𝑷𝒓𝒊𝒎𝒆𝒓𝒂 𝒏𝒐𝒄𝒉𝒆 𝒅𝒆 𝒄𝒐𝒓𝒕𝒆𝒋𝒐¹

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𝑷𝒓𝒊𝒎𝒆𝒓𝒂 𝒏𝒐𝒄𝒉𝒆 𝒅𝒆 𝒄𝒐𝒓𝒕𝒆𝒋𝒐𝑪𝒆𝒓𝒆𝒎𝒐𝒏𝒊𝒂 𝒅𝒆 𝒊𝒏𝒊𝒄𝒊𝒂𝒄𝒊𝒐́𝒏

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𝑷𝒓𝒊𝒎𝒆𝒓𝒂 𝒏𝒐𝒄𝒉𝒆 𝒅𝒆 𝒄𝒐𝒓𝒕𝒆𝒋𝒐
𝑪𝒆𝒓𝒆𝒎𝒐𝒏𝒊𝒂 𝒅𝒆 𝒊𝒏𝒊𝒄𝒊𝒂𝒄𝒊𝒐́𝒏.

Anna, Ian y Zoey quedaron atónitos ante la imagen del majestuoso nido que yacía frente a ellos, maravillados. Sin embargo, esa admiración pronto quedó relegada ante la sensación de vacío, uno que quedaría a partir de ese momento cada vez que admiraran sus propios nidos de cortejo.

Ellos no se consideraban a sí mismos omegas caprichosos, porque nunca lo fueron. De hecho, aceptaron con aprecio y orgulloso el nido que sus alfas hicieron para ellos. ¿Pero cómo podían simplemente ignorar esa preciosidad cuando lo único que deseaban hacer era adentrarse en él para comprobar si era tan cómodo como parecía ser? Maldita sea, parecía tan cálido y delicado, tan reconfortante y seguro que incluso daban ganas de robarlo, aun cuando lo hubiera fabricado otro omega.

— ¿Por qué habéis elegido esos colores, Ava? —inquirió Ian, rompiendo el silencio— Es... —se calló— Es espectacular. Precioso. Increíble... —

— Lo que Ian está tratando de decirte es... —lo interrumpió Anna— ¿Podemos quedárnoslo, por favor?

Ava emitió una pequeña risita.

— Escogí esos colores para Gabriel porque el gris perla es su color favorito. El rosa representa el fenómeno que da nombre a nuestra manada y que da comienzo al cortejo —explicó— Y no —añadió, un tanto burlesca—Lamento deciros que este nido ya tiene dueño, pero tal vez pueda darle unas clases a mis hermanos sobre cómo complacer a sus omegas.

Varios gruñidos de indignación resonaron en el lugar. Ava rió.

— Sí, por favor —contestaron sus cuñados al unísono— Sería de gran ayuda. ¿Viste nuestros nidos? ¡Nada que ver con éste, Ava! ¡Nada de nada!

Los alfas emitieron otro gruñido de puro disgusto, mientras Ava rió más.

— Es lo mejor de mi unión con Gabriel —comentó la omega, risueña— Algunos pobres ilusos piensan que nuestro cortejo no funcionará, pero lo cierto es que nada te proporciona mayor ventaja que ser una omega porque sabes cómo funciona —explicó— Además, nosotros no nos guardamos secretos. Desde que nos conocemos, Gabriel no ha parado de hablar sobre esto; sabía que quería un nido grande y es lo que le he brindado —añadió— No hay nada mejor que empezar el cortejo con buen pie —afirmó— ¿Queréis pasar mientras me arreglo para la ceremonia? Podéis ayudarme.

Los omegas se adentraron en el dormitorio de su cuñada sin dudarlo. De hecho, ni siquiera se molestaron en saludar a sus alfas porque en sus mentes sólo merodeaba la idea de seguir acosándola acerca de su nido. Entonces, los alfas supieron que todo estaba perdido. Ahora era más que evidente el hecho de que tendrían que pelear por el sofá y que tendrían que despedirse de los actos sexuales; al menos hasta que hicieran un nido tan espectacular como el de Gabriel.

Amor de omega ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora