Capítulo 9: Clare

32 4 0
                                    

Andy y Alice se besaban, y sin duda no parecía arrepentirse de nada. Grace estaba parada junto a mí, apenas habíamos hablado pero ella parecía tan alegre como yo de que mi amiga y Andy intercambiaran saliva. 

‒Se tomó muy en serio lo de “ve por ella” – dijo Ashley, sacándome de mi ensimismamiento.

Mi camiseta estaba pegada a mi cuerpo, por el sudor y un vaso de ve tu a saber que bebida que un chico medio ebrio había derramado sobre esta. Para recién haber comenzado la noche, estaba en una situación deplorable, el cabello me caía a los lados, pegándose en mi nuca y cuello. Mi maquillaje se había corrido y estaba casi tan terrible como el de Biersack en sus conciertos. Mis pantalones estaban extremadamente pegados a mi cuerpo, si los conseguía despegar de mi, y los escurría, de seguro conseguía formar un Tsunami. Mis pies parecían haber fundado raíces en los zapatos, y ya no los sentía.

‒Tú hablaste con él? –río mientras el chico de negros cabellos asiente- Yo hablé con ella.

‒Qué le dijiste?

‒Mmm… Básicamente usé la canción “do it now, remember it later”.

El chico negó, divertido, mientras Grace bailaba moviendo sus caderas. Grace lucía unos jeans azul cielo rajados por todas partes, como si un gato salvaje los hubiera tomado en un arrebato de ira y los hubiera destrozado completamente; su camiseta parecía unos cinco talles más grande de lo que el delgado cuerpo de la chica realmente usaría; y en sus pies unas Vans negras le hacían conjunto con su camiseta negra. Su maquillaje era sutil, si acaso lo llevaba, y su cabello estaba amarrado en un maltrecho rodete. La extraña amiga de Alice parecía estar en un estado de embriaguez constante, no sabía si era realmente así o solo que su aspecto natural era de ebria. 

‒Yo le di el discurso de “ve por ella, campeón”.

‒Creo que funcionó… - mi comentario se perdió en el aire, al ver como una de las delicadas manos de mi amiga se perdía dentro de la camiseta de tirantes de Andy. – Sin duda, funcionó.

‒Creo que ahora nosotros vamos a divertirnos – dicho esto jaló de mi, hacia la mitad de la pista, donde nos perdimos en un mar de gente, bebida y sudor.

Mi cabeza, por primera vez en todos los años desde que había comenzado a ir de fiesta, no dolía en absoluto. Antes de dormir había tomado una pastilla “milagrosa” denominada “ibprofendo”, eso sí que era un buen invento de la medicina. Mi cuerpo no estaba adolorido, ni sentía como si fuera a morir dentro de unos segundos; me encontraba perfecta. 

Me puse en pie, llevaba una camiseta de football americano tres tallas más grande de lo que debería: mi pijama. Sentía la cara despejada, la noche anterior me había quitado el maquillaje y lavado la cabeza. Parecía como si nunca hubiera salido, y eso era alucinante. Mi cama estaba un poco desacomodada, pero no como si un tornado se hubiera ensañado en una pelea cuerpo a cuerpo con ella, como lucía siempre. En la cama de al lado se encontraba Alice… Alice? Sabía que Alice se había ido a la habitación de Andy, y que Ashley había decidido pasar la noche en la casa de un amigo suyo (no me dijo cual). 

‒Alice? –susurré, por miedo a despertarla si no estaba despierta.

‒Cállate, joder, mi puta cabeza va a estallar! – Alice, que no decía casi nunca maldiciones e improperios, ahora me soltaba ese discurso medio gruñendo. Sabía lo que se sentía tener un resacón de los mil dioses, y que tu cabeza pareciera a punto de estallar, pero era divertido cuando era otro el que lo experimentaba.

‒Vale, vale. – su cara estaba enterrada en la almohada, pero pude escuchar un claro gruñido por su parte – Era para preguntarte, cuándo volviste a la habitación?

La chica no respondía, no sabía si era que estaba inventando una escusa creíble o que simplemente no había alcanzado a asimilar mis palabras. Fuera como fuera, yo decidí ir buscando mi ropa, mientras ella pensaba lo que fuera que estaba pensando. Con una pereza importante, me puse un short de jean y una camisa semitransparente, sobre un bikini negro. Para cuando terminé de vestirme escuché una especie de gruñido, y el ruido de la cama al moverse.

‒Lo hice con Andy. – volteé a ver a mi amiga, quien estaba de frente a mí, aún en la cama. Yo la vi con una ceja en alto.

‒Se supone qué debo impresionarme? Digo, ya me lo esperaba.

‒Me dijo que me amaba.

Ahora fue mi turno de quedarme estática pensando.

Sweet coincidenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora