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Capítulo tres.

Capítulo tres

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Allen, inmerso en su tarea, parecía que ignoraba por completo su alrededor, pero realmente, de forma bastante cuidadosa, miraba con el rabillo del ojo a la morena detrás de él. Se había percatado de lo perdida que se encontraba su mirada, estaba sorprendida y quizá, melancólica por el regreso del rubio. Su fino rostro mostraba un sin fin de expresiones y sentimientos mezclados...hace tiempo Allen creía conocerlos todos, cada una de sus muecas, la mínima expresión de Kidara, sabía que era lo que ella tenía con tan solo mirarla atentamente, pero ahora, ahora no sabía nada. No sabía si estaba molesta, feliz o inclusive triste, el irse por todos estos años le dejó saber solo una cosa a Allen, ya no la conocía como a la palma de su mano.

Nuevamente, distrajo su mente en cualquier otra cosa que no fuera la chica frente a él. Sus manos se movían ágiles por los ingredientes que en un momento degustaría, parecía que estaba relajado, lo sabía, pero su mente estaba inquieta, ansiosa; sentía su corazón palpitar con más fuerza, al igual que sentía finas gotas de sudor resbalar por su cuello, cosa que comenzaba a incomodarle bastante.

Pero, a pesar de sus claros intentos de mantenerse fuerte y distante, la pregunta que Kidara lanzó lo hizo reír, una breve risa completamente auténtica y enternecida... Carajo, ahí estaba de nuevo, el rápido efecto que ella solía tener sobre él, al parecer aún no se iba del todo.

Mientras que sus manos se movían con suspicacia sobre los alimentos, su mente seguía jugando malas pasadas, y, en aquel instante, se sentía al límite, probando enteramente su fuerza de voluntad. su mandíbula estaba tensa, sentía como el sudor frío recorría por completo su piel; ¿Cómo era posible que alguien le hiciera sentir todas esas sensaciones a la vez? ¿Cómo es que alguien podía lucir increíblemente bien con el paso de los años? ¿Cómo es que, Kidara, le había hecho perder la cordura de esta manera? Las preguntas llegaron a el como baldes de agua fría, quizá eso era lo que necesitaba, sumergir su cabeza en agua helada y de esta forma intentar desvanecer las ganas inmensas de rodearla con sus brazos, de oler su cabello y que sus inquietos labios jugaran con la suavidad de su piel, justo como solía hacerlo... Pero, habría de deshacerse de aquel insistente pensamiento, Allen era fuerte, obstinado, y quizá, no se dejaría doblegar tan fácil, aquel fue su propósito en cuanto pisó nuevamente su hogar.

Kidara no podía tener tanto poder sobre él.

Entonces, después de darle unos cuantos toques a lo que estaba preparando, pasta Alfredo, por primera vez desde que había entablado conversación con la morena, giró su cuerpo y centró su atenta mirada en ella. Para cualquier persona aquello era una acción sencilla, sin importancia, pero no para él. Sabía que, mirarla atentamente podría ser como una rápida perdición; Kidara solía mirarle de una forma exorbitante, sus grandes ojos marrones le observaban con atención, mientras que brillaban de una forma sublime que adoraba... Sabía perfectamente que, si ella volvía a mirarlo de esa forma, su fuerza de voluntad se esfumaría y todos sus esfuerzos por mantenerse alejado se irían al demonio.

Inmarcesible. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora