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¡Ay, Dios mío, mi cabeza!

Con un gemido, logré entreabrir los ojos bajo el peso de los párpados. La luz del amanecer se filtraba por la ventana de mi dormitorio y un tremendo dolor me acribillaba el cerebro. Volví a cerrar los ojos y me volteé hasta el borde de la cama con dificultad. Necesitaba desesperadamente orinar y tenía que levantarme, a pesar de que todo mi cuerpo protestaba. Fui haciendo eses hasta el baño. Seguidamente, me miré al espejo e hice una mueca de dolor al ver mis ojos inyectados en sangre.
Tenía la garganta completamente reseca y, de camino a la cocina, eché un vistazo fugazmente a la sala de estar y paré en seco.

¿Qué demonios…?

Parecía una zona siniestrada. Sillas tumbadas, discos desparramados, DVD junto a un estante descolgado, los cojines del sofá desperdigados por todos sitios. Había manchas en el suelo junto a una botella de vino tinto tumbada, junto con mi ropa de la noche anterior. Al bajar la vista comprobé que estaba totalmente desnudo.

Por todos los cielos, ¿qué ha pasado?

Olvidada la sequedad de mi garganta, me dejé caer en el sofá, mareado y desorientado a la vez. Cerré los ojos y respiré hondo para despejar la cabeza. Los recuerdos de la víspera me asaltaron la mente y la habitación comenzó a dar vueltas.

¿Te gusta cuando te follo con ganas? Dímelo, _____. ¡Dímelo, joder!

Mi voz aún resonaba en mi cabeza.

¿Acaso le había dicho eso?
¡Oh, no, no, no!

Vagué de un lado a otro durante unos instantes hasta que corrí en dirección al dormitorio. La cama estaba vacía.

No está aquí.
¿Dónde estaba? ¿Le habría hecho daño? Cerré los ojos tratando de recordar lo que había ocurrido la noche anterior. Los detalles estaban un pelín más que confusos.

Tras oír el timbre, había echado a correr hacia la puerta y me había encontrado a ______ en el umbral. En un acto instintivo, la había agarrado para hacerla entrar de un tirón antes de cerrar de un portazo.

—Jimin, ¿qué pasa? —dijo riendo—. ¡Joder! ¿Estás borracho?

—Lo has notado, ¿eh? ¿Quieres saber por qué estoy borracho, ______? —pregunté, mientras le desabotonaba el abrigo.

Ella asintió.

—Estoy borracho por tu culpa, pequeña bruja —continué, furioso—. Porque me vuelves jodidamente loco.

—¿En serio? —preguntó con una sonrisa tímida.

—¡No juegues conmigo, ______! —exclamé fuera de mí—. ¡Sabías perfectamente lo que hacías al mandarme esos mensajes!

Le abrí el abrigo y me quedé boquiabierto. Debajo solo llevaba ropa interior, un conjunto de encaje negro. Le quité el abrigo y lo tiré al suelo. Ella parecía algo nerviosa, cosa que me gustó. No, joder, me encantó. Por una vez era yo quien tenía la sartén por el mango.

—Lo siento, Jimin —dijo, levantando la mirada hacia mí con gesto contrito.

—No te creo. Lo has hecho a propósito para jugar conmigo, ¿verdad? —pregunté, apretujándola contra la pared—. Te gusta ponerme caliente, ¿verdad?

Ella asintió.

—¿Notas eso? —pregunté, apretando mi erección contra su vientre—. Pues lo has conseguido. ¿Qué vas a hacer al respecto?

—Lo que quieras —susurró, y levantó la barbilla con gesto desafiante.

La miré fijamente a los ojos, los hermosos ojos que ocultaban tantos secretos que yo anhelaba descubrir. Su respiración se había acelerado y comprobé la dureza de sus pezones bajo el encaje de su sujetador. La deseaba como un loco.

𝕀𝕟𝕟𝕠𝕔𝕖𝕟𝕥 𝕋𝕖𝕒𝕔𝕙𝕖𝕣: 𝕋𝕙𝕖 𝔹𝕖𝕘𝕚𝕟𝕟𝕚𝕟𝕘彡★𝕁𝕚𝕞𝕚𝕟 𝕪 ____★彡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora