-00-

259 19 3
                                    

Mashiho.

No logro reconocer mi reflejo en el espejo, y es aterrador e injusto no hacerlo, porque todo esto;  Es lo que nunca seré.

El agua micelar corre por mi rostro acompañada de mis lagrimas. Con rudeza, deslizo los pañuelos húmedos y retiro todo el maquillaje.

La estupenda idea de gritar por auxilio ataca mi dañada conciencia, porque esto debería ser considerado maltrato y tortura.

Nunca he sido mal hijo. Mis calificaciones en la escuela son excelentes, no hago ruido, y mi vida social no es problemática. Solo en mi habitación, en mi maldita privacidad, tal vez sí haga cosas que no están del todo bien.

Pero que mi forma de vestir, de caminar y de reír les irrite tanto debe ser una estúpida broma.

¿En qué dimensión el maquillaje es un pecado para un hombre?

Justo en esta.

Me encanta, adoro llevar delineado, adoro la sensación de la tinta en mis labios, porque me siento amado y vivo, porque me gusta lo que veo en el espejo. Me siento como un chico, y me encanta llevar vestidos, me siento cómodo con lo que soy, estoy orgulloso de lo que he creado.
Pero mi felicidad no le hace mucha gracia a mi querida familia.
Y tengo que corregir todo esto, porque soy un error, una aberración, porque incomodo a mis compañeros en la escuela. Mi Coreana madre dice que nunca conseguiré una esposa si mi comportamiento no cesa, y aunque me gustan las chicas, la persona que me ame debe aceptarme tal y como soy, lo sé porque tuve la valentía de educarme por mi cuenta. Pero vivir bajo el techo de mis enemigos coloca  limites sobre lo que quiero y sé que necesito.
Debo amoldarme y cumplir sus caprichos.

Al terminar mi última reflexión de la mañana, salgo del horrible baño de mis padres hecho humos.

La idea de saltar por la ventana se ve tentadora.

Pero mi padre toma mi brazo bruscamente justo cuando estoy caminando en dirección a ella.

Me arrastra hasta el comedor, y me sirve el incoloro cereal, junto a la leche a punto de vencer, y tira la cuchara sobre el plato.

El señor Takata casi siempre está callado, no lo veo muy seguido, y las cuantas palabras que intercambiamos son igual de desinteresadas por ambas partes. Él es la maquina de control que mi madre utiliza y manipula.

Somos igual de miserables.

Entonces no lo culpo, tampoco lo odio, solo no le quiero, o eso creo, porque en las noches tiendo a quedarme dormido después de lagrimear un largo rato gracias a las fotos de mi decente niñez, cuando aparentaban amarme.

Termino mi desayuno y pido permiso para retirarme una última vez hacía el baño, solo para lavar mis dientes.
Trato de idear una última forma para terminar con mi vida, pero odio que todas las maneras supongan dolor, además no hay suficientes pastillas en los cajones. Vuelvo a la sala, derrotado; tomo mis  pertenencias y las echo en primer bolso viejo que encuentro.

Salgo de la cueva de cemento hacia el viejo auto familiar, donde la mujer que me trajo a este horrible mundo me espera, solo para atacarme todo el camino hasta el infierno con sus hirientes palabras.

Entonces llegamos, y decreto que los sábados de ahora en adelante serán deprimentes.

Al salir, toma mi muñeca, alegando que soy capaz de salir corriendo muy lejos de ahí. Por primera vez, no se equivoca.

Ya en la entrada, un chico de mi edad parecer recibir a todo recién llegado, porque lleva en sus manos una lista.
Pregunta mi nombre, y sonríe como maniático cuando ve que efectivamente  hago parte de ella.

Mi nombre es Junkyu, un gusto Mashiho.

Para lo que me interesa.

Pero claro, tengo que simular que me importa, así que mi madre me obliga a regalarle una reverencia, con falso respeto, y agradezco que haya percibido mi fastidio. Permitió la entrada sin decir otra amable palabra.

Camino, sin dar un vistazo a lo que voy dejando atrás. Lo último que deseo es despedirme, así que me dejo guiar por los uniformados de celeste, quienes aspiro son los anfitriones.

Me sorprende lo grande que es lugar y  la cantidad de adolescente que hay sentados, esperando por el profeta o salvador. Dejo caer mi trasero en alguna silla, lo más apartado posible.
Quiero que comience lo más rápido posible para largarme y no volver a colocar un solo pie en casa.

Pero me arrepiento de mis torpes pensamientos cuando soy el primero en ser llamado para presentarse después de que el instructor se presenta.

Toda la atención en mi logra aturdirme, y una oleada de nauseas ataca mi pobre  estomago.

Mi nombre es Takata Mashiho— Como ya todos saben.— Tengo dieciséis años y...

¿Tienes algún pasatiempo Mashiho?

—Juego baloncesto.

Jugaba.

Me echaron del equipo por las mismas razones que me trajeron hasta este polvoriento lugar.

Hacer deporte es esencial para llevar una vida sana, te felicito Mashiho.— Pensé que había salido victorioso, muy ingenuo de mi parte— Ahora cuéntanos, ¿Qué te trajo hasta aquí?

Piensa Mashiho, piensa algo que definitivamente no dirías.

Estoy buscando un cambio en mi vida, porque me siento incompleto y desmotivado. Llegué a la conclusión de que no existe mejor solución que esto.

Mentí, aún sabiendo que el hombre, quién se denominó a sí mismo Señor Kim, estaba más que enterado de mis problemas interpersonales. Pero preferí hacerlo antes que exponer todos mis problemas ante una manada de desconocidos.

Excelente Mashiho, espero que encuentres lo que buscas, porque está más cerca de lo que crees.

Y yo espero que el llamado milagro no se tarde en llegar.

nasty; m a s h i k y u Where stories live. Discover now