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Capítulo dos.

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Kidara.

Actualidad...

Kidara recordaba esa noche como si fuera ayer. Sus propios padres le habían puesto una emboscada, recordaba perfectamente como se sentía años atrás, estaba tan asustada...nunca creía que ellos irrumpirían de manera tan atropellada en la habitación de su hermano Allen.

Sus padres solían tocar la puerta antes de entrar, pero ese día no lo hicieron, y para su buenísima suerte, se abrieron paso mientras las manos pequeñas de la castaña recorrían el cuello de su hermano mayor, y las de él se sentían dubitativas en su apenas desarrollado cuerpo.

Ahora, los tiempos habían cambiado. Sus padres se volvieron una llaga en las nalgas, enviaron a Allen lejos mientras Kidara sentía que todo fue su culpa. Si tan solo hubiera mentido, una pequeña mentirilla piadosa...sin embargo, sabía que no tuvo realmente una opción. La presión que sus padres ejercieron sobre ella fue increíblemente abrumadora, dijeron cosas que nunca imaginó que saldrían de sus labios, la hirieron con el fin de que aceptara que...se estaba enamorando de su propio hermano, de su sangre, y eso estaba mucho más que mal.

Ni siquiera la dejaron despedirse. Un día estaba en los brazos de Allen, y al siguiente recibía la noticia de que ya no estaba más aquí, sino lejos. Lejos de ella.

―¿Kidara?-Su mejor amiga, Leiah, tronó sus dedos sobre su rostro, sacándola del pequeño trance del que era presa. ―¡Despierta, ya llegó tu taxi! ―Soltó una risa y con su típica brusquedad la empujó con un poco -mucha- fuerza el hombro. ―Fue bonito tenerte aquí, vuelve pronto, o sea, te veo acá mañana, tonta.

Ambas compartieron una sonrisa suave. La madre de Kidara le había avisado que se acercaba el día en que Allen volvería a casa. No fue especifica, simplemente lo comentó en la cena como quien estuviera hablando del clima, sin saber que había desatado unas ansias y nervios bastante complejos dentro del cuerpo de la morena. Su madre creía que lo que sea que tuvieron en los viejos días ya estaba olvidado...

«¿De verdad volvería? ¿Me había extrañado?» Se lo preguntaba diariamente. Incluso lo hacía mientras tomaba el camino en dirección al pequeño auto amarillo que la esperaba fuera de la casa de Leiah.

―Tranquila, probablemente tu mamá sólo quería ver cómo reaccionabas ante su nombre. ―Leiah se encogió de hombros desde el jardín delantero de su casa. Sabía todo lo que había pasado esa noche con lujo de detalles, y cada pequeño suceso entre Kidara y Allen. Ella los apoyaba. ―Ahora eres una mentirosa de primera, miremos el lado bueno siempre. Llámame cuando llegues. ―Leiah sabía que la castaña odiaba las despedidas y por eso las evitaba. La conocía bastante.

―De acuerdo, y no te preocupes, sé que hoy no es el día.

[...]

Le pagó rápidamente al señor del taxi y pasó el jardín de su casa a toda velocidad, algunas gotas de agua lograron colarse en su recién planchada cabellera por lo que soltó un suspiro exasperado. Abrió las puertas de su hogar y dejó tirado el abrigo a un lado, recordaba tres años atrás como las cosas eran diferentes, entraba con el mayor ruido posible solo para que él se diera cuenta de que estaba en casa, y fuera directamente a recibirla.

Inmarcesible. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora