De imprevisto, las luces de un carro que llegaba al estacionamiento nos hizo separar. Aunque Damián no quería, bajamos y volvimos al carro. El carro que había llegado tenía música alta, reggaetón, para ser precisos, las ventanas estaban cerradas.
—Casi nos pillan.
—Relájate, así nos hacen compañía— Me dijo de lo más tranquilo Damián, yo estaba más que nervioso.
Respiré profundo y nos subimos al capote del carro recostándonos del parabrisa, seguíamos bebiendo de la botella de vodka. Volteé levemente al lado, fijando la vista sobre el carro vecino. Habían dos personas en él, pude ver sus siluetas a través del vidrio de la ventana, evidentemente se estaban besando con pasión, aunque no distinguía sus géneros.
—¿Será que no nos han visto?— pregunté.
—¿Por qué?
—Parece que tendrán sexo ahí.
Mi vecino se giró para ver mejor al otro carro, dio una risa y dijo:
—Vivimos en un país libre, así que puedes seguir besándome.
—En tus sueños… Háblame de ti, ¿Cómo es que vives solo en tan grande casa?
—Mis padres son cristianos, y no quieren a un pecador en sus inmaculadas vidas, así que me dejaron esa casa que era de mis abuelos, y se fueron a vivir a otro país, desde entonces somos felices.
—Es una casa bastante vieja. Cuando Luciana y yo nos mudamos al lado, ya estaba ahí, pero estaba sola.
—Sí, es muy vieja, ahí fue criado mi abuelo, cuando sus padres murieron se la dejaron a él por ser hijo único. Entonces, él se casó con mi abuela y tuvieron a mi mamá y a mi tía, mi tía se casó con un argentino y se fue para ese país, mamá se casó con papá y se quedaron en la casa hasta que llegué yo, por unos años vivimos en el norte, seguramente por eso cuando te mudaste la conseguiste sola. Cuando les dije que me gustaban los chicos, ellos se molestaron, y me mandaron para acá, obviamente que me gustó la idea, y aquí estoy, sólo en tan grande casa. Soy un niño huérfano en busca de un sugar daddy…— hizo un hermoso puchero.
—Cállate. ¿Por qué no vendes esa casa y te compras una más pequeña?
—Porque esa casa no es mía, es de mi mamá, de lo contrario ya la hubiera demolido, me aterra el pequeño bosque que tiene detrás. Siempre escucho ruidos que vienen de ahí. En el centro del bosque hay una trampilla enterrada bajo la tierra, creo que hay algo abajo, es como un tanque o no sé, nunca he querido averiguarlo… Ya deja de ver para el carro ese— Interrumpió su historia al percatarse que yo seguía viendo al carro de al lado.
—Creo que van hacer el amor, no estoy preparado para ver eso— Dije bajando del capote.
—Son jóvenes— dio una risa acercándose a mí y deteniendo mis pasos— Para, no seas tonto— Seguía riendo— Pregúntame algo y así no piensas en ello.
—¿Qué estudias?— Nos recostamos de la puerta de mi carro.
—Psicología.
—¿Te gusta?— No sé porque pregunté eso, debe gustarle, por algo la estudia.
—Claro, todo lo que tenga que ver con la psicología humana, cambios en la personalidad, el ayoico, me gusta.
Los chicos del carro vecino se bajan por fin, haciendo que nosotros guardemos silencio. Damián, se puso frente a mí con vista a los chicos, yo aún estaba recostado de la puerta del carro dándole la espalda a los chicos. Damián, me relataba en silencio lo que veía.
—Son dos varones, de aproximadamente quince años, están fumando y están muy buenos.
Volteé disimuladamente para verlos, cuando me llevo la sorpresa de que uno de esos chicos era mi hijo; Jaime. Me subió la sangre a mi cabeza, ¿Qué hacía Jaime, fumando? ¿Qué hacía ahí? Se supone que estaba en casa con, Octavio.
—¿Papá?— Me reconoció de inmediato.
Salí hasta él y quitándole el cigarrillo de sus manos le pregunté:
—¿Qué significa esto, Jaime?
—Te lo puedo explicar papá— su voz temblaba.
—No estábamos haciendo nada malo señor— Dijo el otro muchacho de cabello corto y blanco como la nieve.
—¿No estaban haciendo nada? No nací ayer.
—Papá, perdóname, no sabía cómo decírtelo, es muy difícil para mí explicar algo así.
—Sube al carro, Jaime— Le ordené. Él vió al muchacho que lo acompañaba y subió— En cuanto a ti, mantente alejado de mi hijo.
—Pero Alex, no seas así, me parece tonta tu actitud.
—¡Tu cállate, Damián! Nada de esto estuviera pasando si no hubiera venido contigo.
—O sea, ¿soy el culpable?
No respondí y comencé a manejar dejándolo ahí, tenía una furia y no sé porque. Acabo de descubrir que a mi único hijo le gustan los chicos igual que a mí, y en vez de alegrarme, me enojo. Puede que sea una forma de protegerlo de tanto peligro que existe en el mundo homosexual, y lo digo por los homofóbicos. Mi hijo es muy joven para que la gente de esa clase lo odie.
Al llegar a casa, Jaime bajó rápido y entró. Octavio dormía en el sofá de la sala, al escuchar que tiré la puerta se despertó, me vió y dijo:
—Haz silencio, Jaime debe de estar en el quinto sueño.
—Será en el quinto polvo.
—¿Qué?
—Encontré a Jaime en el Mirador a punto de tener sexo con un chico.
—¿Qué coño dices?
—Lo que escuchas. Gracias por cuidar de él, Octavio. Ya puedes irte.
Lo saque casi a empujones de la casa. Luego subí a la habitación de Jaime, creo que esperaba de mí una cachetada porque cuando estuve frente a él cerró los ojos esperando el golpe, pero yo lo abracé fuertemente, y le dije:
—Perdóname por ser un padre tan cerrado. Perdóname por ser un bruto. Perdóname por no ver más allá de ti. Te amo con toda mi alma, y con todas mis fuerzas, y sobre todas las cosas.
—¿Así me gusten los chicos?
—No puedo ir en contra de lo que sientes ahí dentro— Lo vi a los ojos— Eres mi bebé. En estas semanas le agradezco mucho a Luciana que te dejara, ahora te conozco más, y llegaré a comprenderte.
—Digo lo mismo papá. Gracias por entender mis sentimientos.
—El chico, ¿Es tu novio?
—Si, hoy sería nuestra primera vez, lo habíamos planteado tanto.
—¿Qué? ¿Y eligieron el Mirador para tener su primera vez, y en un carro?
—No teníamos otra opción, no quería que supieras, ni los padres de él, ni nadie.
—¿Pero no llegaron hacerlo?
—No, creo que saltaste sobre mí, y fue aterrador.
—Fue lo mejor, veinte años después te hubieras arrepentido. Te recomendaré un sitio especial, un lugar muy bonito y único.
—¿Por qué no reaccionas como reaccionarían los demás padres?
—Porque los demás padres no quieren a sus hijos por sobre todas las cosas.
—Gracias por ser así, papá.
—Lo de el cigarrillo queda prohibido, no te quiero ver fumando de nuevo, eso acabará con tu vida, y tus dientes… Ahora, ¿Cómo se llama el chico?
—Gael. Vive en el norte con sus padres y dos hermanos mayores, lo conocí por Facebook, y tuvo la gentileza de viajar hasta aquí para conocerme.
—¿Es su primera vez en la ciudad?
—No, la segunda. La primera vez fue cuando nos conocimos, la pasamos todo el día juntos. Fuimos a la playa, comimos helados, hablamos de todo y ya en la tarde se fue a su ciudad— Ya estábamos sentados en la cama hablando.
—Son tres horas de camino.
—Hizo ese viaje por mí. Para vernos hoy, le dijo a sus padres que se quedaría en casa de unos amigos todo el fin de semana, tal vez en estos momentos estará buscando un lugar donde pasar la noche.
—¿Qué edad tiene?
—Dieciocho.
—Es muy grande para ti.
—No creo que la edad sea un problema.
—¿Lo amas?
—Demasiado, tanto que estaba dispuesto a entregarme a él.
Me levanté, y me puse a ver por la ventana. Necesitaba ordenar mis ideas.
—Llámalo. Dile que se puede quedar en la casa, dormirá en mi oficina, necesito pedir disculpas también.
Jaime, saltó y me abrazó.
—Te quiero mucho papá, te imaginaba más radicalista, por eso nunca te conté de, Gael. Gracias, mil veces gracias.
Salió a buscar su celular que se encontraba en una mesita donde reposaba una lámpara, y llamó a su novio. Yo salí a mi habitación, al asomarme por la ventana vi que Damián ya había llegado, pues la luz de su habitación estaba encendida. Quise llamar a su celular para pedir disculpas pero no tengo su número telefónico, simplemente me arrojé en la cama.
Tantas cosas que suceden en cuestión de segundos.
Al cabo de media hora, escuché abrirse la puerta principal. Bajé a ver quién era, y vi a Gael. Sin dudarlo le pedí disculpas por mi actitud en el Mirador.
—Fue algo que no esperaba— Le expliqué después que estábamos sentado en el sofá de la sala, vi el reloj de pared y marcaban las tres de la madrugada— No todos los días consigues a tu hijo a punto de tener sexo en un carro.
—Bueno, ya todos quedamos en paz, ¿Cierto?
—Si pequeño. Todo arreglado, dentro de unas horas será otro día y veremos qué sucede— Dije levantándome del sofá y estirado mi cuerpo en señal de sueño— Es hora de ir a la cama, Jaime, a tu cuarto, Gael, a la oficina, muéstrasela hijo, ahí estará cómodo.
Ellos hicieron tal cual, me percaté que así fuera. Entonces, apagué las luces de la casa y salí afuera, necesitaba pedirle disculpas a Damián lo más pronto posible.
Me paré frente a la puerta de su casa y toqué el timbre, al segundo él salió. Ahí estaba parado, ya tenía puesta su pijama de short azul y camisa negra.
—¿Qué quieres?— Preguntó arqueando las cejas.
Mi respuesta fue saltar sobre él, y besarlo…
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Esquizofrénico.(Completa. Gay)
RomanceAlexander, un escritor cuarentón cuya carrera literaria ha naufragado, se enfrenta a la desolación absoluta. Su esposa lo ha abandonado, dejándolo solo con su hijo adolescente y una montaña de deudas. Atrapado en una rutina asfixiante, Alexander bus...