volver.

Se desveló dos noches pensando en su hermano, sentía la situación como un completo martirio. Pero no se sentía peor, sabía que su vida era una mierda desde pequeño. Aprendió a sobrellevar situaciones de gran peso desde sus doce años, cuando le ayudaba a su papá a matar personas y entregar droga.

En esos momentos todo parecía demasiado irreal. Lo estaban buscando para deshacerse de él y la mujer que quería, lo había dejado porque deseaba hacerle quién sabe qué a su hermano.

Se sentía culpable por no estar con él, pero era consciente de que era ponerlo en un riesgo aún mayor.

Su pequeño Kookie. Lo había dado todo por él sin hacer que se diera cuenta.

Recordaba aquellos días en que prefirió ser torturado de la manera más sádica antes de que le tocaran un cabello al azabache.

Cada mes entraba a la casa y le dejaba una buen cantidad de lo que ganaba en su mesita de noche. Por eso a JungKook le extrañaba ver que al parecer su dinero era inagotable.

Quizás no lo expresaba, pero aquel ser de luz era por quién decidía cada mañana seguir viviendo. Por eso jamás le daba tanto cariño como a JungKook a él, porque temía a sentirse satisfecho y dejar de hacer lo que hacía por él. Nada era suficiente, siempre lo haría todo.

Antes de que saliera el sol, tomó el primer bus devuelta a la ciudad. Estaba ansioso por qué iba a pasar.

Su vida estaba en riesgo, y si no tomaba la distancia suficiente, la de JungKook también.

𝙳𝚎𝚜𝚝𝚎𝚕𝚕𝚘 | 𝕋𝕂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora