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Capítulo seis.

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Allen creía fielmente en un dicho que cuando más joven su madre le había dicho, no era fan de su familia, ni siquiera de sus costumbres o cualquier cosa que se les viera involucrados, pero... aquellas palabras se marcaron para toda su adolescencia y su adultez en su mente...

"El amor siempre viene acompañado de dolor."

Suspiró con pesadez y de forma delicada, comenzó a acariciar la piel de la cintura que no alcanzaba a cubrir la blusa que Kidara lucía.

—Esto no es correcto. —Dijo con firmeza, sufriendo internamente por obligarse a mi mismo a mencionar aquellas caóticas palabras. —Pero carajo, Kidi. Me haces tan bien... —Una de sus manos se alejó de su cintura, la misma emprendió un viaje delicado por su abdomen, subió entre sus pechos y terminó en los gruesos y rosados labios de la morena. Los delineó con suavidad, anhelando besarlos con fiereza una vez más.

»Te hiero... —Repitió débilmente las palabras de Kidara. —Kidi... Mi deseo es hacerte de todo menos herirte. —Murmuró con sinceridad, aún con su pulgar sobre el labio de la morena.

—Pero lo haces.... —Murmuró ella, con un hilillo de voz. Sus ojos surcándose en lágrimas que parecían de frustración. —Y me dueles mucho, Allen. No hay persona que me duela tanto como lo haces tú. Pero tampoco hay persona en el universo que me haga tan bien como tú.

El rubio había suavizado por completo lo duro de su rostro y ahora una mueca, algo similar a una sonrisa se enmarcaba sobre sus labios. Sus ojos recorrieron todas las facciones de Kidara, fueron desde sus mejillas y clavículas, desde sus ojos y su nariz... hasta terminar en sus labios, donde sin poder resistir más, la besó con una fiereza incontenible.

Estaba en el cielo, joder, besarla le daba una sensación indescriptible, lo elevaba.

Allen tenía el privilegio de decir que ella con solo un beso lo llevaba al cielo para después traerlo de vuelta de sopetón.

—Esto no debería doler, Kidi. —Susurró el rubio con dificultad sobre sus labios, para después, volver a fundirse en ellos como si no hubiera un después. Sus manos comenzaron a hacer de las suyas, casi como si no tuviera el control sobre su propio cuerpo. Las mismas comenzaron un audaz recorrido, sus yemas se adentraron por completo en su blusa y acariciaron con suavidad su espalda, lo hicieron como si fuese la primera vez que la tocara.

—Te he extrañado tanto... —Soltó Kidara, descolocada por el toque lujurioso del muchacho.

Las manos de Allen se movían ansiosas por el delgado cuerpo de la morena, era como si con cada caricia, sus manos quisieran recordar lo bien que se sentía tocarla de tan inapropiada forma. En aquel instante el rubio ya no conocía el pudor, su mano izquierda subió hasta uno de sus erizados pechos y sin pedir permiso o esperar alguna señal, apretó el mismo de una forma desesperada.

—Me has hecho tanta falta, Kidi. —Susurró Allen de forma deseosa, jugando a cada momento con la suavidad de sus senos. —Te necesito ahora, no sabes cuánto. —Murmuró, mientras que con fiereza atrapaba el labio inferior de la contraria. El cuerpo de Allen se encontraba en un descontrol indescriptible, tocarla, besarla de aquella forma lo hacía subir al cielo, era increíble, pero Allen siempre necesitaba más, y justo ahora, dichas caricias y besos no eran suficientes. Allen necesitaba saciar el deseo que había acumulado todo este tiempo, necesitaba cumplir con aquellas fantasías que tenía con Kidara, ella desnuda, con sus pechos al aire y Allen perdiéndose entre sus curvas.

Los dedos de Allen se sentían como pinceladas de paraíso en la piel de Kidara. Ella no se había dado cuenta de cuánto realmente lo habría extrañado hasta ahora, que lo tenía delante de ella, con espasmos del mismo deseo que ambos sentían.

En algún otro escenario, con otro muchacho, ella estuviera demasiado avergonzada como para sentir placer por la manera desesperada en la que el contrario apretó uno de sus pechos. Sin embargo, Kidara sabía que todo con Allen siempre sería diferente, pues solo sintió un placer desmedido y ahogó un gemido al recibir el delicioso magreo de parte del rubio.

Kidara quería responderle, decirle que lo había extrañado más que a nada pero el placer que le provocaban las grandes manos de Allen no le daban tiempo a pensar en palabras, todo eran sensaciones que la volvían loca. 

De pronto, Kidara quería que Allen se sintiera de esa manera, al borde del abismo, como si fuera a morirse de placer.

Mientras, Allen a ella la necesitaba, solo necesitaba sentirla por completo un momento. Perdido y sumido en el deseo el rubio comenzó a subir la intensidad, sus manos abandonaron sus senos y emprendieron viaje hasta su trasero, el cual apretó con la intención de que la morena enredada sus piernas en sus caderas. Allen había perdido todo sentido de la responsabilidad y del peligro, con ella besándolo aquello no importaba, solo la necesitaba a ella. Su cuerpo comenzaba a pedirle más y Allen pudo darse cuenta desde que sus manos comenzaron a sentir lo erizados que se encontraban sus senos, fue ahí cuando el rubio comenzó a sentir una presión incómoda dentro de su pantalón, cuando comenzaba a perder cualquier pensamiento que no fuera tenerla desnuda.

—Te necesito más. Mucho más, mi Allen. —Jadeó, justo entre los labios del rubio. Recibió gustosa la mordida del contrario y como toda una traviesa se la devolvió, esta vez aprovechando que el labio inferior de él estaba entre los suyos, sacó la punta de su lengua y repartió una dulce y pausada lamida mientras miraba directamente hacia los ojos azules de su hermano mayor.

Mi Allen, aquella frase fue lo que el rubio necesitó para sentir como dejaba de ser consciente de sus acciones. Sintió a su parte "responsable" apagarse y en su lugar, la parte llena de deseo se encendía, se apoderaba de cada partícula del flacucho cuerpo de Allen. Quería ser uno solo con ella. Necesitaba hundirse con fuerza y escucharla decir nuevamente "mi Allen".

En un instante, Kidara sintió como el ambiente cambiaba. Ya no eran ellos pretendiendo solo decirse que se extrañaban como a nadie, ahora eran ellos repletos de deseo, un hambre voraz y unas ganas irrefrenables de comerse el uno al otro. Por eso, y mucho más, es que Kidara enredó sus piernas canela alrededor de las caderas estrechas del ojiazul, y en medio de un respiro, hizo que sus intimidades dieran un choque leve que terminó por sacar aquel gemido deseoso que la morena se había estado conteniendo desde un principio.

Kidara ya no quería nada más que a su ególatra personal hundiéndose con fiereza dentro de ella. Ella jadeó, acercando sus labios hinchados a la mandíbula del rubio, y creando un camino húmedo e incitante de besos hasta su oreja y parte de su cuello.

—Quiero que lo digas de nuevo. —Demandó Allen, mientras que con desesperación sus hábiles dedos comenzaban a desabrochar los botones del short corto que se amoldaba a la perfección a las piernas de su hermana. Con desespero lo retiró, el pudo apreciar sus bragas, le encantaba verla así... Pero le gustaría más verla sin ellas. 

Estaba cegado por la morena frente suyo, la cual lo besaba con fiereza, cegado por la forma en la que ella lo ponía. Pero por más inmerso que estuviera en sus besos, en sus caricias... En lo bien que se sentían sus manos dentro de sus bragas, había escuchado el golpe de la puerta cerrarse con fuerza, fue ahí donde Allen regresó a su maldita y triste realidad.

Sin pensarlo dos veces se alejó de ella...Con su respiración aún agitada y con la erección en sus pantalones asomándose la miró con sorpresa, Allen había perdido, había fallado en su promesa, y el sonido de la puerta lo hizo darse cuenta de ello. 

Sus padres habían llegado a casa. 

¿Opiniones?

¿Deseos?

Si comentan no me quejo, eh. 

B, Yil & Xchel.

Inmarcesible. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora