-01-

169 19 2
                                    

Junkyu.

Me levanto más animado de lo habitual. Por fin será el día en que mi rutina cambiará.

Ya tengo la edad suficiente para ayudar a mi padre, aún no para ser un servidor oficial de la congregación, pero por lo menos sí para actuar como ayudante.

Lo sé, la idea de trabajar para un grupo de ayuda no es muy emocionante; pero por otro lado, podré conocer personas de mi edad.

Me imagino miles de escenarios, donde por fin hago por lo menos un amigo o amiga, y mi corazón se remueve inquieto en reacción.

Sucede que, las personas tarde o temprano se alejan porque ¿Quién en su sano juicio se juntaría conmigo? Cuando fui edcucado en casa, cuando a pocas penas mis amados parientes me dejan ir a cine, después de cerciorarse cual va a ser la película que veré, claro está.

Odio el control que ejercen sobre mi, y las consecuencias que tiene en cada aspecto de mi corta y joven vida.

Quiero salir, quiero explorar, sobretodo conocerme.

Pero también acepto que la fachada creada para mi que formaron y alimentaron, me ha protegido en otros sentidos. Puedo simular ser un chico dulce y sensible, con maravillosos modales, tanto así que me lo creo.
Y monté este perfecta creencia, para alimentar el ego que me protege de los comentarios hirientes.

Me aliste y vestí justo como esperaban, porque ya no era necesario que lo pidieran. Cociné mi propio desayuno, porque desperté un poco más tarde que los demás en casa. Al terminar cepille mis dientes y peine mi cabello frente al espejo.

Entonces partí junto a mis padres y hermano. Hoy la jornada sería larga.

Llegamos, y con ayuda de los demás servidores arreglamos el espacio, mucho antes que los participantes llegaran.

Mi función es simple; Tomar asistencia. Después tendría el placer de escuchar la presentación y charla.

Y lo hice, cumplí con mi cometido.
Trato de grabar todos los rostro nuevos y prematuros. Uno en particular llamó toda mi atención, pero mi curiosidad se vio humillada cuando me lanzó una mirada asesina. De esas que en muy pocas ocasione recibo. Maltrató toda mi fachada, y aquello encendió mil infiernos dentro de mi.

Terminó la sesión, dandole paso al  momento de los refrigerios y la integración.

Aunque lo tenía prohibido, tomé una bebida cuando supuse que no tenia ojos encima mío.

Mi equivocación.

—¿Por qué la agarras como si la estuvieses robando?

Socializar era más vergonzoso de lo que esperaba, además de que soy pésimo mintiendo.

No puedo tomarla.

—¿Por qué lo haces entonces?

Y de todos los que esperaba me hablasen Mashiho era el último, quien anteriormente me había analizado con lo que parecía asco, pero aquí estamos, intercambiando palabras porque mi sed ganó.

—¿Cual es la función de las bebidas?

—Eso te hace un mal chico— ignoró mi pregunta.— Necesitas ayuda, deberías hacer parte del club.

Admito que por unos segundos tuve miedo, el mismo con que fui criado.

Hasta que escuché su risa, y todo temor se esfumó, en cambio fue remplazado por una sensación cálida en mis mejillas.

Me agradan los chicos malos.

Arrebató en envase de mis temblorosas manos, y desaparecía entre el gentío que se movilizaba para recoger su merienda.

Recordé entonces todos los libros de genero romántico y juvenil que había consumido este último año. Mashiho parece sacado de uno. Que suerte tendrá la chica que llame su atención.

Caigo en cuenta de lo extraño que resuena todo su ser en mi conciencia, y trato de no darle vueltas al asunto.

nasty; m a s h i k y u Where stories live. Discover now