7.

545 58 17
                                    

Capítulo siete.

Capítulo siete

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


—Vístete, Kidara.—Y sin decir más, Allen pasó rápidamente a su lado en dirección a su habitación, dónde con cautela y discreción, solo cerró la puerta.

Sentado en la orilla de su cama, el rubio restregó su rostro repetidamente con sus largas manos.

Estaba frustrado, enojado consigo mismo, pero una parte de él se sentía bien. Él había hecho una promesa en cuanto salió de aquel internado, »No caigas, Allen. Tienes que ser fuerte«, evidentemente había fallado y se torturaba con ello. Se había dado cuenta de lo fácil que perdía el control cuando la morena estaba cerca suyo, cuando lo tocaba y besaba de aquella manera... Fue ahí cuando Allen se torturó con absurdas interrogantes; ¿Por qué se sentía mal? ¿Por qué sentía que había fallado, que le había fallado a él mismo y a sus promesas, a sus esfuerzos por seguir? Pero...

...¿Por qué si eso estaba mal se sentía tan bien?

Allen era un adicto, lo había entendido, y su droga era su morena con bonita sonrisa, Kidara.

Con un suspiro pesado se levantó de su cama y sin demasiado ánimo caminó hasta su baño, lo conveniente era darse una ducha, retirar lo dulce y embriagante del aroma que emanaba de la morena de su cuerpo. No necesitaba que en su primer día fuera descubierto, necesitaba más fuerza de voluntad.

—¡Con un carajo! —Exclamó golpeando el mosaico blanco de la pared de su baño. Retiró su ropa y se adentró al chorro de agua hirviendo, aquello calmaría por un momento las dolencias emocionales que por ahora estaba padeciendo. Las duchas con agua hirviendo se habían vuelto costumbre en su "adorado" internado.

Por otro lado, en la habitación repleta de silencio, Kidara sabía que era una debilucha. Sabía que no tenía fuerza, que no tenía autocontrol. Kidara sabía, en sobremanera, que era frágil por dentro y por fuera.

Pero nunca estuvo tan consciente de lo propensa a romperse que estaba, hasta ahora, cuando los dedos de su rubio preferido la toquetearon con un sentimiento que la llenaba, cuando los labios mullidos de su hermano mayor apresaban los de ella con un deje húmedo que estaba a punto de pasarla a estado líquido. El mismo recuerdo de segundos atrás la volvía loca.

Pero, entonces, cuando iba a tomar la decisión de dejarlo ir un poco más allá de lo que nunca jamás habían ido, sucedió. El sonido vago en la planta baja se escuchó, y eso fue como haberle tirado un balde de agua fría a Allen Lebru'n. Pues se alejó de tal manera de Kidara, que incluso la
hizo sentiré que algo estaba mal con ella.

Otra vez...

Quería haber replicado. Preguntado qué había sucedido.

Si había hecho algo mal. Si acaso no le gustó...

Pero el se le adelantó, ordenándole que cubriera su casi desnudez de una vez por todas.

Ese fue el punto de quiebre de Kidara Lebru'n.

Justo cuando Allen cerró la puerta, se acercó para abrirla completamente. Fue donde estaban sus pantalones y se los colocó para luego abrochárselos y arreglar plisadamente la ropa que segundos antes estaba arrugada por la desesperación que manejaban.

Kidara se acercó a su espejo de cuerpo completo, y se observó de pies a cabeza experimentando un leve sentimiento de deja vú. La última vez que se había apreciado de esa manera, estaba desnuda y Allen también fue partícipe de ello.

Ahora, ahora...algo había cambiado. Tanto por dentro como por fuera.

Y es que Kidara ya no quería seguir siendo débil, tan destructible, tan frágil.

Sus ojos se desviaron a una parte específica de su cuello en donde una marca roja de pasión pintaba su piel. Su mirada borrosa por las lágrimas contenidas se achicó de una manera felina, y sus labios se alzaron en una sonrisa maliciosa. Quizás era el odio, el dolor haciéndola actuar, porque es que no tenía explicación alguna para lo que su mente dolida la obligó a hacer después.

En vez de ocultar aquel chupón, la castaña recogió su cabello en una coleta alta para que resaltara más su cuello. Y luego se acomodó la blusa de tirantes de manera que quedara más en evidencia. La arrugó y la deslizó hacia debajo, para que las suaves marcas rojas de dedos en el inicio de sus senos fueran el centro de atención.

Nunca había hecho algo en contra de Allen. Toda su vida solo había llorado porque lo extrañaba, llorado porque le había fallado, llorado porque se culpaba a si misma de lo que había sucedido. Llorado, llorado y jodidamente llorado.

Pensaba que ahora, eso estaba a punto de cambiar.

Y quizás, ya no le importaba cuál sería la reacción del rubio. Solo quería que sufriera como ella estaba sufriendo.

∯

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Corto, pero intenso.

Kidi está teniendo su glow up interno. 

Cuéntenme como están, va. 

B, Yil.

Inmarcesible. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora