Yin & Yan

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Claramente a Valerine la veía como un Ángel, con su elegancia y bondad, en cambio a la Dra: Saroyan todo lo contrario. Desde el momento en que me beso a la fuerza sentí su posesividad hacia las personas, o más bien hacia mí. Quería que me enamorara de ella, quería ser algo más que mi doctora, quería poseer mi cuerpo y mis sentimientos. Por eso pienso que las dos me complementan totalmente, y pienso en “que debería darle una oportunidad”, tal vez al ser “yo” la persona que aman podría ser el eje en que las mantenga en cuerda.

No he visto a la Doctora desde aquella vez. Debo admitir que me preocupa no saber de ella. No sé cuándo se ganó un lugar en mis pensamientos, he estado pensando y pensado en sí debería ir o no al hospital. Hasta que al fin me decido y voy.

Hace meses que no había venido al hospital y ahora que estoy en la puerta de entrada me da pudor entrar, me da escalofríos, una sensación extraña recorre mi cuerpo, me doy fuerza e ingreso. Veo personas esperando ser atendidas en unos que otro sanatorio y camino con el corazón en la boca y los nervios a flor de piel, mientras me dirijo a su consultorio. Su consultorio donde pasaron tantas cosas pero a la vez nada y ahora que lo pienso… es lo más atrevido que hice.

Me detengo a unos metros viendo a un hombre guapo extendiéndole un ramos de rosas a la Dra: Saroyan y esta la recibe saludándolo con un beso en la mejilla, no sé porque pero siento una punzada en el corazón, como si me doliera ver esa escena, como si sintiera algo por ella y ella por su parte lo traiciona. Bajo mi mirada y doy un paso al costado para darme vuelta y retirarme, pero algo me lo impide, es mi mente, es mi corazón, es este sentimiento que me impide dejarla atrás. He pasado tanto tiempo en descifrar éste sentimiento que, ¿Me he tardado lo suficiente como para perderla? Mis pies parecen estar pegados al piso, quiero moverme pero estoy quieta escuchando su conversación.

—Son hermosas las rosas… ¡Gracias!—le dice al hombre guapo frente a ella y este titubea tratando de formular una pregunta.

—¿Te gus…taria cenar conmigo esta noche?—se atreve a preguntar el hombre y solo logro oír un silencio en la voz de ella, pensando en la respuesta correcta que debería darle. —Si no puedes hoy puede ser otro día ¿si quieres?—otra vez un silencio y ella trata de modular palabra.

—Arthur…me encantaría…pero…

—¡Buenos días Dra: Saroyan!—la saludo mientras trato de ser amable y retener  mis celos ante este hombre.

—¡Buenos Días Simone!... —trata de decir algo más pero sus nervios no la dejan.

—Veo que está ocupada…—su vos me interrumpe.

—¡No! ⎯Dice Arthur…⎯solo la invitaba a cenar pero aún no he escuchado su respuesta…pero…—dice esperando la respuesta.

—¿Cenar?...creo que tu enamorado no esperaría que salieras a cenar con un hombre. —digo fulminando con la mirada a ese florero parado y ella se ha quedado estupefacta.

—¡Ah! ¡Perdón!...discúlpeme Dra. No sabía que…que tenías pareja…

—¡No! Me encantaría cenar con usted…pero…

—No hace falta explicarlo, ya lo entendí…

—Pero gracias igual por la propuesta.

—No de nada. Nos vemos.

—Y se marchó no más —digo riendo.

—Y usted Señorita Simone ¿Qué hace acá? —me pregunta con esa mirada seria y calculadora.

—Vine a verte…

—Sabes que para hacerte atender necesitas sacar un turno. —me dice sería y con tono de enojo.

Sólo Su MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora