‒ …Ahí fue cuando volví a nuestra habitación…- finalicé el relato, mientras veía a una Clare bastante estupefacta.
Clare, que parecía haberse vestido con el único fin de ir a la piscina del hotel, que en estas fechas estaba vacío, se había detenido de lo que fuera que pensara hacer y me veía. Lo único que hacía era verme, fijamente, con las manos colgando inertes a sus lados y la boca en una fina línea que expresaba pensamiento.
Yo no me había levantado mientras relataba todos los sucesos de la noche anterior, omitiendo algún que otro detalle que no veía necesario y que podrían ser bastante perturbadores para el oyente. En lugar de levantarme de mi cama, a la cual le había arrancado las sabanas de debajo del colchón, me había sentado con la almohada sobre las piernas que tenía cruzadas frente a mi cuerpo. En esta posición de indio, y con la cabeza gacha para ignorar la mirada de Clare, jugueteaba con mi pulsera y pensaba: “qué carajos hago sentada aquí, cuando claramente me debería de estar bañando para quitarme el sudor seco de encima?”.
La respuesta a mi pregunta llegó cuando escuché a Clare riendo como loca, como loca sacada de manicomio, o mejor dicho, a loca internada en manicomio. Se rió hasta que pareció aburrirse de reír y luego balbuceo un poco, cosas que no logré comprender.
‒ Dices que Andy Biersack, el chico con el que te enrollaste y con el que saliste hace años, tu ex, te dijo que te ama y tu huiste como una gallina para refugiarte en nuestra habitación? – luego de decir esto con el tono más burlón que jamás alguien había usado para dirigirse a mí en toda mi corta vida, rió otro poco – Es que no me lo creo, sabes? Te quejabas de muchas cosas, de que te va a herir y de que no se que del pasado y ahora el te dice que te ama y tu lo dejas tirado? Eres la persona más bipolar y diva que conozco.
‒ Gracias, juro que no me esperaba algo mejor y más amable que eso – el sarcasmo rebosaba en mis palabras.
Con un enojo creciente me puse en pie y tomé una falda y un top de mi maleta, la que no había terminado de desarmar aún. Puede que fuera una diva algunas veces, y admitía que mis decisiones y mi humor eran muy variantes, pero también era muy real que yo no le había contado todo para que se riera en mi cara. Me sentía mal por haber dejado a Andy tan abandonado la noche anterior, pero me había dado miedo lo que pudiera pasar luego, por muy ridículo que sonara ya que ya nos habíamos acostado antes de que dijera nada.
Mi vida parecía una novela barata, de esas en la que la protagonista es irritante al punto de que quieres sacarla de ahí solo para acuchillarla reiteradas veces.
‒ Eres tan dramática.
‒ Soy tu pequeña diva.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Andy, sus ojos azules brillaban con luz propia y el era la estrella más brillante de todas. Andy era mi sol y yo era su musa, y sus manos sostenían mi estrecha cinturita de chica de dieciséis años y su cabello rubio se despeinaba con la brisa. Mi rodilla tenía un raspón y un hematoma iba a salir a flote en mi antebrazo, todo porque yo quería andar en skate.
Al ver tal fracaso, el chico del que estaba perdidamente enamorada, con esa fiereza que los adolecentes creen propia de su edad y que nadie además de ellos puede sentir, me había puesto en pie y me sostenía para empujarme levemente y que pareciera como si anduviera en skate. Eso no era lo mío, había chillado y pataleado cuando me había caído, y el me había reprendido acusándome de diva.
‒ Eres mi musa – y me había volteado, y alzado, y el skate se había dado contra un viejo roble que crecía ahí. Y luego sus manos, que aún sostenían mi cintura, ya no me sostenían para que no cayera, si no que lo hacían con la suavidad propia de una caricia. Y sus labios de un rosa tan apabullante estaban sobre los míos, y mis mejillas se habían encendido.
Sacudí mi cabeza, no sé de donde había surgido ese recuerdo. Si pensara en mi relación con Andy, la cual había sido bastante peculiar, ese no era un momento memorable ni mucho menos, pero mis recuerdos con él surgían de manera extraña. Durante los años oscuros, los de la otra Alice, todo me recordaba a él, y no era una forma bonita de decorar la verdad. No. Era real. Si veían una piscina, Andy, un bote de helado, Andy, un perrito, Andy, una tienda, Andy. Todo era él, él era mi mundo, mi mundo que se caía a pedazos, ridículamente, por un chico. Si hoy mismo me pasara lo que pasó entonces no me afectaría la mitad de lo que me afectó.
