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La noche en la que Martha Shelby falleció fue larga para todos, Tommy estuvo arreglando algunos asuntos y Arthur fue a buscar a Polly para informarle de todo, tendría que haberlo hecho junto a su hermano menor y ahora viudo, pero estuvo demasiado ocupado buscando y gritando por las calles solitarias de Birmingham el nombre de la mujer de su vida, dejándose la voz e incluso discutiendo con la gente por no callar a altas horas de la madrugada; pero al ver de que se trataba de un Peaky Blinder y más, un Shelby, pronto lo dejaban pasar por alto.
Los desconocidos no fueron los únicos en escucharle. En la calle Cumberland, Aurora tenía los ojos abiertos como platos, tumbada sobre su lujosa y cómoda cama con un edredón de plumas portada de Francia pero aún así; la castaña seguía sin lograr pegar ojo.
Y no es porque estuviera incómoda, las situaciones vividas aquel día no se lo permitían, no se esperaba ver tan pronto a los Shelby y mucho menos a John y que justo el mismo día que ella volviera, su mujer falleciera. Al menos ahora era accionista del negocio familiar y pronto tendría su propio local donde poder explayar todo el arte y la delicatesen que existía en Francia, para que al menos se modernizaran en Birmingham.
El silencio reinaba la casa pero pronto dejó de hacerlo cuando unos gritos despertaron a casi todo el vecindario en la calle Cumberland, donde la noche estaba más que presente, Aurora se levantó abrigándose con la bata a juego con su pijama de seda negro, se asomó a la ventana con el ceño fruncido para ver qué ocurría.
