tres

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—¿Tienes algo que hacer, entonces? —cuestiono él azabache mientras caminaba junto a el rubio a su respectiva habitación después de un largo y aburrido miércoles.

— Sí —contesto simple Reiner, acomodándose su abrigo. Había mucho frío esa tarde y el de ojos marrones no era el mejor amigo del invierno.

Bertholdt soltó una pequeña risa al escuchar el castañear de su mandíbula gracias al frío —Ya veo, aunque a mi parecer deberías de ir a la pieza. Puedes agarrar un resfriado o algo parecido.

Reiner se alzo de hombros —Tengo que hacer algo importante con la señorita pecosa —Bertholdt le miro con curiosidad, no sabia a lo que se refería con el apodo solo lo había escuchado unas cuantas veces pero nunca le había prestado atención.

— ¿Señorita pecosa? —repitió en forma de pregunta un confundido Bertholdt. Reiner alzo su ceja y cayó en cuenta que su amigo aun no recordaba a la efusiva Ginger de secundaria y su mejor amiga.

— Ehm, sí —expuso tratando de dar una excusa. Nunca ha querido que ellos dos se encuentren. Ginger era muy sensible en cosas que tuviesen que ver con el chico que ignoraba su existencia por lo tanto lo evitaba a toda costa  —Es solo una chica, nada importante.

Sin creerle del todo, Bertholdt asintió. Tenia curisodiad de conocer a la chica, sonaba más como la de hace dos noches. Pero era mejor olvidarse del asunto, si Reiner no quería contarle de ninguna manera le obligaría, al parecer la “Señorita pecosa” era muy importante para él.

— Ya veo, entonces nos vemos más tarde. Debo terminar mi tarea.

— Deberias relajarte más a menudo, Berth —rio el rubio dando una sonrisa entrecerrando sus ojos.

— L-lo i-intentaré —dijo para finalmente alejarse por los extensos pasillos de la facultad.

Reiner suspiró, debía hablar con Galliard. En verdad quería que Ginger le acompañara al festival de invierno pero estaba convencido que nadie le invitaría, cosa que no estaba lejos de la realidad. Era hermosa, no había duda, pero el problema siempre ha sido su explosivo carácter que espantaba a cada pretendiente y es por la misma razón que no se atrevía a entablar alguna conversación con su amor platónico.

— Esto sera difícil —susurro para si mismo el rubio.

⏺️

La mañana se hacia presente con una agradable nevada matutina. Ginger caminaba por los pasillos junto a Nanaba quien es su compañera en dibujo técnico y muy buena en verdad.

Iba ser su primera clase en toda la semana, el profesor tenia ciertos problemas por los cuales no se presento la semana anterior.

— Al fin volveré a dibujar — exclamó con serenidad la rubia de corta cabellera.

— Y yo volveré a reprobar —respondió la pelirroja con decepción. Nanaba río en respuesta de su negatividad.

— Es algo impresionante que no hayas insultado la existencia y el sentido de la vida al decir esa oración—la de ojos verdes le miro con un rubor en sus mejillas y fruncio el ceño.

— ¡Que no lo haga no quiere decir que no lo piense!—expresó haciendo que la rubia hiciera ademanes con sus manos para que recobrara la calma.

Mientras tras de ellas a tan solo unos centímetros, Galliard caminaba a la par del azabache que no despegaba su curiosa mirada de la pelirroja frente a ellos. Galliard notó esto pero decidió pasarlo por alto, Reiner le pidió un favor la noche anterior y por culpa de Marcel se había comprometido a cumplirlo. Con todo y su cara de pocos amigos, el rubio es un hombre de palabra y cumpliría con lo dicho aunque fuese en contra de su voluntad.

— ¿Acaso comerás a la chica con la mirada? —cuestionó irritado el de ojos ámbar al ver que él mas alto solo se limitaba a verle pero sin intenciones claras en sus facciones.

— Eh, c-claro que no —respondió con tranquilidad —simplemente se me hace conocida, solo que no recuerdo de dónde —rascó su nuca sintiendo el sudor en su sien.

El rubio asintió y se adentraron a la clase junto a las féminas que iban frente a ellos.

El profesor escribía algunas técnicas mientras los estudiantes tomaban asiento. La pelirroja se decidió por los escritorios de la parte trasera como todos los años desde que entró para su mala suerte el docente ya le conocía y de ninguna manera iba a permitir tal cosa.

— Hearth —habló llamando la atención de la de ojos verdes la cual entablaba una charla con la rubia de ojos claros.

La chica volteó y de inmediato apretó sus labios al tener la atención de todos encima de ella pero rápidamente su corazón empezó a retumbar dando competencia con un baterista al tocar, al mirar a los ojos verdes del joven azabache quien al igual se encontraba sorprendido.

La chica de hace unos dias fue lo primero que pasó por la mente de Bertholdt al ver sus destellantes gemas verdes.

— ¿Entendio señorita Hearth? —llamó el mayor haciendo sobresaltar a la pelirroja. La nombrada negó haciendo estallar las risas y que ella frunciera el ceño pero al mirar a su rubia amiga quien le hacia señales para que se tranquilizara, logró autocontrolarse —Se lo volveré a repetir, al lado de señor Galliard hay un asiento vacío que tendrá su nombre por el resto del periodo.

La pelirroja se levantó con tranquilidad, tanta que Nanaba se impresionó del como tomaba las cosas. Tomó sus pertenencias y caminó hasta el lado del rubio quien le veía con desagrado, típica expresión en él.

A unas cuantas sillas, tres para especificarse a su derecha se encontraba Bertholdt. Este no despegaba su mirada de ella, sentía curiosidad. Se le venian diversas identidades a su mente, todas mencionadas por su mejor amigo al ver mas de cerca el rostro de la chica de ojos verdes y observar sus mejillas repletas de tiernas pecas que le hacían ver hermosa e inocente. Cosa que no acomodaba con su rebelde personalidad.

El maestro empezó a escribir nuevamente en el pizarron, Galliard arranco un pedazo de papel de su libreta y con irritación tomó el bolígrafo para empezar a escribir una nota que a los minutos fue enviada a su compañera con disimulo.

Nesesito hablar contigo después de clase, en el patio trasero. No faltes, Hearth”.

The Beginning || Bertholdt HooverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora