La tensión podía palparse incluso a varios kilómetros del hogar del omega

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La tensión podía palparse incluso a varios kilómetros del hogar del omega.

Nadie sabía qué podía haber ocurrido para que un omega tan dulce como lo era Gabriel hubiera destrozado su preciada habitación, más se sospechaba que no debió ser algo de poca importancia si su reacción fue de tal magnitud.

Andrés quedó impresionado ante la evidente preocupación que mostraron sus padres cuando, tras varios minutos de indecisión, se animó a llamar a la puerta. Sus caras, tan pálidas como fatigadas, se lo hicieron saber. Rechazar a Gabriel sería más difícil de lo que alguna vez llegó a imaginar.

— Andrés —comentaron al unísono, un tanto incrédulos por su visita.

— Hola —saludó— ¿Está Gabriel?

Era más que evidente que el omega se encontraba allí, más no debía dejar la cortesía a un lado. Tenía que ser respetuoso y preguntar por él. Debía esperar una invitación para pasar y, por sobre todas las cosas, tenía que esperar el permiso de sus padres para poder hablar con él. Todo ello por puro protocolo; por una serie de normas que debía seguir al pie de la letra si no quería verse metido en un conflicto que acabaría con la oportunidad de cortejar a Ava.

— ¿Sabes qué le ha pasado a nuestro cachorro? —inquirió su madre, sus ojos tornándose cristalinos por las lágrimas— ¿Has tenido algo que ver en todo esto?

— Se trata de un malentendido —se apresuró a decir, un tanto intimidado— Por eso quiero hablar con él, para aclararlo —prosiguió— ¿Podría verlo, por favor? —inquirió, un tanto insistente— Es urgente.

— No —se apresuraron a decir sus padres al unísono.

— No te permitiremos verlo hasta que nos hayas contado qué es lo que ha sucedido, Andrés —prosiguió la mujer, un tanto alterada— Y espero que no te hayas planteado siquiera la idea de mentirnos, porque sabemos que se trata de algo muy grave. Gabriel nunca se ha comportado de esta manera.

El alfa en cuestión comenzó a sentirse inquieto. Inquieto, ansioso y horrorizado.

Jamás se imaginó atravesando una situación tan peculiar, más su obligación como el alfa honrado que era, y que pretendía seguir siendo por muchísimos años más, le impedía retractarse de su petición para salir huyendo despavorido.

— Los hermanos de Ava sospechan que su hijo Gabriel está enamorado de mí —comenzó a decir, manteniendo la calma— Pero como sabrán, mi corazón le pertenece a ella —explicó— Por eso les pido amablemente que me dejen hablar con él. Necesitamos aclarar este malentendido para que Gabriel no pierda la oportunidad de emparejarse este año, si su corazón así lo dicta, con alguien que esté dispuesto a amarlo de verdad.

Nada más finalizar aquella honesta declaración, Andrés tuvo que esquivar un objeto que estuvo a punto de impactar sobre su cabeza. Debía darle gracias a sus reflejos lobunos perfectamente desarrollados, porque de lo contrario habría acabado con alguna brecha que le habría costado unos cuantos puntos.

Amor de omega ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora