Inferno's Garden || Emiliaco

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Emilio nunca había visto criatura más hermosa en toda la faz de la tierra.
Desde que se introdujo, tiempo atrás, de forma sigilosa en los vistosos jardines de Deméter quedo maravillado con la naturaleza de estos.

Él vivía en un lugar carente de color, sin vida y con fuego emergiendo del suelo. Un lugar caluroso, que si no fuera por favor de su hermano Zeus, estaría muriendo de calor por las altas temperaturas. Solo Emilio y algunos de sus ciervos contaban con moradas que se mantenían lo suficientemente frescas como para soportar vivir allí. Por eso es que visitar los jardines estaba siendo como descubrir un nuevo mundo.
Coloridas flores, con brillantes tonos se mecía de un lado hacia el otro de acuerdo a las corrientes de aire. Enormes árboles llenos de frutos y frondosas hojas. El olor a tierra húmeda y pasto mojado llenando sus sentidos y explotando en su nariz. Aspiro con vehemencia, cuando el más cálido perfume acaricio su olfato.
Aun con la belleza del jardín el rizado hombre no podía apartar sus ojos del pequeño hombrecillo que danzaba y canturreaba al ritmo del canto de las aves. Lucia tal y como hace unos años, su pureza aun aflorando de sus poros. Y un suave perfume brotando de su cuerpo.

La túnica verde esmeralda casi transparente dejaba entrever sus tiernos y regordetes muslos, y el ajustado cintillo que abrazaba su cintura pronunciaba su cadera en demasía. Un hermoso bordado dorado adornaba la tela, provocando que resaltara su bronceada piel. El rizado supuso que el pequeño castaño portaba una túnica femenina, pues nunca había visto algún hombre usar una tan larga, ni vistosa. Aunque eso le importaba en absoluto. Se veía hermoso, como el más dulce sueño.

Emilio pasó la punta de su lengua por su labio inferior, torturando al mismo con sus dientes. Lanzo un suspiro entrecortado. Jamás en su larga vida había visto un ser tan divino como él. Tan erótico e inocente a la vez. Tan frágil y sensual. Con un cuerpo tan voluptuoso.

El suave cabello cobrizo del pequeño individuo bailaba al son del fresco viento y sus ojos achinados brillaban como estrellas en una noche obscura.

De lejos no podía reconocer el color de sus ojos, pero recordaba que eran de un color tan sublime como él.

Emilio estaba embelesado, admirando una de las mejores creaciones del universo, según su criterio.
El haber violado todas las reglas que sus hermanos habían impuesto, estaba valiendo totalmente la pena, si podía deleitarse con semejante espectáculo, de nuevo.

Dando un paso más cerca del hermoso ser, Emilio oculto su 1.90 de estatura, detrás de un frondoso y verde árbol. Asomándose por un lado, de forma sutil, podía ver al pequeño hombrecillo andando de aquí para allá. Recogiendo flores con dos de sus siervas y totalmente ausente del peligro que le asechaba.

Deméter no sabía con quien se había metido, estaba seguro que ese delicado hombrecillo era el punto débil de la diosa. Pero el moreno solo quería tomarlo prestado por un momento, solo para asustar a la diosa. Pero no cantaba que con tan solo verle quedaría totalmente a sus pies, como cuando lo conoció hace tiempo, cuando quedo totalmente atrapado por un jóven de 15 años, en pleno desarrollo. Aun con esa edad, el castaño lucia erótico para sus ojos, inalcanzable y prohibido. Una atracción ilícita.

Emilio trato de calmar su libido. La suave y flotante tela del vestido tipo túnica, abrazaba en ciertos momentos su cuerpo; claramente podía ver, la marcada curva que daba inicio a su sobresaliente y delicioso culo.

Su polla dió un respingo cuando observó al hombrecillo agacharse a recoger un jugoso durazno del suelo, ahogo un gemido. Podía sentir su pene presionando la bragueta de sus pantalones.

Al ser del inframundo, Emilio tenía ciertos beneficios que sus hermanos no, podía entrar de manera más fácil al mundo humano. Por ello estaba más en contacto con lo avanzado de este y no tenía problema alguno en obtener algunos beneficios del mismo, como algunas tecnologías y su amada ropa.