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¡Feliz cumpleaños, Ari! Te amo todo un mundo. godhollandEste capítulo es para ti bb.

Capítulo cuatro.

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Ciertamente, Allen creía que Kidara habría de negarlo todo, que le diría que no había conocido a nadie más en todos estos años, que estaba bien así... esperaba escuchar cualquier bobería inocente de Kidara, pero su respuesta lo dejó completamente descolocado y con la sangre hirviendo. Mantuvo su vista fija en ella, mientras que sus dedos se apretaban a la copa que aún yacía pegada a sus labios.

Guardó silencio por un par de minutos, dio un profundo trago y terminó todo el líquido de la misma. Esperaba calmarse, se sentía ridículo, estúpido, el mismo acababa de decir que no le importaba que estuviese con alguien más, que de ser así, sería feliz ¿pero por qué ahora me molestaba tanto? Porque, esa no era la respuesta que esperaba.

Aclaró su garganta y después, habló: ―Bien por ti, Kidara. ―Alejó su vista de la morena y esta vez la dirigió a su plato de comida.

Quería callarse, quería dejar todo como estaba, pero era impulsivo, además de que, justo ahora se encontraba lo suficientemente molesto como para guardar silencio, y, en aquel instante, su mente comenzó a jugarle malas pasadas... ¿y si Kidara había conocido a alguien más a tan solo meses de que se marchó? ¿Qué tal si ella también había buscado consuelo en brazos que no eran los suyos? Antes, en el internado, una de las ideas más egoístas que solía repetirse ahí dentro, era que Kidara habría de esperar por él, que en su vida no habría ni habrá otro hombre que no fuera él... Sí, era su idea más egoísta, pero sin duda la que más amaba. Pero ahora, con ella de frente, afirmando que ya no era relevante en su vida, aquella idea comenzó a desmoronarse, no habría de pensarla nuevamente.

Kidara confirmó lo que, lastimosamente, ya esperaba, y justo ahora se sentía lo suficientemente estúpido por haber iniciado esta cena en primer lugar.

―No se por qué no me sorprende. Siempre tuviste imbéciles detrás tuyo, era y sinceramente aún lo es, demasiado patético para mí gusto. ―Escupió sin pensar un poco en sus palabras, ni en como la dejarían las mismas.

―¿Patético? ―El enojo era transparente en el tono de voz de Kidara. De la nada, los nudos que su estómago tenían se aflojaron, débiles, y fue únicamente para abrir paso a aquel enojo creciente que amenazó mordazmente con teñir las mejillas, su nariz y parte del cuello de la joven de un rojo furioso, colérico. ¡Y como la enojaba que Allen fuera tan, aaahh, así de descarado! No llevaba ni un día de vuelta en casa, y ya la había herido como si hubiera clavado miles de cuchillas a lo largo de toda su piel, en cada centímetro visible, tangible. ―¿De qué forma para ti es patético que tenga "imbéciles" detrás mío, eh? Dime, porque estoy bastante confundida en estos momentos. ―Kidara se echó hacia delante, pegando su rostro más cerca de Allen con una mirada retadora. Allen, por su parte, se sentaba despreocupado, como si no le hubiera importado una décima de todo lo que había dicho. Como si no le importara ni un poquito herirla.

Inmarcesible. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora