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Junkyu.

Dos semanas transcurren rápido.

Me siento cada día más estúpido, y perdido. Mi relación con mis padres va decayendo poco a poco, las pocas motivaciones que construí se desvanecía en mis manos, y yo me limito a observar.

Mi última opción es contarle a mi padre  por lo que estoy pasando, sin dar mucho detalle, solo profundizando en mi desmotivación. Lo entiende, y me alienta a salir, aunque mamá odie la idea. Repara su antigua bicicleta para mi, y me permite faltar los sábados que yo crea posible.

Respiro aire fresco, conozco nuevos paisajes y escenarios, me empiezo a sentir libre.

Pero falta una pieza importante. Quiero contarle a Mashiho lo bien que se siente observar los diferentes tonos del atardecer, uno diferente cada día.

Compartir todo esto con él, sin darle importancia a mi posiblemente corazón roto. Quisiera borrar todas estás posibilidades que giran entorno a mi cabeza, actuar y luego pensar, arriesgarme.

Entonces hago una parada. Es jueves, peor supongo que ya está en casa después de un día escolar, del cual yo no puedo participar.


Entre mis manos temblorosas, marco su número en el teclado de mi celular.
Entiendo que es mejor perderlo todo mientras actúo bien, antes de quedarme con los brazos cruzados.


No responde a al primer intento, peor sé que está ahí, sé que sus ojos están clavados en la pantalla. Lo intento dos veces más, pero solo a la tercera me responde.

¿Qué?— Su voz suena irritada y rasposa, como si tuviera gripe o hubiese llorado por horas.

¿Podemos vernos?

No.— Creo que va a colgar, pero no lo hace, y puedo jurar que está a la expectativa de mi propuesta.

Estoy frente a tu casa.

Hay un silencio aterrador, pero después de el algo mucho peor; un largo sollozo.

Espera un segundo.

Cuelga, peor ahora tengo la esperanza de verle. Dejo la bicicleta a un lado, casi escondida, y camino hasta la entrada, esperando nada bueno.

Mashiho...— Su mejilla está hinchada muy roja, y de su labio sale un poco de sangre. Hay maquillaje regado por todo su rostro y camiseta, y en sus piernas descubiertas hay un par de moretones que la falda no alcanza a cubrir. Doy un paso al frente, pero él se adelanta y me abraza, con tanta necesidad que creo sentir todo su dolor en mi pecho.

Camino con Mashiho en mis brazos, y cierro la puerta tras nosotros. Llora en silencio, pero en momentos logro percibir suaves sollozos, que le hacen presionarse aún más contra mi torso.

¿Qué ha pasado?— No estoy preparado para saber la respuesta, no cuando lo primero que noto es que por medio hay abuso físico en contra del chico que me gusta, y  mi inmadurez me pide  arremeter contra lo que sea que le hizo esto.

Soy horrible, dime Junkyu...—Separa su cuerpo del mío, y aunque no quiera soltarle, no tengo de otra, no puedo hacer algo que él no desee.

No lo eres.

¿Entonces por qué me hiciste esto? ¿Por qué mamá me odia tanto? ¿Por qué no puedo practicar el deporte que quiero? ¿Por qué no puedo caminar tranquilo por la calle sin que me griten una maldito insulto? ¿Por qué me ha golpeado?— Me quedo callado, procesando todo la información que ha dejado en mis manos. Me odio en todos los idiomas, me odio porque sabía las consecuencias de mis actos y el posible daño que le estaba causando, porque confió en mi y lo defraude.— ¡Dime!

Me acerco, con intención de tomar sus manos, pero el da un paso atrás y mi vista se nubla.

Mashiho, eres precioso.

—No lo soy...

No le permito alejarse más, así que agarro sus hombros con mi erráticas manos.

Eres precioso, y yo soy un cobarde. No eres horrible, los demás lo son, porque tú no le haces daño a nadie. A mis ojos, eres el alma más hermosa que alguna vez se cruzó por mi patética vida, yo no soy nadie, no soy nada, en cambio tú apareciste, y bastaron solo semanas para darme cuenta de todo esto.— Tomaba sus mejillas para que me viese a los ojos, y entendiera todo lo que en realidad quería decir, porque esas palabras no bastarían nunca.

Entonces...

De que me gustas, y solo tú lo has provocado, y tengo miedo, tenía mucho miedo, porque me gustas todo tú, mee gusta tu maquillaje, me encanta como vistes, como hablas, como piensas, y todo lo que me haces sentir, y pensé que solo era admiración... Mashiho, creo que eso se llama amor, pero duele, y duele que pases por todo esto, duele tener parte de la culpa.

Sé que puedo decir más, pero Mashiho toma mi mano, aún en su mejillas, y las entrelaza. Y en un rápido movimiento ya estamos subiendo las escaleras, él
primero, guiando mis pasos en silencio y no le cuestiono.

No hay nadie en casa, me doy cuenta porque antes de llegar a su cuarto paseamos por los demás.

Entramos y esta vez él cierra la puerta. Doy un lamentable respingo cuando se despoja de su camiseta. Me cuesta admitirlo, pero lo he imaginado un par de veces así, pero me cuesta quitar la mirada de sus oscuros ojos.

—¿Te gusta lo que ves? ¿Te gusta en serio?

La respuesta ya vagaba desde hace unos días atrás en mi desordenada mente. Claro que me lo esperaba, practicaba un deporte, pero de mi boca no puede salir palabra alguna, lo único que experimento es fascinación.

Sí, me gusta.

nasty; m a s h i k y u Where stories live. Discover now