Capítulo 01

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Hace un año.

- Por favor, por favor muévete – reclamó caminando unos pasos frente a él – vamos a llegar tarde por tu culpa –

- Mierda – murmuró el mayor, tanteando sus bolsillos.

- ¿Ahora qué? – lo miró exasperado.

- Olvidé mi teléfono en el auto –

- Déjalo, puedes ir por él luego –

- No, tengo las respuestas del cuestionario en mi galería –

- Ten – le lanzó las llaves con brusquedad – no voy a esperarte –

- Está bien – dijo caminando en dirección contraria – te veo en el almuerzo –

- Como sea – espetó el otro.

Salió a paso apresurado de las instalaciones de la escuela y se dirigió al estacionamiento.

Buscó rápidamente el aparato, encontrándolo bajo uno de los asientos antes de cerrar con fuerza y asegurar el coche para poder correr nuevamente al edificio.

Apenas llegaba a su aula correspondiente, pudo ver en cámara lenta como el profesor cerraba la puerta frente a sus ojos.

Casi se pone a llorar.

Resignado a perder sus primeros dos periodos, pues sabía que no había forma en que pudiera ganarle una discusión a su maestro, decidió tomar el desayuno que había perdido esa mañana.

Si le preguntaban, era culpa de su hermano.

La noche anterior, el menor lo había convencido de escabullirse a una fiesta ya muy entrada la noche.

Regresaron a casa hasta altas horas en la madrugada y bueno, el resto era historia.

Sin embargo, a diferencia de él, su hermano había logrado despertar a tiempo y completar su rutina matutina.

Él apenas y se había duchado.

Y claro, ahora no había podido entrar a clases.

Llegó a la cafetería a pasos cansados y, entonces sí, dejó algunas lágrimas de frustración salir de sus ojos cuando la encontró cerrada.

Ahora estaba cansado, irritado, retrasado en una clase, y muy hambriento.

Se dejó caer frente a la puerta de cristal esperando que la campana sonara, abrieran el lugar, o se desmayara de cansancio, cualquier cosa que pasara primero.

Acomodó el rostro en sus rodillas y cerró los ojos.

Escuchó unos pasos acercarse e ideó rápidamente fingir que estaba dormido para no tener que enfrentarse al llamado de atención de nadie.

- Hey – llamó una voz muy suave – amigo, ¿estás bien? –

No respondió.

Pensó que el otro se iría cuando lo escuchó moverse en su lugar y sintió como apretaba suavemente su hombro.

- Oye – lo agitó suavemente - ¿necesitas ayuda? –

- No – casi susurró – sólo estoy esperando a que abran la cafetería –

- Eso no pasará hasta el mediodía. Es lunes de inventario –

El agobiado joven levantó la mirada.

Mierda.

Casi gruñe cuando identificó la sudadera deportiva distintiva del joven.

Si quisiera tener que lidiar con un deportista, sería animador.

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