Desperté sobre saltada, el sudor frío cubría mi frente. Me removí incomoda en mi cama, había tenido una pesadilla. Unos brazos me envolvieron suavemente y me acunaron, hasta que mi respiración se acompasó de nuevo. Mi cabello debía ser un asco, al igual que el resto de mí ser, nadie se ve lindo al despertar de una pesadilla.
Era tan ridículo, me veía a mi misma y veía el precipicio, y caía. El aire se embolsaba en mi ropa y a mi alrededor, mi camiseta se pegaba a mi cuerpo de manera incomoda, y el cabello parecía jalarme hacía la cima de esa caída eterna. Había caído sin razón alguna, jamás sabría por qué mi mente había maquinado tal cosa.
‒ Andy… - mi voz parecía un lamento quedo, como de alguien que se ha rendido hace mucho tiempo pero aún siente la necesidad de lamentarse.
‒ Shh, tranquila, musa. Estoy aquí – sus brazos seguían envolviéndome y lo sentía junto a mí. Si mis padres supieran que a mitad de la noche en lugar de estar en mi habitación me iba a la de Andy para dormir con él de seguro me matarían, pero por suerte ellos no lo sabían.
‒ Andy –el chica besaba mi cien y me tranquilizaba susurrante–, fue horrible… Caía en un precipicio, no tenía fondo y…
‒ Y no fue real, sabes que nunca te dejaría caer. Siempre que caigas yo estaré para ti.
Meses más tarde, la Alice de los viejos tiempos estaba viva. Y caía. Pero Andy no estaba para sostenerla y nadie la ayudaba a mantenerse de pie, más que Clare.
‒ Alice… Alice, me escuchas? – asentí– Alice, me estaba disculpando. Lo siento, me dejé llevar, no puedo la verdad decidir por ti… –volví a asentir. Sabía que se estaba disculpando, y eso era extraño porque Clare no se disculpaba casi nunca, menos conmigo. Pero no estaba prestando mucha atención a lo que ella me decía, no estaba escuchando del todo– Lo amas? Amas a Andy lo suficiente como para volver a estar juntos?
‒ No lo sé– admití. Mi cabeza le daba vueltas a ese pensamiento, mil veces, con cada recuerdo volvía a preguntármelo –. No lo sé. Recuerdo los lindos momentos y pienso que la única forma de volver a ser feliz es con Andy… Luego recuerdo todas las promesas que hizo y no cumplió durante los “años oscuros”. Y por último pienso en que no puedo volver a desperdiciar un verano entero en drama amoroso… Pero también me queda esa duda, de si tú en realidad me apoyas o solo quieres que salga con Andy por ser Andy.
Eso le dolió, lo vi en su expresión. Clare no solía sentirse dolida por lo que yo decía, porque no solía decirle nada que pudiera afectarla… Pero yo sabía, a ciencia cierta, que mi opinión (por decirle de cierta manera) era la que más la afectaba. Un comentario como el anterior viniendo de otra persona no le habría importado… Viniendo de mí era otra historia
‒ Yo…–si Clare tenía ganas de estrangularme no se notaba, yo es su lugar tendría ganas de estrangularme– No es mi vida, creo que desperdiciar tus vacaciones sería estúpido. Pero también creo que sería estúpido no hacerlo si de verdad amaras al chico. Yo quiero que no te lastimen, y más importante, que no te lastimes a ti misma. Que luego no vayas por ahí pensando “y si en lugar de hacer esto hubiera..?”
‒No sé si lo amo. Te soy honesta, tengo sentimientos encontrados. Lo odio por un lado y por el otro sigue siendo Andy.
‒ Él también debe haber cambiado, no crees? Tú no eres la vieja Alice.
Dicho esto, decidí que no me costaba nada intentar conocer al nuevo Andy.
ESTÁS LEYENDO
Sweet coincidence
أدب الهواةLuego de cuatro años, Alice vuelve al único lugar donde su corazón encontró alguien a quien amar... y también a mismo lugar donde su corazón se rompió en mil pedazos. En ese hotel, L'Ermitage Beverly Hills, Alice cambió. Y sin lugar a dudas también...