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___________COMENCEMOS___________

Inframundo:

                
Era la séptima vez que Diego trataba de sacar a Cerbero del jardín destinado a Joaquin. El maldito perro no quería salir de ahí. Fielmente se la pasaba tirado a medio césped esperando a que la diminuta figura del ojimiel apareciera de la nada y le hiciera mimos.   
               
Honestamente lo tenían cansado.

Emilio con sus arranques de furia y el bendito chucho con sus ataques de melancolía. Solo Adrián y él eran los únicos prudentes que quedaban para medio seguir manteniendo de pie el inframundo. Literalmente se estaban yendo al infierno todos juntos.                  
Sabía que el regreso de Joaquin estaba cerca, pero de verdad no aguantaba más. Él realmente necesitaba al pequeño hombre aquí.                 
Cansado de hacer corajes con la mascota de Emilio. Diego lo dejo deposando en el jardín y se dirigió al salón de tronos. Solo iría a ver como estaba su jefe tratando al resto y después correría a dormir con su bebé.   
               
La sensación del dolor y el sufrimiento corría por los pasillos del reino, se preguntaba en qué momento saldrían de esta época obscura. Si cerraba los ojos, aun podía convocar la imagen de Emilio derrumbado y llorando en el medio del jardín secreto. De rodillas, rogando por respuestas y recibiendo el silencio a cambio. Fue como vivir una pesadilla... él no tenía idea de que los dioses pudieran lucir tan frágiles.                  





[....]





                
Emilio se rio sarcásticamente cuando uno de sus súbditos le reto con la mirada. Que se creía la mierda esa, retándole enfrente del resto. Como se notaba que la obscura alma apenas había llegado al lugar, pobre iluso.                   
Bufando, el rizado alzó su brazo derecho y con el movimiento de su índice lanzo a la ofuscada alma contra uno de los grandes pilares que sostenían el salón de tronos. Estaba de más pensar que él le permitiría a alguien tan inferior retarle de esa forma.   
              
El ojinegro últimamente no tenía paciencia para este tipo de comportamientos y situaciones. Con más frecuencia se había encontrado mandando almas a la cárcava, de lo que era usual. Se sentía fastidiado.                   
Algunas veces sentía que su cuerpo bullía. Como si un fuego quisiera salir de él. Se sentía inestable... y sus cuernos ya eran un adorno constante sobre su cabeza. Su paciencia se agotaba, y con ella las esperanzas de que su conejillo volviera a sus brazos.

Aún a pesar de que Diego le había asegurado que este volvería. Se negaba a tener tanta suerte.                 
Masajeando el puente de su nariz, dió una mirada fastidiada el alrededor y dió por terminada la sesión de quejas, por hoy. Ya mañana se encargaría del resto de parias. Ahora solo quería dormir... y si era posible, soñar con que tenía a Joaquin dentro de sus brazos. Esa pequeña y suave figura siendo sostenida con fuerza por él. Inhalando el dulce aroma de su conejillo... suave fruta madura y fresca hierba del campo, él siempre olía a vida.    
              
Levantándose del trono, emprendió su camino hacia su solitaria habitación. Cuantas horas se la había pasado dentro de su estudio o condenando almas en la sala de tronos, con tal de no entrar en sus aposentos y encontrarles vacíos... solitarios y sin vida. Ya sin su peculiar olor rondando por sus alrededores. Apretando los puños, Emilio mira la puerta de su habitación, respiró fuertemente y aun con la mano temblando tomo el picaporte y con lentitud abrió la puerta.                   
Solo el silencio y la soledad le recibieron. Y un escalofrió recorrió su cuerpo. Sus ojos acuosos amenazaron con dejar caer lágrimas. Pero respiro profundo y tembloroso, tratando de componerse. Necesitaba tener fuerza, él regresaría. Diego se lo había prometido, y el castaño extrañamente siempre cumplía con sus promesas.                   





Inferno's Garden || EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora